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Libreto "Los Derechos De La Mujer"


Enviado por   •  4 de Marzo de 2015  •  25.990 Palabras (104 Páginas)  •  268 Visitas

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Los Derechos de la Mujer

Daniel: Y aquí hay una terracita muy alegre que da a un solar con pobres. Creo que se los van a llevar de un momento a otro. Montaron unas chocitas, y ya sabe usted como se encariñan los pobres con sus chocitas. El sofá es amplio, cómodo, se puede tomar la taza de café sin romperse la camisa. ¡Ah! Aquí tiene usted toda clase de libros. Derecho procesal, Derecho Penal, y ya en plan serio, las novelas de Agatha Christie, y cosas de Gabriel García Márquez. (señala un timbre) Bastará con que apriete el timbre para que venga Arcadia. Es una criada excelente. Tiene un novio al que, gracias a Dios, no le gusta pasear y se pasan la vida metidos en casa. Hay veces que aprieta usted el timbre y viene el novio. Pero es muy servicial. Encantador.

Manuel: ¿Qué le pasa?

Daniel: ¿A mi? Nada.

Manuel: ¿Porqué no se sienta de una vez? Me ha enseñado toda la casa, hablando como dentista. Siéntese y deme un cigarro.

Daniel: Sí, Señor. (Se lo da)

Manuel: Parece como si estuviera colocándome a su hija.

Daniel: ¿Si?

Manuel: Exactamente.

Daniel: Es que se la estoy colocando.

Manuel: ¡Ah!, ¿Porqué?

Daniel: Usted es un hombre

Manuel: Gracias

Daniel: No me lo agradezca. Eso se ha convertido en un problema sin solución. Yo fui muy hombre. Hace unos años, yo era una barbaridad de hombre. Un buen día, dejé de serlo.

Manuel: ¿Así de pronto?

Daniel: Es curioso. Pero se deja de ser hombre, así, de pronto. Pedí una camisa en casa. El botón del cuello estaba colgando por un sólo hilo. Dije: “Hay que coser este botón”, noté que mi mujer y la criada me miraban con cierta burla. Yo me abroché como pude. Di la camisa a lavar al otro día. Pedí una camisa cinco días después. Allí estaba el botón sostenido por un solo hilo. Grité: “¿No dije que había que coser este botón?” Mi mujer lanzó un alarido. “¡A mi no me grites!”. Yo me callé. En ese instante dejé de ser hombre. No lo he vuelto a ser más.

Manuel: ¿Y el botón?

Daniel: Aquí está. Sostenido por un hilo. Un hilo vigoroso. Un hilo de raza. Yo sé que en el censo vengo como varón, y que me llaman Don Daniel en el casino. Pero no soy un hombre.

Manuel: Mmmm.

Daniel: Usted sí.

Manuel: No me irá a decir que jamás consiguió que le cosieran el botón.

Daniel: No, no lo conseguí. Y me daba vergüenza pedirlo, porque un par de veces que insistí, me contestaron con una cancioncilla: “Ay, ay ay ay, que trabajos nos manda el Señor…”

Manuel: Pero usted podía….

Daniel: ¿Qué?

Manuel: No sé, obligarlas a hacerlo.

Daniel: No quieren. Mi mujer nunca se ocupó de la casa ni de la ropa. Una tarde de junio, que es cuando suele uno cansarse, me cansé. Hace unos años, aseguré que todo aquello se pasaba de la raya. (Toma un libro) Me respondieron con esto. Artículos 198 y 199. Los derechos de la mujer. Lea eso, y si al terminar se siente hombre, me lo dice.

Manuel: Oiga, esto es para las solteras.

Daniel: Y para las casadas. Usted no es atendido por su esposa, por lo que decide ser atendido por un valet del Hotel Ritz. Lea. La mitad de lo que gana es para ella. El juez fija esto o lo otro.

Manuel: Bien, bien. Esos son sus derechos; pero por aquí vendrán sus deberes.

Daniel: No.

Manuel: ¿Qué?

Daniel: Que no vienen. Yo suponía que el artículo 198 explicaba a todo lo que tenía derecho la mujer si cumplía lo que mandaba el artículo 199. Pero el artículo 199 no le dice nada sobre los botones que tiene que coser. Para que me entienda: Si yo me voy al Hotel Ritz debo pagar un 50%. Pero si me voy al Hotel Ritz porque no me cosen el botón, supongo que habrá un descuento.

Manuel: Tiene que haberlo.

Daniel: No.

Manuel: No bromee.

Daniel: Le aseguro que no. La ley no le pregunta porqué se va, sólo entiende que se va.

Manuel: Y le pregunta.

Daniel: Que la ley pregunte cuesta muchísimo más dinero. Y entre dárselo a una mujer o dárselo a la Secretaría de Hacienda, la elección no es dudosa… a una mujer.

Manuel: Son muy pintorescos estos libritos ¿eh?

Daniel: Pura picardía, amigo mío. Yo no los conocía. Fué mi hija quien empezó a manipularlos y la que asesoró a su madre. ¿Usted se da cuenta de que se va a casar con el abogado que sacó absuelto al Burbuja?

Manuel: Oiga…

Daniel: Sí, el burbuja, el criminal más peligroso del mundo. Cuatro asesinatos en 10 minutos. Dos de ellos además con un hacha. Para colmo, después se va a una cafetería y pide una Coca-Cola. Hasta los más optimistas le echaban 5 penas de muerte. Mi hija se encarga de la defensa, y demuestra que el tipo tenía sus motivos. Provocación, insultos, por último, el informe de los psiquiatras que lo denuncia como un psicópata inestable. Resultado: El Burbuja tan tranquilo en un manicomio, haciendo nada, con dos esquizofrénicos y un paranoico que son gente más o menos como nosotros. ¿Y quién logró todo eso? Me avergüenza confesarlo, pero fue la Señorita María José Fuentes, mi hija. Sí, me avergüenza. Como me avergüenza que en el juzgado le quiten a veces el María, y la llamen José Fuentes por las buenas. Usted dirá.

Manuel: ¿Qué tengo que decir?

Daniel: Si se casa o no.

Manuel: ¿Usted qué haría?

Daniel: Irme a tomar café a Argentina.

Manuel: Sin embargo es un juego divertido.

Daniel: No quiero engañarlo. Sabemos que es usted un jefe de ventas con porvenir. Puede tener muchas comodidades si se casa, pero a veces es preferible estar incómodo.

Manuel: Es un juego muy divertido.

Daniel: ¿Cuál?

Manuel: Demostrar que estos libros están equivocados. Venga acá. ¿Sabe lo que hice un 24 de junio?

Daniel: No sé.

Manuel: Era mi santo. Mis

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