Operacion E

'Operación E', una película seca y dura, que te abofetea y te remueve

Vaya por delante que siempre es de agradecer, que alguien como Miguel Courtois toque temas tan sensibles como el terrorismo ('El lobo'), la corrupción ('GAL') o en este caso las FARC ( 'Operación E'). Algo que ya, de primeras, me genera respeto. Y lo segundo es que trate todos estos temas desde un punto de vista honesto, poliédrico y sincero. No deja de ser paradójico, que tenga que ser un director francés (padre francés y madre española) quien tenga que realizar este tipo de películas. Aquí no hay buenos, ni malos... cada uno vive la realidad que le toca y de la mejor forma en que buenamente puede.

Dicho esto, vamos al lío. 'Operación E' tiene una primera parte realmente potente e impactante, desde el primer plano de Luis Tosar, hasta la introducción de los personajes y su escenario: la selva, el narcotráfico y el terrorismo. Una pena que luego la película desemboque en una parte un tanto insustancial de administración y burocracia... y tampoco es cuestión de destripar finales, por si acaso alguien estaba en otro planeta entre los años 2005-2007. Eso sí, durante el final uno se agarra a la butaca, con ojos ojipláticos, sin poder creer lo que está viendo. La película es bastante creíble en ambientación y escenarios (de hecho Courtois reconoce que se acercaron a los pueblos más cercanos a la Guerrilla, para que se captara el ambiente que se respiraba en esos lugares).

Luis Tósar tiene tres Goyas, y a este ritmo se va a llevar media docena más... incluso no descarto que se lo puedan dar aquí. A mí no me termina de convencer, nada recriminable al acento (espléndido), pero sí la forma en la que se comporta en todo momento el personaje: tonos de voz altos, gesticulaciones, cierto histrionismo... no veo a ningún indígena comportandose de esa forma, ni con la fisionomía de Tosar. En todo momento tengo la sensación de que es un español, hablando como un colombiano, rodeado de gente que no es como él. Es algo parecido, pero al revés, a lo que me pasó con Viggo Mortensen y Alatriste: ¿Y este neoyorquino con acento argentino, qué pinta en la corte de Felipe IV?.

La película es seca y dura, te abofetea la cara y te remueve. Cosa que no está mal en estos tiempos que vivimos...

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