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Enviado por   •  5 de Mayo de 2013  •  4.664 Palabras (19 Páginas)  •  267 Visitas

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UN PAVO REAL EN EL REINO DE LOS PINGÜINOS

Una fábula acerca de la creatividad y la valentía

Bárbara BJ Hateley, Warren H. Schmidt

DEDICATORIA

PROLOGO

UN PAVO REAL EN EL REINO DE LOS PINGÜINOS

EPÍLOGO

APOSTILLAS A ESTA FÁBULA

USTED PUEDE IDENTIFICAR UNA ORGANIZACIÓN DE PINGÜINOS POR CÓMO SE VE

USTED PUEDE IDENTIFICAR UNA ORGANIZACIÓN DE PINGÜINOS POR CÓMO TRABAJA

CONSEJOS PARA LOS PINGÜINOS QUE QUIEREN CAMBIAR

¿ES USTED UN PAVO REAL (O ALGUNA OTRA CLASE DE AVE EXÓTICA?)

CONSEJOS DE SUPERVIVENCIA PARA PAVOS REALES (Y OTRAS AVES EXÓTICAS)

Ésta es la historia de Pedro, el pavo real, un ave vistosa, inteligente y talentosa, que viene a vivir al Reino de los Pingüinos. Pronto se ve en problemas porque éstos han establecido un frío clima organizacional, formal, burocrático y gobernado por un vasto conjunto de reglas escritas y no escritas.

Aunque le reconocen su talento, su estilo diferente y poco habitual hace sentir incómodos a los pingüinos. La experiencia del pavo real refleja la de muchas personas “distintas” en las organizaciones actuales. Valorar la diversidad quiere decir apreciar y estimular el que la gente sea ella misma, y ayudarle a desarrollar todo su potencial y utilizar su talento, sus habilidades, sus ideas y su creatividad.

los pingüinos dominaban muchas tierras en el Mar de las Empresas. Aunque no siempre eran sabios o estimados, siempre tenían el mando. La mayoría de las empresas eran parecidas: los altos ejecutivos y los gerentes usaban el traje característico de los pingüinos; mientras que los obreros – aves de muchos tipos – se vestían con ropas y colores de acuerdo con su trabajo y su estilo de vida.

A las aves que aspiraban a ascender en su empresa se les incitaba a ser lo más parecidas posible a los pingüinos: a caminar con pasos cortos, a imitar su manera de andar, a usar el traje de pingüino y a seguir el ejemplo de sus jefes.

Los departamentos de desarrollo de los empleados ofrecían programas intensivos de capacitación sobre el comportamiento del buen pingüino.

Las reglas y las normas eran claras desde el primer día. De manera sutil, y a veces no tan sutilmente, los pingüinos aconsejaban: “Así hacemos las cosas aquí. El que quiera triunfar tiene que ser como nosotros y punto”.

Las aves que estaban interesadas en moverse dentro de la ley del más fuerte se esmeraban en poner cara de pingüino y en portarse como pingüinos. Pero incluso ellas comprendían que nunca llegarían a los puestos claves. Se daba por sentado que todos los pingüinos eran jefes naturales y que eran ordenados, leales y podían trabajar en equipo; y se sabía que anteponían los intereses de la empresa a sus asuntos personales. De las otras aves se creía que eran más volubles y menos confiables.

Por supuesto, esto nunca se decía en voz alta, ni por escrito. Porque, como en toda empresa, los pingüinos querían dar la impresión de ser amplios y estar siempre listos a estimular el talento, la dedicación al trabajo y los aportes de sus colaboradores. Pero en el fondo, todos sabían que los pingüinos siempre habían sido y seguirían siendo los mandamases.

Los mayores acostumbraban poner a los menores bajo su ala protectora y guiarlos por el camino del éxito. Los llevaban a jugar golf y a trotar, y hablaban con ellos de fútbol en los almuerzos de oficina.

Se notaba a leguas cuáles eran los pingüinos más importantes. Y era evidente que se sentían mejor sólo cuando estaban entre ellos.

Todo era armonía en el Reino de los Pingüinos, siempre y cuando se aceptaran sus reglas del juego. Las demás aves de la empresa sabían como debían obrar para que los pingüinos se sintieran cómodos y seguros. Pero un día las cosas empezaron a cambiar en el Reino de los Pingüinos…

A los mayores les dio por recorrer otros lugares, donde conocieron unas aves muy interesantes que les llamaron la atención por su capacidad gerencial, su experiencia y sus realizaciones. “Estas aves no son pingüinos – pensaron los mayores - , pero quizá podrían convertirse en pingüinos si las llevamos a nuestro país y las entrenamos a nuestro acomodo... Con seguridad estas aves tan notables y extraordinarias podrán adaptarse a la forma de vida del Reino de los Pingüinos, y con su talento contribuir a que lleguemos aun más lejos. Nuestro clima es distinto – frío y desapacible -, y como nuestra tierra no hay otra: helada y yerma. Pero si a pesar de las circunstancias, nosotros hemos sido capaces de salir adelante, quizá estas aves también puedan prosperar. Si son tan inteligentes como parecen, se acomodarán a nuestro clima y a nuestras costumbres”.

Y así fue como Pedro, el pavo real, llegó al Reino de los Pingüinos...

Claramente, Pedro no tenía nada que ver con los pingüinos. En realidad era la antítesis de la pingüinidad. Pedro era un pavo real: un ave llena de colorido, radiante y bullanguera.

Pedro era un pavo real muy talentoso que había hecho cosas importantes en su tierra. Sabía escribir, y manejaba bien sus presupuestos; era creativo, imaginativo, sensato y práctico. Tenía muchos amigos y admiradores en su propia tierra, y era muy popular y querido.

Los altos gerentes del Reino de los Pingüinos quedaron perplejos cuando conocieron a Pedro, el pavo real. “Sí, era distinto – pensaban – pero sus logros profesionales eran impactantes y sus posibilidades fabulosas. Sin duda tenían un gran potencial”.

Por su parte, a Pedro le interesaban los pingüinos por las maravillas que había oído y leído acerca de su reino: la promesa de llegar a ser alguien y de hacer fortuna, y la satisfacción de formar parte de una empresa grande y poderosa. Se trataba de un país rico, donde todas las aves estaban extremadamente bien pagadas. “En esta nueva tierra mi futuro será más brillante”, pensó.

Así, los pingüinos y el pavo real llegaron a un acuerdo: él se iría a trabajar con ellos, y juntos lograrían grandes cosas.

Al principio, todo funcionó a las mil maravillas. Los pingüinos estaban felices con su nuevo pupilo, quien se destacaba por los destellos de colores que despedía de vez en cuando. Y Pedro también estaba encantado con la novedad y la novelería. Los pingüinos lo tenían deslumbrado: ¡se veían tan importantes en sus trajes negros con blanco, especialmente cuando se reunían para seminarios y cócteles! ¡Qué trato! ¡Qué modales! Jamás había visto tanta ceremonia y cortesía.

Ahora bien, al principio el pavo real se cuidó de no hacer demasiada ostentación de su colorido natural. En su

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