CASO “El nuevo chileno”
Enviado por omareliel • 14 de Junio de 2021 • Práctica o problema • 1.788 Palabras (8 Páginas) • 116 Visitas
CASO “El nuevo chileno”
Pilates, cursos de política internacional y catas de té. ¿Qué hace a un hombre moderno? Según los expertos, la cultura, los productos que consume y el cuestionamiento al mundo que lo rodea. En Chile también se suman detalles como saber todo sobre vino, visitar el restaurante de moda y, paradójicamente, el pánico a estandarizar la vida. Estas son las claves. Vea usted si las toma o arranca.
Caso de estudio preparado a partir de artículos de prensa publicados por El Mercurio y La Nación Domingo en base a estudio realizado por Sergio Becerra y equipo.
Estar bien por dentro y por fuera. Ser exitoso profesionalmente, pero al mismo tiempo lucir la templanza que entrega una disciplina como el yoga, pilates o meditación. Proyectar una imagen ambiciosa: una chaqueta de marca, un accesorio tecnológico; siempre seguro. Saber que el único límite que existe entre usted y sus metas es usted. Ser un hombre o una mujer en constante evolución: aprender idiomas, cursar un magíster o simplemente una cata de vino o de té. Todo lo que hace de usted una persona diferente ante el espejo.
¿Qué separa el hambre de conocimiento de este nuevo hombre de la ostentación? Los chilenos son quienes pagan los precios más elevados por concierto de moda. Así lo determinó un estudio de la Universidad Bernardo O’Higgins dirigido por el académico Sergio Becerra, que intentó explicar por qué somos capaces de desembolsar tanto dinero por ir a ver a Madonna. La tesis: no se trata de melómanos empecinados en ver a la ex diva ochentera. No había ninguna relación entre la proporción de compras de discos por las elevadas cifras de piratería y esta tendencia derrochadora. Conclusión: los elevados precios se explican por la fijación en el estatus más que por el interés musical.
Hay una fiebre por la búsqueda de nuevos aprendizajes: catas de vino o de té, conciertos; como si el gran temor latente entre los chilenos fuera la estandarización de su vida. El periodista Rodrigo Guendelman se dedica a escribir sobre consumo y estilo. Explica que el chileno y su sondeo obsesivo de novedades están relacionados con la disponibilidad económica, con el acceso a lugares de esparcimiento, como restaurantes, y con qué actividades, como la gastronomía se han vuelto más transversales. El "chileno moderno" sale más a comer, cierto, pero también ganan espacio otros bienes que lo perfilan: "Ese hombre tiene un computador en su casa, un reproductor de mp3 y en su cabeza ronda la idea de cambiar su auto en unos meses. También aprende de sexo, sólo por el miedo de ser considerado mal amante", asegura.
Para Guendelman, un hombre moderno de poco más de 30 años, independiente y melómano llega a su departamento y escucha The Presets, Booka Shade, Roisin Murphy, Common, Feist, The Knife. En sus lecturas incluye revistas como "Qué Pasa", "Rock de Lux", "Wain", "Foco 76", "Gatopardo", "Capital", "Ed" o "Men’s Vogue", y en su biblioteca "guarda libros de autores con escritores norteamericanos como Jonathan Franzen o Dave Eggers", asegura.
¿Por qué esta búsqueda incesante de novedad? Trabajar 49 semanas al año, con pocas posibilidades de viajar y menos aún de tomar algún tipo de decisión revolucionaria, generan una olla que bulle y que necesita ciertos escapes de presión para no explotar. "Ahí está el restaurante nuevo, el auto, el departamento, el ipod, que es lo que nos permite tener una mínima e ilusa noción de libertad", asegura Guendelman.
Marcelo, de 29 años, publicista de una conocida marca de licor, adora la modernidad; su departamento es la extensión de su oficina y le obsesionan los detalles: porque jamás llevará una arruga en su camisa Zara ni el pelo despeinado. Confiesa que la mitad de su sueldo se le va en artículos tecnológicos: tiene un notebook Vaio y un celular HTC Cruiser con pantalla touch y todas las funciones de un computador y un mp4. Él, obviamente, se considera un hombre moderno. "El dinero se me va en un viaje a Isla de Pascua, en tecnología y en restaurantes de comida fusión", asegura.
Una cata aspiracional
Daniel Greve, periodista gastronómico, afirma que hay una tendencia del chileno a bajar el consumo en términos de cantidad para dar prioridad a la calidad. En su experiencia, los chilenos que asisten a las ferias de vino o catas son jóvenes profesionales de 25 a 40 años: arquitectos, médicos y actores son los más preocupados de reconocer el color, la limpidez y la textura del vino, y leen revistas como "Planeta vino" o "La Cav". Aunque a veces se produzcan ciertas contradicciones, como que, siendo Chile un país productor de vino, éste sea menos consumido que otros tragos como el ron. "Algunas personas se cuelgan del gusto por el vino como señal de elite, pero en realidad se puede disfrutar del vino desde mil pesos".
Pascual Ibáñez es sommelier de La Escuela de los Sentidos, donde se puede aprender sobre catas de queso, habanos, chocolate y cerveza, entre otros productos. Explica que el perfil del público que asiste a estas actividades está compuesto por jóvenes, ejecutivos, diseñadores, artistas que prueban el queso gruyere, se instruyen sobre su cuajo y aprenden que el queso se compra para consumirlo y no para guardarlo. A veces hay arribismo, claro, pero sobre todo se busca innovación: "Al chileno moderno, al igual que al español, le gusta opinar de todo tenga o no la certeza, sobre todo si aprende a catar para los amigos", explica Ibáñez.
Más de veinte años en Francia le bastaron a Ximena Larrea, dueña del salón de té Le Flaubert, en Orrego Luco, para hacerse una imagen del nuevo chileno. En el jardín de su salón de té al estilo parisino, en medio de enredaderas y sombrillas, realiza catas de té. Entre sandwiches y otros bocados, su público prueba más de treinta variedades.
Dueñas de casa ABC1, hombres metrosexuales, diseñadores y actores de TV son sus habitués. Larrea explica que, al volver, no tardó en darse cuenta que había un chileno nuevo, muchas veces fruto de una simbiosis importada de la cultura del exilio. "También me encontré con los new richs y con un Chile que pasó de los 200 restaurantes a los siete mil actuales, y que trata de entender lo hay detrás de otras culturas", explica.
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