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Caída Libre Resumen


Enviado por   •  6 de Marzo de 2016  •  Resumen  •  4.944 Palabras (20 Páginas)  •  541 Visitas

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Caída Libre Resumen

En la gran recesión que comenzó en el 2008, millones de personas en Estados Unidos y en todo el mundo perdieron sus hogares y sus empleos. Una crisis que comenzó en Estados Unidos muy pronto se hizo globalizada. No es eso lo que cabía esperar. La teoría económica moderna, con su fe en el libre mercado y en la globalización, había prometido prosperidad para todos. Se suponía que la nueva economía iba a hacer posible una mejor gestión de los riesgos, y que traería consigo el final de los ciclos económicos. Si la combinación de la Nueva Economía y de la teoría económica moderna no había eliminado las fluctuaciones económicas, por lo menos las estaba moderando. O eso nos decían.
Los bancos centrales deberían ser independientes y concentrarse únicamente en mantener baja la inflación. Hoy, incluso el gurú de esa ideología, Alan Greenspan, presidente de la Junta de la Reserva Federal durante el periodo en que prevalecieron esas ideas, ha admitido que había un fallo en su razonamiento; pero su confesión llegaba demasiado tarde para los muchos que han sufrido a consecuencia de ello.
Con el tiempo, toda crisis se acaba. Pero ninguna crisis, sobre todo una de esta gravedad, pasa sin dejar un legado. Los mercados son la base de cualquier economía próspera, pero que no funcionan bien por sí solos; John Maynard Keynes estudió la teoría económica moderna: es necesario que el gobierno desempeñe un papel, y no sólo rescatando la economía cuando los mercados fallan y regulándolos para evitar el tipo de fracasos que acabamos de experimentar. Las economías necesitan un equilibrio entre el papel de los mercados y el papel del gobierno, con importantes contribuciones por parte de las instituciones privadas y no gubernamentales. La duración de la crisis dependerá de las políticas que se apliquen. De hecho, los errores ya cometidos tendrán como consecuencia que la crisis económica sea más prolongada y profunda de lo que habría sido en otras circunstancias. Antes de la crisis, Estados Unidos, el ritmo de la globalización estaba imponiendo rápidos cambios en la estructura económica, forzando al máximo la capacidad de adaptación de muchas economías.
Se espera que la crisis lleve a cabo cambios en el ámbito de las políticas en el ámbito de las ideas, si se toman decisiones adecuadas, no solo se hará más improbable otra crisis, sino que tal vez incluso se consiga acelerar el tipo de innovaciones reales que mejorarían la vida de la gente en todo el mundo. Si se toman las decisiones equivocadas, habrá una sociedad más dividida y con una economía más vulnerable a otra crisis.
Nuestro sistema económico no había estado funcionando demasiado bien para la mayoría de estadounidenses antes de la crisis, el fallo de una parte del sistema económico mundial que se extiende a otras partes. En los primeros meses de la crisis, el Tesoro y la Reserva Federal viraban de un rumbo a otro, salvando a algunos bancos mientras dejaban que otros se hundieran. Era imposible discernir los principios que había detrás de su toma de decisiones. Una catástrofe así parecía inconcebible a juicio de muchos expertos. Las políticas erróneas no sólo habían fomentado la crisis de Asia oriental de hace una década, sino que también exacerbaron su profundidad y su duración, y dejaron un legado de economías debilitadas y montañas de deuda. El fracaso de hace diez años fue en parte también un fracaso de la política mundial. Quienes gobiernan el sistema económico global no estaban preocupados tanto por proteger las vidas y los ingresos de la población de las naciones afectadas como por preservar a los bancos occidentales que habían prestado dinero a esos países. Actualmente, cuando Estados Unidos y el resto del mundo se afanan por devolver a sus economías a un crecimiento sólido, vuelve a haber un fracaso de las políticas y de la política.

Caida libre

Tras presenciar directamente la gestión de la crisis de Asia oriental, las políticas que les habían endosado el FMI y el Tesoro estadounidense a instancias del “Comité para salvar el mundo” habían provocado que las crisis fueran mucho peores de lo que habrían sido en otras circunstancias.
Las empresas que tenían las estructuras de gobierno y de incentivos mejor diseñadas para los buenos resultados a largo plazo deberían haber prosperado. Cuando uno piensa en los problemas que esta crisis ha puesto en evidencia en el sector financiero, resulta obvio que son más generales, y que hay problemas similares en otros ámbitos.
Había una burbuja, y se rompió, trayendo la devastación tras de sí, estaba apoyada en una mala práctica crediticia de los bancos, que utilizaba como garantía unos activos que habían sido inflados por la burbuja. Las recientes innovaciones habían permitido a los bancos ocultar gran parte de sus malos créditos, hacerlos desaparecer de sus balances, incrementar su endeudamiento efectivo provocando que la burbuja fuera mucho mayor, y que los estragos que causó su estallido fueran mucho peores. Nuevos instrumentos (los credit default swaps, o cobertura por riesgos crediticios) eran tan complejos que amplificaban el riesgo.
Quienes trabajaban en Wall Street, querían creer que el sistema era fundamentalmente bueno. Siempre que se ven problemas tan persistentes y generalizados como los que han aquejado al sistema financiero estadounidense, sólo se puede llegar a una conclusión: los problemas son sistémicos.

Dificultades en la interpretación

 Los países de Asia oriental finalmente se recuperaron, pero fue a pesar de esas políticas, no gracias a ellas. Análogamente, muchos de quienes observaban la prolongada expansión de la economía mundial durante la época de la desregulación llegaron a la conclusión de que los mercados sin trabas funcionaban, que la desregulación había hecho posible este elevado crecimiento, que sería sostenido. La realidad era bastante diferente. El crecimiento se basaba en una acumulación de endeudamiento. Después de cada episodio, el mundo seguía adelante, casi igual que antes, y muchos concluían que los mercados funcionaban muy bien por sí solos, pero el error sólo se hizo obvio cuando se produjo aquí una crisis tan grande que no podía ser ignorada. Estos efectos determinantes ayudan a explicar cómo pueden persistir las malas ideas durante tanto tiempo, la Gran Recesión de 2008 me parecía la consecuencia inevitable de unas políticas que habían sido aplicadas a lo largo de los años precedentes. Los economistas se encuentran entre la larga lista de los responsables de la crisis, ya que proporcionó a los grupos de interés argumentos sobre los mercados eficientes y autorreguladores.
La crisis actual ha descubierto defectos fundamentales en el sistema capitalista, ver esos defectos ha resultado tan difícil porque los estadounidenses queríamos creer a toda costa en nuestro sistema económico, las cifras reforzaban nuestro autoengaño, no es la primera vez que las apreciaciones se han basado en una interpretación desencaminada de las cifras, su crecimiento se basaba en una acumulación de deuda que alimentaba unos niveles de consumo insostenibles, no se pueden enfrentar los problemas de Estados Unidos sin contemplar esos problemas en sentido amplio. Lo que determinara el crecimiento mundial es a demanda
mundial.
Si conseguimos comprender lo que produjo la crisis de 2008 y por qué algunas de las respuestas políticas iniciales fracasaron tan claramente, podemos hacer que las futuras crisis sean menos probables, más cortas y con menos víctimas inocentes. Podemos incluso preparar el camino para un crecimiento continuado basado en cimientos sólidos.
La gestación de una crisis Capítulo I
La única sorpresa respecto a la crisis económica de 2008 fue que resultara una sorpresa para tanta gente. Para unos cuantos observadores se trataba de un caso de libro que no sólo era predecible, sino que había sido previsto. Un mercado desregulado, inundado de liquidez y con unos tipos de interés bajos, una burbuja inmobiliaria mundial, y unos créditos de alto riesgo en vertiginoso aumento eran una combinación peligrosa, una economía global desequilibrada— y resultaba claro que las cosas estaban terriblemente torcidas. La última vez que Estados Unidos había exportado una crisis importante fue durante la Gran Depresión de los años treinta. Cuando la burbuja se rompió, y los precios de las viviendas cayeron desde sus niveles estratosféricos, cada vez más propietarios se encontraron sumergidos.
El país más rico del mundo estaba viviendo por encima de sus posibilidades, y la fuerza de la economía estadounidense, y la del mundo, dependían de ello. Los estadounidenses encontraron una ingeniosa solución:
pedir prestado y consumir como si sus ingresos estuvieran aumentando. Se estaban endeudando profundamente. Tanto ellos como sus prestamistas podían estar satisfechos con lo que ocurría, ya que no tenían que hacer frente a la realidad de unos ingresos estancados o en declive, y los prestamistas podían disfrutar de unos beneficios récord basados en unas comisiones cada vez mayores. Pero todo ese crédito se basaba en el arriesgado supuesto de que los precios de la vivienda seguirían subiendo, o por lo menos de que no bajarían. Era algo insostenible; y no se sostuvo. La explosión de la burbuja primero afectó a las peores hipotecas pero muy pronto afectó a toda la propiedad inmobiliaria residencial, Cuando la burbuja estalló, los efectos se vieron amplificados porque los bancos habían creado productos complejos que se apoyaban en las hipotecas, los bancos, al igual que las economías domésticas, habían financiado sus inversiones con un fuerte endeudamiento.
Los bancos se negaron a prestarse unos a otros, o exigían elevados tipos de interés como compensación por asumir el riesgo. Los mercados mundiales de crédito empezaron a desmoronarse. En ese momento, Estados Unidos y el mundo afrontaban tanto una crisis financiera como una crisis económica. La crisis económica tenía varios componentes y a medida que disminuía su capacidad de pedir dinero prestado y su disposición a hacerlo, las compañías redujeron sus inventarios y se produjo el colapso de la industria manufacturera estadounidense.
La reestructuración era inevitable la globalización y el rápido progreso de la tecnología lo exigían pero no iba a ser fácil.
La ruptura de la burbuja tecnológica en la primavera de  2000: Los precios de las acciones de las empresas tecnológicas cayeron un 78 por ciento entre marzo de 2000 y octubre de 2002. Se esperaba que esas pérdidas no afectaran al resto de la economía, pero sí lo hicieron. Gran parte de las inversiones se habían realizado en el sector de la alta tecnología, y con la ruptura de la burbuja de las acciones tecnológicas éstas se detuvieron. En marzo de 2001, Estados Unidos entró en recesión. La administración del presidente George W. Bush utilizó la breve recesión que siguió al hundimiento de la burbuja tecnológica como excusa para justificar las bajadas de impuestos a los ricos, no obstante estas no estaban diseñadas para estimular la economía, y solo lo hicieron en una medida limitada; con tanto exceso de capacidad en la economía, los tipos de interés más bajos no condujeran a más inversiones en maquinaria y equipos. Funcionaron, pero sólo para reemplazar la burbuja tecnológica con una burbuja de la vivienda, que fomentó un auge del consumo y del sector inmobiliario. Greenspan creía que podía mantener bajos los tipos de interés porque había poca presión inflacionista, y sin la burbuja inmobiliaria basada en los bajos tipos de interés, y sin el auge del consumo sostenido por la burbuja inmobiliaria, la economía estadounidense se habría debilitado. En todos esos años, Wall Street no consiguió dar con un buen producto hipotecario. Si los diseñadores de estas hipotecas se hubieran concentrando en los fines lo que realmente se deseaba de nuestro mercado hipotecario en vez de en cómo maximizar sus beneficios, podrían haber concebido productos que incrementaran permanentemente la adquisición de viviendas. En cambio, sus esfuerzos dieron lugar a toda una gama de complicadas hipotecas que les hicieron ganar mucho dinero a corto plazo y que condujeron a un leve aumento temporal de la adquisición de viviendas, pero con un gran coste para la sociedad en su conjunto. El sistema bancario tiene dos funciones esenciales. La primera es proporcionar un mecanismo de pagos eficiente, en el que el banco facilita las transacciones, transfiriendo el dinero de sus depositantes a aquéllos a quienes compran bienes y servicios. La segunda función esencial es evaluar y gestionar el riesgo, y conceder créditos. Esto se relaciona con la primera función esencial, porque si un banco realiza una mala evaluación del crédito, ya no puede cumplir su promesa de devolver el dinero de los depositantes. Si un banco hace bien su trabajo, la economía crece, se crean empleos, y al mismo tiempo el banco consigue una alta rentabilidad.
El beneficio fácil de los costes de transacción desvió la atención de muchos grandes bancos de sus funciones esenciales, el sistema bancario no se centró en prestar dinero a las pequeñas y medianas empresas, que son la base de la creación de empleo en cualquier economía, sino que por el contrario se concentró en promover la titulización, especialmente en el mercado hipotecario, esto implicaba la transformación de las hipotecas de alto riesgo en productos con calificación AAA, los bancos se implicaron, no sólo hacer de intermediarios para los activos de riesgo que estaban creando, sino teniendo efectivamente en su poder los activos y cuando los mercados se hundieron resultó que también los afectó a ellos.

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