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Enviado por   •  2 de Julio de 2015  •  2.477 Palabras (10 Páginas)  •  232 Visitas

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Para Orrego, nuestra trayectoria histórica, en que se degradan los productos culturales del pasado para la preparación de una nueva cultura, no sólo nos encamina ha constituirnos en un pueblo continente con el imperativo de formar un estado continente, sino fundamentalmente, a marchar hacia un humanismo americano por medio de la fusión de estirpes antagónicas, entre el blanco europeo, el negro africano y el indio americano. Fusión capaz de resolver la encrucijada de la crisis del hombre en esta supresión de las antinomias y por la potenciación de sus posibilidades.

El punto de partida de Orrego

Orrego cree que, así como de la fusión de estirpes opuestas en el Renacimiento europeo nació el humanismo, de modo similar aquí en América, de la fusión de gérmenes distintos habrá de surgir un neo humanismo americano. América está destinada a convertirse en el epicentro de una nueva época y cultura mundial. Pero no se crea que su humanismo americano incide mas en lo etnológico que en lo ontológico, más en el aspecto histórico que en el especulativo. Lejos de ello, como se verá, la indagación del ser histórico de la nueva América transita por el examen del ser del individuo, del ser de los pueblos y el ser de la nueva América, en consonancia con una descripción de la nihilización de dos orbes culturales.

Pero quizá sea este el momento para destacar como digresión lo afirmado por el mejicano Octavio Paz. Este había afirmado que, Latinoamérica vive la tragedia de no haber tenido siglo dieciocho, es decir no ha tenido Ilustración ni revolución burguesa y por ello conocemos mejor la sátira, el humor, vivimos entre los espasmos de rebeldía y el estupor de la pasividad, y en medio de esta inmensa omisión histórica desconocemos la tolerancia y la verdadera democracia.

Si enlazamos esta reflexión a las meditaciones de Orrego, podríamos completar el razonamiento coligiendo que Latinoamérica no tuvo siglo dieciocho, ni ilustración ni revolución burguesa porque tampoco tuvo siglo quince ni dieciséis, no tuvo Renacimiento, ni movimiento literario, artístico y filosófico humanístico. Sin embargo, Orrego ve mas profundo, porque antes que una Ilustración hace falta un Renacimiento, como su presupuesto primario, ello no significa que nuestro continente tenga que reproducir las etapas históricas culturales vividas en Europa.

Pues, Orrego no cree que seamos una porción excéntrica de Occidente, por el contrario afirma que el factor biológico de la cultura en América la convierte a ésta en preñada de Nuevo Mundo, reafirma el mestizaje como el camino de una gran cultura, como la salida a nuestra vejez y la vía para constituirnos en una raza cósmica sin mimetismos simiescos. Lo occidental junto con lo andino son los componentes de la digestión vital del biometabolismo psíquico del continente.

Pero en el tetragrama racial de América se recibe no sólo el legado de lo indígena oriundo, sino también, del blanco occidental, el negro africano y el amarillo asiático. En consecuencia, el humanismo adviniente, como producto más excelso de un Renacimiento cultural, será verdadera y legítimamente americano, sin calco ni copia. Precisamente por ello, el humanismo que germinará en estas tierras americanas no tendrá que reproducir necesariamente el humanismo naturalista y egocéntrico de Occidente, aunque coincida con éste en que el concepto de humanismo tenga un origen religioso, en el sentido del renacimiento del nuevo hombre espiritual del que hablan los evangelios de San Juan y las epístolas de San Pablo.

Efectivamente, tras la letra histórica y ontológica de Orrego está el origen religioso del concepto de un nuevo humanismo. Es decir, renacimiento del hombre americano en un nuevo nacimiento histórico-espiritual. Cuando Orrego nos habla en el capitulo XIV sobre el “ser del individuo”, se refiere a la capa eterna y trascendente como su ser más auténtico, y al existencialismo sartreano le reprocha negar toda prolongación trascendente del hombre. Es decir, su humanismo no exalta el protagonismo humano en el mundo y en la historia sobre la base de la muerte de Dios, al contrario pone énfasis en que sin Dios la condición del hombre se vuelve angustiante y sin amparo.

Nada más alejado de Orrego que, aquel humanismo nietzscheano que afirma el superhombre como encarnación de la voluntad de poderío, o de aquel humanismo existencialista que sostiene que el sentido del ser depende del propio hombre, o de estotro humanismo ético que defiende la idea de un ideal bastante elevado que al final deriva hacia un nihilismo que niega todo valor, o de aquel otro humanismo racionalista que se funda en la autonomía de la razón y racionaliza el sentimiento religioso. Lejos del humanismo secular, que mitologiza a la humanidad, la ciencia y la razón, el humanismo orregiano evita los excesos inmanentistas del secularismo y los extremos trascendentalistas del fideísmo.

En este libro, Hacia un Humanismo Americano, vuelve Orrego a ratificarse en un humanismo que no cae ni en el antropocentrismo ni en el teocentrismo, sino que conjuga la realidad completa de lo humanum y lo divinum. Es por eso que, su humanismo no recae en aquella falsa antinomia sartreana: si Dios no existe entonces el hombre está condenado a ser libre; ni en aquella de índole pascaliana: el problema de Dios escapa de la esfera de la reflexión filosófica para caer en el mundo de lo irracional, del sentimiento y de la fe. Por el contrario, en el humanismo americano Orrego evita caer en los bancos de arena de la rivalidad entre Dios y el hombre, para colocar la cuestión en una nueva forma: Dios y el hombre son, de cierta forma, sujetos contrarios que postulan un reconocimiento recíproco. No cabe escoger entre uno y otro, con la necesaria eliminación – exclusión.

Con este trasfondo espiritual Orrego hace frente a la crisis del hombre moderno, lo que a su vez le permite comprender mejor el destino de los gérmenes históricos como factores del nuevo complejo cultural. De este modo, su punto de partida es un humanismo integral que no se agota en lo inmanente ni se anestesia en lo trascendente.

Elementos del proceso continental

Los capítulos primero y segundo se ocupan de los elementos del proceso histórico continental; y en ella encuentra a la generación precursora del nuevo destino americano y la “teoría del espectro antropológico”. La conquista trajo factores integracionistas (lengua, raza, historia y credo) pero en lo sustantivo siempre fue una ínsula. La independencia si bien se consumó bajo la advocación del enciclopedismo, sin embargo acaba afirmando un feudalismo despótico y oligárquico, por ello no fue simple reflejo de acontecimientos europeos. Fue Bolívar, escribe,

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