Dios.
Enviado por fstslinda • 3 de Agosto de 2013 • Informe • 554 Palabras (3 Páginas) • 287 Visitas
“”(…) Que nos brinden a todos justicia, libertad, democracia y bienestar y que permitan a la mujer laborar de igual a igual que el hombre en el logro de estas ansiadas y queridas esperanzas.” [1]
Con esta frase de la reconocida escritora y política chilena Amanda Labarca se expone que al género femenino se le deben entregar las mismas posibilidades que al sexo opuesto para la búsqueda efectiva de sus derechos. Es decir, que las mujeres sean capaces de alcanzar atributos propios de un ciudadano, de igual manera que lo ha hecho el género masculino a través de la historia.
Si bien, el hombre como máxima figura de la ideología predominante ha realizado sus propósitos sin experimentar escollo alguno; la figura del que muchos consideran el sexo débil es la situación antagónica, puesto que la mujer se ha visto apartada de la acción en diversos ámbitos, agregándole a esto, su subyugación como ente propio de la sociedad hasta un nivel de catalogación como perfil carente de aptitudes que favorezcan a la producción externa del hogar.
Ejemplos que se alejan de este marco serían el de la afamada guerrera Juana de Arco [2], o la griega Hipatia [3], las cuales llevaron a voz pública sus ideas y conocimientos, no obstante, sus historias de igual manera se vieron tildadas por la oposición, por el simple hecho de pertenecer a la naturaleza femenina.
Ahora bien, a lo largo de la tradición universal el sexo femenino se ha ido construyendo no en base a sus características inherentes, sino más bien a los estándares externos, vale decir, la representación de la mujer no proviene de la interioridad de ésta, sino desde las perspectivas de la comunidad con el propósito de crear una figura desprovista de opinión propia. Esto conllevó a que Simone de Beauvoir, famosa ensayista feminista en su obra El segundo sexo expusiera la célebre frase “No se nace mujer, se llega a serlo” [4] con el fin de exteriorizar la situación de que el género femenino no surgía de manera autónoma, más bien, era construido por externos.
En el caso particular de Chile, nuestro país no se vio relegado a la participación, sino que se presentó de manera activa por la emancipación [6] del género, ya sea en el ámbito cultural, social y político.
El primer aspecto se presentó con potencia por medio de reconocidas figuras femeninas que buscaban el cambio en las raíces ideológicas a través de la culturización y la utilización de la educación como herramienta de beneficio para el propósito. No obstante, en esa época la educación era un derecho único para los hombre en rasgos de sociedad, y se limitaba al ínfimo porcentaje de población que conformaba la elite chilena, provocando un gran obstáculo, además de la acentuación de la diferencia entre hombre y mujer.
En conclusión, y cerrando de manera definitiva los ámbitos que conformaron la emancipación femenina, se puede
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