ENSAYO CRISIS FINANCIERA DEL 2008
Enviado por Edyfrausto • 10 de Septiembre de 2017 • Trabajo • 4.583 Palabras (19 Páginas) • 1.009 Visitas
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Introducción
El mundo actual en el que vivimos bajo el régimen de un sistema capitalista padece la crisis más extendida que ha sufrido a lo largo de su existencia. La globalización del sistema y las relaciones sociales de producción, cada vez más estrechas entre los habitantes de todos los países del mundo, dan a ese proceso un carácter complejo y severo. Debido a que se insistió, durante varios meses y en diversos foros, que la crisis era sólo financiera, estimo conveniente, en primer lugar, contestar a la pregunta siguiente: ¿Cuál es la naturaleza de esta crisis? Ya que si bien el sector financiero jugó un papel considerable en este fenómeno económico sus repercusiones excedieron por completo la esfera que comprende al sistema financiero.
LA CRISIS DE UN SISTEMA
Los años de la depresión económica han sido años de reacción política, y es por eso que la crisis económica ha generado una crisis de la paz mundial.
Arthur Henderson
El origen y el carácter de la crisis
La crisis financiera no tiene su origen en octubre de 2008. Desde el 10 de septiembre de 2007 había declaraciones acerca de que los mercados de Estados Unidos y de Europa tenían los síntomas de una crisis financiera clásica, pero que ésta ocurría fuera del sector bancario tradicional fue algo que no era del todo previsto. A inicios del año 2008, tal crisis seguía presente y sus primeros síntomas ya se dejaban ver como lo fue la quiebra de dos bancos estadounidenses, dos bancos alemanes, un banco inglés, de prestamistas hipotecarios, fondos de derivados de inversión, fondos de cobertura y pérdidas declaradas por más de 100 mil millones de dólares entre los mayores bancos del mundo.
Al mismo tiempo, Wesley Marshall preveía: “Estados Unidos enfrenta una crisis de proporciones inéditas, capaz de cambiar sustancialmente las relaciones y estructuras económicas mundiales. Una característica clave de la crisis bancaria clásica es que la causalidad de la crisis corre desde el sector bancario hacia el resto de la economía”.
Esto es, la crisis se desarrolla y surge en el sector financiero y no en el sector real de la economía. Pero, una vez presente, la crisis que en sus orígenes era del sector financiero afecta el funcionamiento del sector real y con ello se agrava la crisis. En octubre de 2008, si bien era indiscutible la capacidad de los grandes financieros de Wall Street y de Europa para idear instrumentos de inversión cada vez más avanzados y que pudieran mejorar las circunstancias, los especialistas advirtieron que se habían rebasado los mecanismos de regulación y que la crisis financiera se dirigía sobre el sector productivo de la economía. La desregulación financiera en los mercados del mundo dio lugar a un entorno favorable para el crecimiento desmedido y la concentración nunca antes vista del poder financiero global. Ese conflicto económico ha favorecido, además a la concentración del capital y la fusión de grandes empresas industriales y de servicios no financieros. Estas formas de concentración han estado presentes en el ámbito financiero, y, la lucha por apropiarse de una parte cada vez más importante del mercado ha llevado a un conflicto entre las grandes corporaciones que buscan espacio a través del ofrecimiento de atractivos rendimientos, mediante la realización de operaciones con alto riesgo de pérdidas. Cuando las tasas de interés y las cotizaciones de los títulos en la Bolsa de Valores se derrumban pierden sus ahorros las familias y también se acaba con los fondos de pensiones. El colapso financiero repercute en el mercado de la vivienda, se pierden los ahorros de las familias y se desploman los precios de los bienes inmuebles, se terminan las inversiones y se lesiona la industria de la construcción, el quebranto se propaga a la producción de bienes de consumo y de capital y disminuye la demanda de servicios. A partir de ese momento, resaltan de una manera más clara las contradicciones centrales del capitalismo mundial. Aparece la sobreproducción, misma que se agrava en la medida que se hace patente el subconsumo, agravado por la desigualdad existente en la distribución del ingreso, desigualdad que limita el poder de compra de los sectores más numerosos de la población y con ello el deterioro social en dichos sectores. Estos fenómenos, sobreproducción y subconsumo, lesionan negativamente la tasa de ganancia, frenan la inversión y con esto se quebranta la producción de bienes y el empleo de la fuerza de trabajo.
La crisis actual encierra también otra característica. Es una fase de la crisis de largo plazo que se iniciara desde mediados de los años setenta del siglo anterior. Este fenómeno se caracteriza por la sobreproducción recurrente y, por tanto, la tasa de ganancia se ve seriamente marcada por una tendencia a la baja. En la tendencia de largo plazo, se vuelve notable la presencia de nuevos competidores en el mercado mundial; presencia que ha contribuido a la baja considerable en dicha tasa. Las 500 empresas más importantes del mundo acusaron, según Fortune, un descenso en su tasa de ganancia desde 7.1% entre 1960 y 1969 a 5.3% entre 1980 y 1990, a 2.3% entre 1990 y 1999 y a sólo 1.3% entre 2000 y 2002.4 Con el fin de contrarrestar dicha tendencia, se pusieron en marcha las acciones de política económica derivadas del proceso de globalización iniciado en la segunda mitad del siglo pasado, política que fue acompañada por la fuerte expansión territorial del capitalismo, facilitada por la caída de la Unión Soviética y el fin del socialismo en la Europa Oriental. Buscaba esa política económica propicio la acumulación de capital a través de la eliminación de restricciones a la circulación y uso del capital y la acumulación de una mayor proporción de la riqueza cada vez en menos manos. La concentración del ingreso afectó la distribución del producto entre las naciones y los ritmos de crecimiento de la economía mundial cambiaron de 2.4% anual como promedio en los años setenta a 1.4% en los ochenta y a 1.1% en los años noventa.
En 2001, el mundo capitalista sufrió una profunda crisis y en 2008 somos testigos de otra mayor. La globalización ha seguido un camino paralelo al neoliberalismo. El proceso de globalización del capitalismo se vio fortalecido por el avance y desarrollo de las nuevas tecnologías en informática, comunicaciones y transportes. Mediante la globalización, las economías centrales procuraron incorporar nuevos, aunque limitados mercados, conseguir materias primas a menores costos, sin importar la sustentabilidad ecológica, intensificar la realización de grandes proyectos de infraestructura y, sobre todo, incorporar al proceso productivo grandes contingentes de mano de obra barata, mediante nuevos mecanismos de división de la función productiva o la búsqueda de nuevas localizaciones para sus factorías. Resulta hasta cierto punto lógico que el propósito de todo esto era acrecentar la tasa de ganancia de las grandes empresas transnacionales. El proceso de globalización contribuyó, sin duda, a elevar en una gran proporción la capacidad de producción mundial. En el momento culminante del neoliberalismo y de la globalización se habló de una nueva economía. Se insistió en el impulso que brindaban los modernos sistemas de informática y comunicación y algunos economistas del centro escribieron con entusiasmo que ya se habían superado las crisis del capitalismo. Muy pronto se pudo apreciar que el neoliberalismo y la globalización habían resultado inoperantes para acabar con los ciclos de la actividad económica. Ante ese fracaso, se procuró remediar la tendencia descendente de la tasa de ganancia activando la financiarización. La economía real sin duda ha crecido, aunque como se dijo antes, a un ritmo cada vez más lento. Sin embargo, la economía financiera lo ha hecho con gran rapidez. La diferencia entre uno y otro proceso no se manifiesta todo el tiempo sino hasta que se rompen las llamadas “burbujas financieras”, mismas que han estado presentes en todas las últimas crisis. El problema parece tener su causa en que la inversión financiera en instrumentos no crea un nuevo valor real, sino que tiene por objeto apropiarse de un valor ya existente. Esto es, la inversión financiera en instrumentos financieros puede generar, y genera, una ganancia a su propietario, pero no aporta un valor agregado al sistema económico. Este alejamiento de la economía real favorece y alienta la especulación financiera, así como la búsqueda de mayores ganancias ya sea en el juego diario de la Bolsa de Valores o en la compraventa de derivados financieros y de papel en los fondos de cobertura. La desregulación que propició el neoliberalismo y la globalización en los mercados financieros acrecentaron el riesgo de padecer crisis financieras cada vez más graves. El quebranto financiero en el mundo provocado por esta crisis ha sido muy importante. Jeffrey Sachs escribió recientemente, que Estados Unidos, Europa y Asia han sufrido un colapso en su riqueza “Debido a la caída de los mercados de valores y los precios inmobiliarios. Todavía no hay una medida autorizada de la caída de la riqueza, pero quizá sea de 15 billones de dólares a partir de su nivel más alto en Estados Unidos y de 10 billones de dólares en Europa y Asia. Una caída combinada de aproximadamente 25 billones de dólares representaría alrededor de 60% del ingreso global en un año”. En las estimaciones que se han publicado al respecto, sin embargo, se tiende a ignorar el hueco que ha dejado la crisis en los fondos de pensiones
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