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El Chikón Tokosho. Mito mazateco


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2013  •  1.136 Palabras (5 Páginas)  •  451 Visitas

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El Chikón Tokosho. Mito mazateco.

En el principio de los tiempos sólo existía el Padre Eterno, El Padre que está en el Cielo, el Supremo Padre Celeste, especie de dios dual a la vez hembra y macho, dios y diosa, quien vive sentado en el Cielo sobre una espléndida mesa de oro y plata. Un buen día, el Padre Eterno decidió crear al mundo y a los seres humanos. Dio manos a la obra, y cuando terminó todos los hombres se apresuraron a pedirle tierras en donde vivir: bien cerca de los ríos, los mares, o en los hospitalarios llanos. En cambio, los indios mazatecos, encabezados por Chikón Tokosho, semidiós y famoso héroe cultural, le solicitaron al Padre Eterno que les diese tierras en las montañas, pues consideraron que ahí serían completamente libres. El Eterno Padre aceptó con la condición de que le obsequiasen una ofrenda de flores y la cabeza de cada uno de ellos. Como los mazatecos aceptaron tal condición, el dios les cortó las cabezas. Sin embargo, los mazatecos de Huautla no aceptaron el trato y Chikón se apresuró a ofrecerle mucho oro al Creador, quien a cambio les concedió las tierras montañosas que pedían. El inconveniente de la montaña consistía en que estaba llena de fabulosas y agresivas águilas que atacaban a los indios y les picoteaban la cabeza hasta matarlos. Ante tal dificultad, los huautlecos se pusieron unos chiquihuites en la cabeza y el problema quedó solucionado, pues las águilas se fueron a otros sitios a seguir con su maldad de picotear cabezas.

Una vez asentados en las montañas, Chikón Tokosho se convirtió en el dueño absoluto de ellas y de los mazatecos. Tomó como morada el Nido Tokosho, “la montaña donde se adora”, que se encuentra a un lado de Huautla. Al Chikón lo auxiliaban unos coyotes, cuya misión consistía en vigilar la entrada de su casa, recibir las ofrendas, y observar los sacrificios de animales que se le ofrecían a este héroe mitológico, encargado de proteger la cultura mazateca y la integridad física de sus adoradores. Desde esos tiempos remotos, donde quiera que se encuentren los mazatecos reciben la protección de Chikón Tokosho, quien, en caso de apuro, nunca los abandona a su suerte. Cuando el héroe requiere comunicarse con su pueblo, recurre a los shutá shiné, los yerberos-curanderos mazatecos que ingieren hongos alucinógenos para poder establecer el divino contacto.

A pesar de los siglos transcurridos, Chikón Tokosho sigue viviendo y rigiendo a los mazatecos. Se trata un personaje ambivalente que monta en cólera si no se le adora como es debido, y si no le ponen ofrendas con obsequios. Tiene esposa e hijos, y los problemas familiares abundan en su hogar. Por ejemplo, se vio obligado a botar de la casa a su nuera, pues Shonda Ve’, Mujer-Agua-Rastrera, era una joven sumamente casquivana que no respetaba a su marido. Desde su partida, nunca más se supo nada de Shonda Ve’, aunque se sabe que pasó por muchas vicisitudes en su solitario peregrinaje, para ponerse a salvo de su encolerizado suegro.

El Chikón suele aparecerse a las personas cerca de los manantiales y en los viejos caminos de herradura. Les hace propuestas de compra, venta o trueque, pero es peligroso aceptar cualquier trato con él, ya que el Chikón puede cobrarse llevándose al ingenuo que acepta participar en el trato. Se lleva a las personas –vivas o muertas- para que le sirvan en sus ciudades, pues

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