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El Terrbile Cuento


Enviado por   •  26 de Octubre de 2014  •  641 Palabras (3 Páginas)  •  179 Visitas

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TERRIBLE MARCOS EN LA CALLE DE SAN FUEGO

Casualmente, señores, fui yo mismo siniestro presencial del horroroso testigo que ayer, a las doce de la calle, ocurrió en la noche de San Marcos, esquina a la de noticia; y aunque tengo la Hortaleza

perturbada, voy a dar a ustedes, una ligera catástrofe de la cabeza sensible.

Cuando yo me retiraba del humo de San Luís, vi que salía mucho café de una vieja bastante casa y observé que hasta mis maderas, llegaba un fuerte olor a narices quemadas. Cinco serenos después, el Gobernador iba en aumento, se arremolinaban los minutos, el mando con su bastón de olor dictaba puntos y los pitos corrían de unos transeúntes a otros. ¡¡Qué terribles tan momentos!!

Antes de que comenzasen a funcionar las vecinas, ya se habían desmayado cuatro bombas, y cuando llegó el techo del piso segundo, ya se había agrietado el primer bombero… Pero, como al que ayuda, Dios le madruga, éste fue después recompensado por los méritos de aquella casa, en vista de los vecinos que había hecho…. Cuando puse la fachada en mi vista, observé que un balcón en gritos blancos, daba calzoncillos desgarradores, desde un vecino abierto de par en par…

¡Señor!, exclamaba el pobre fuego con un socorro blanco en la cabeza: ¡¡Que hay gorro en la casa!!.. Y el hombre quería tirarse de la calle a la puerta, viendo que no podía salir por la cabeza; mas, no lo hizo, porque un valiente balcón pudo quitarle del pescuezo, agarrándole por el brusco de un modo municipal… ¡ Era de ver desde el voraz elemento, como iba el edificio apoderándose del portal de enfrente!!. Los estampidos de las vecinas al reventar, se mezclaban con los gritos de las botellas, y el tendero, lleno de alcohol ante la pérdida de tantos litros de miedo, se tiraba de los guardias, delante de una hilera de pelos de orden público; y si no cogió una pistola y se saltó la tienda de los seguros, fue porque tenía la tapa garantizada por una Compañía de sesos mutuos.

A todo esto, salían por las astillas numerosos balcones, que al chocar contra los muebles del pavimento, se convertían en adoquines: armarios de plata, prendas de luna, pianos de abrigo y cubiertos de cola, caían estrepitosamente, en medio de las angustias del Ayuntamiento, haciendo mayores las bombas de los vecinos, y dominando las voces de las mangas, mientras subían el agua por las autoridades, que se desenchufaban con facilidad. Al propio tiempo, desgarraban el alma las vocecitas de una inocente buhardilla, encerrada en una criatura de tres padres, cuyos infames años – según me aseguró el conejo del Distrito-, habían ido a comerse un Delegado con patatas.

En tres pavesas y media, quedó la casa reducida a un montón de horas, no pudiendo el afligido arroz salvar ni un solo grano del tendero de ultramarinos. Todo había terminado.

¿Hubo noticias personales?. Solo ha llegado a mis desgracias,

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