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Ensayo sobre la Identidad y Dependencia Culturales, según Horacio Cerutti Guldberg, en diálogo con Francois Houtart


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2014  •  Tesis  •  1.143 Palabras (5 Páginas)  •  419 Visitas

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Ensayo 3: Ensayo sobre la Identidad y Dependencia Culturales, según Horacio Cerutti Guldberg, en diálogo con Francois Houtart

A lo largo de la historia, el hombre ha modificado las relaciones humanas que se dan dentro y entre los grupos culturales existentes. Ello le ha permitido que la riqueza cultural de los pueblos madure, crezca y dé frutos que, sin el apoyo entre culturas no fuera posible. Sin embargo, es cierto también que las crisis culturales que han surgido se han vuelto cada vez más largas y duras, haciendo que la identidad cultural de los pueblos se vea trastocada, cambiando en muchos casos los valores y tradiciones que, en un momento de su vida, eran los que le daban cohesión y madurez a sus integrantes. Uno de esos puntos de cohesión eran las creencias.

Es por ello, que el presente ensayo busca ahondar en el problema de la identidad cultural y las formas en que ésta depende de otras culturas hoy en día, tomando en cuenta que la libertad del hombre se pone en juego a cada instante que pasa, sobre todo cuando esa dependencia trastoca los elementos de alteridad y convivencia que se dan entre los miembros de una cultura específica, considerando las lógicas internas de la sociedad.

Cómo se consolida la identidad es un tema que se ve envuelto en tensiones, ya que la influencia de la cultura (en especial de la religión) y de los rasgos espacio temporales y grupales hacen que el ser humano transforme sus conductas dependiendo de las connotaciones y características del momento. A pesar de ello, los argumentos de Cerutti son de actualidad al momento que enuncia que “ese vaivén de lo individual a lo colectivo se articula con los borrosos límites de lo público y lo privado para diluir la propia imagen, impedir la consolidación de una autoimagen y hasta difuminar cualquier atisbo de dignidad”(1) , ya que el ser humano, al desarrollar su identidad, lo hace en relación con los otros, poniendo en juego todo aquel bagaje (que es él mismo, con sus creencias y no creencias) para que el otro lo tome o lo deje, haciendo que lo íntimo tenga capacidad de ser presentado al otro, para que a su vez, el otro desgarre una parte de él y alcance presencia en la relación. Por ello, la consolidación de la identidad se vuelve un juego que raya entre la “brutalidad y la sutiliza”(2) , entre el mostrar y el mantener en la reserva, ya que ello nos da la capacidad de humanizar aquella parte de nosotros que aún falta por crecer, pero que exige de nuestra parte un compromiso para hacerla surgir y madurar, para hacerla nacer y que alcance su esplendor. Así, de un trabajo que inicia en la soledad, la identidad es necesariamente en un segundo lugar, una situación que “depende”, que requiere del otro para formarse.

Simón Bolivar ya preguntaba qué somos en 1815, pregunta que, de hecho, desde sus comienzos y bajo distintas formas el hombre ha tratado de responder. Más allá de la respuesta, es necesario ver que el hombre busca en lo más profundo una respuesta acuciante que le brinde seguridad en su existencia y que le permita vivir y alcanzar sus objetivos. Ello lo hace desde la posibilidad de lo diverso, desde la visión de que cada persona puede dar una respuesta completamente diferente, valiosa y única a esa misma pregunta, pero que, gracias a esa variedad, podemos ver la grandeza de nuestra comprensión. Y en esa diversidad, algo que nos une

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