Evolucion De La Adminsitracion
Enviado por ares1000 • 7 de Abril de 2015 • 4.509 Palabras (19 Páginas) • 187 Visitas
EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y CONCEPTUALIZACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN
La administración como tal, se remonta al año 3000 a.C., con las primeras organizaciones gubernamentales creadas por los sumerios y los egipcios. (Daft R. 2006).
Posteriormente, en la antigüedad clásica y Edad Media, se comienzan a vislumbrarse algunos de los elementos que fueron sumándose e interrelacionándose con el concepto de la administración, como sucedió con lo correspondiente al liderazgo, mismo que tuviera ya su primer sustento teórico con Platón en su obra titulada “La República” y con Aristóteles, en su Política. En dichos escritos se analiza con profundidad la relación entre el poder y los súbditos, pero sin cuestionar el origen del mismo, pues para ellos esto era sagrado, es decir, provenía de los dioses, y éstos eran los que revestían o no de liderazgo y autoridad al elegido, por lo que poco o nada podía hacer una persona para adquirirlo y formarlo si lo tenía. La concepción, en este sentido, era más bien de un don divino (Francisco Sánchez-Fuentes, 2003).
En aquel entonces y basado en esas concepciones, la administración era simplemente impuesta, no discutida y dependía exclusivamente del criterio y visión de la persona que gobernaba.
Esta visión continuó por la Grecia clásica, la Roma imperial y bizantina, así como en las distintas naciones europeas y del Medio Oriente, durante toda la Edad Media, que curiosamente prevaleció tanto en las civilizaciones cristianas y musulmanas como en aquellas monarquías precolombinas de Centro y Sudamérica, al igual que el imperio chino y japonés, teniendo presente como dato al margen, que entre ellas, no necesariamente existió comunicación en aquel entonces.
En 1576, el francés Bodín, en su República, define la monarquía absoluta y autoritaria, como detentora de todos los poderes proponiéndola como la mejor forma de gobierno. Fueron los Siglos XVI y XVII los siglos de consolidación de este tipo de administración y de liderazgo.
En 1689, la consciencia europea entró en crisis, y es en este año cuando Inglaterra logra derribar la monarquía absoluta y establecer la hegemonía del Parlamento en el país.
Lo anterior respondía al hecho de que la sociedad quería ser más feliz, limpia, mejor educada. Y esta ansia de felicidad y bienestar coincide con la superación de la crisis económica, la expansión agraria e industrial, lo mismo que la necesidad del hombre por sentirse cada vez más seguro y feliz en su morada terrestre.
En este momento de euforia y prosperidad, un economista inglés, Adam Smith (1723 – 1790), en su obra La Riqueza de las Naciones, propone al mundo que se adopten los principios de una economía liberal. Según él, el intervencionismo del Estado es una forma bárbara que no atiende los principios naturales de la ley de la oferta y la demanda. Por lo tanto, el Estado debe alejarse de la vida económica y favorecer la libertad absoluta de todos los que en ella participen. (Carmona Y., 2010)
Para este entonces, los campesinos, burgueses y obreros expresan su deseo por ocupar un puesto en la sociedad y en el gobierno, por lo que unen sus esfuerzos para terminar con el régimen feudal. Este fue el S. XVIII, siglo en donde tiene lugar la Revolución Francesa.
Durante este momento, Montesquieu (1689 – 1755), en sus “Cartas Persas” así como en su obra “El Espíritu de las Leyes” defiende la división de poderes en el Estado (ejecutivo, legislativo, judicial) como forma política adecuada, frente a la práctica de la monarquía absoluta, en la que el rey gobernaba sin parlamento con todo el poder concentrado en sus manos, por ser considerado de orden divino.
Con el Iluminismo (Siglo XVIII), Thomas Hobbes primero, John Locke y J. Jacques Rousseu, situaron el origen del poder en la delegación del liderazgo y autoridad que el pueblo hace en su gobernante, lo que se tradujo en el hecho de que el gobierno dejaba de tener un orden divino.
Fue precisamente a finales del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX, cuando comienzan a nacer las propuestas de la Teoría Clásica de la administración.
Para aquel entonces, las personas que dirigían los diversos tipos de organizaciones (políticas, educativas y económicas), estaban procurando mejores caminos para satisfacer las necesidades de los clientes. Ya sea inducida o de manera paralela, muchos de los más grandes avances en cuestiones económicas, técnicas y culturales tuvieron lugar en esa época, lo cual impulsó aún más la nuevas formas de producir y por lo mismo, de administrarse.
La introducción de la máquina de vapor y el desarrollo de equipo más sofisticado e industrializado, cambiaron en definitiva la forma como se producía. Las pequeñas tiendas artesanales manejadas por hábiles artesanos comenzaron a ser remplazados por fábricas de producción a gran escala, con herramientas y técnicas específicas para tal fin (Gareth J., 2009). El resultado fue un brinco espectacular entre lo que antes se producía con respecto a lo que en ese momento se estaba instrumentando como algo novedoso. Las utilidades se incrementaron y se comenzó a estandarizar incluso los productos que se fabricaban. No obstante, las personas que dirigían dichas fábricas normalmente eran supervisores técnicos o ingenieros que en aquel entonces no estaban preparados para manejar los problemas sociales que ocurren cuando existe la interacción humana dentro del trabajo. El velar exclusivamente por la eficiencia trajo consecuencias inmediatas que requerían atención en el corto plazo.
En esta etapa de la historia de la evolución del pensamiento de la administración surge la Teoría de la Administración Científica, la que se identificó por el mejoramiento de la productividad, en los deficientes sistemas de administración y una fuerza laboral intensificada. Frederick Winslow Taylor (1856 – 1915) se le reconoce como uno de los precursores, y fue él precisamente quien comenzó insistiendo que la administración debía cambiar, dependiendo para ello del estudio científico (motivo del nombre de esta Teoría). Según Taylor, “las decisiones basadas en las reglas prácticas y en las tradiciones debían ser sustituidas por procedimientos rigurosos diseñados tras un estudio minucioso de situaciones individuales”. Su filosofía se pueden sintetizar en su frase: “en el pasado se anteponía el hombre a todo, en el futuro antepondremos el sistema”. (Citado en Ann Harrington, “The Big Ideas”, en Fortune, 1999). Para él, el líder de la organización le corresponde satisfacer las necesidades de la empresa y no la de los individuos. Su principal compromiso es el rendimiento de los empleados a como dé lugar, para alcanzar las metas de las organización. Los trabajadores son vistos como simples instrumentos que deben adaptarse
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