Homogeneo

Esta obra de Pablo Palacio demuestra tal vez, la realidad de la época en la ciudad de Quito, pero que posiblemente se mantenga hasta nuestros días. Pues en su obra “Un hombre muerto a puntapiés” demuestra un sarcasmo pero dirigido a lo cruel, y lo mezcla o lo combina con un humorismo, mezcla que claramente se puede apreciar. Un humorismo puro que raya en la ironía mordaz, que va poniendo el dedo en la llaga de la piel social, y más hondo aún, porque Palacio hiere el engranaje mismo y la savia que sustenta la realidad en la que vive. Algo que de verdad luce en esta obra, es su forma de relacionar, el cómo contar la historia y el cómo describir a los personajes, porque hay casos en los que describe muy poco al personaje, o solo lo describe físicamente, y al transcurrir el relato, el lector se da cuenta fácilmente de cómo es el personaje en cuestión y llega a conocerlo más a fondo. Otro aspecto en cuanto a los personajes es que tienen alguna señal que los hace únicos y diferentes a los demás, también tiene ideas bastante improvisadas de acuerdo al transcurrir de la trama. Muy personalmente, siento que la obra de Palacio nos atrae a que seamos parte de la historia, a involucrarnos con un personaje y sentir todo lo que este siente. Además con ideas que propone para tal vez tratar de confundirnos, al final de todo, son pequeñas señales de lo que va a suceder, pero que también termina en un sentido diferente al de la historia, o con cosas que no tienen nada que ver con el tema principal de cada historia.

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