Modernidad, identidad y utopía
Enviado por ilius • 18 de Julio de 2015 • Síntesis • 2.159 Palabras (9 Páginas) • 450 Visitas
Modernidad, identidad y utopía
En Modernidad, identidad y utopía en América Latina (Quijano,1988a), se plantea el debate sobre la “crisis de la modernidad” a partir de un “enfoque latinoamericano” que destaca la crisis general de la subjetividad contemporánea, buscando delimitar sus problemas y posibilidades. Quijano defiende la vigencia de la racionalidad histórica constituida con la modernidad, y arremete frontalmente contra la primacía de la racionalidad instrumental, evidenciada en el resurgimiento del pensamiento neoconservador y sus variantes asociadas al “neoliberalismo”, “antimodernismo” y “postmodernismo”. Ante la falsa disyuntiva entre capitalismo y socialismo realmente existente —que para él representan dos variantes de la misma racionalidad intrumental— postula la existencia de una racionalidad utópica alternativa, encarnada de manera particular en la historia e identidad de América Latina. Desde esta orilla del mundo el debate sobre la modernidad implica, por ello,
[…] volver a mirarse desde una nueva mirada en cuya perspectiva puedan reconstituirse de otro modo, no colonial, nuestras ambiguas relaciones con nuestra propia historia. Un modo para dejar de ser lo que nunca hemos sido (1988:46).
El texto critica las mistificaciones eurocéntristas, destacando la modernidad no fue resultado de la historia europea en sí misma, sino más bien del conjunto de transformaciones ocurridas en todo el mundo desde el inicio de la expansión colonial europea, y más precisamente desde la conquista y colonización de América:
La modernidad como categoría se acuña, ciertamente, en Europa y particularmente desde el siglo XVIII. Empero, fue una resultante del conjunto de cambios que le ocurrían a la totalidad del mundo que estaba sometido al dominio europeo, desde fines del siglo XV en adelante. Si la elaboración intelectual de esos cambios tuvo a Europa como su sede central, eso corresponde a la centralidad de su posición en esa totalidad, a su dominio (1980:11).
El surgimiento de la modernidad, como fuente de una nueva racionalidad, tiene pues una relación directa y entrañable con la constitución histórica de América Latina (1988:11). Tres factores resultan decisivos en dicho proceso: a) el rol de la producción metalífera americana, como base de la acumulación originaria y la formación de la economía mundial capitalista; b) la presencia de América en el imaginario utópico europeo de los siglos XVI-XVII; y c) la activa participación latinoamericana en el movimiento de la ilustración a lo largo del siglo XVIII.
El segundo de estos factores resulta clave, ya que implicó una verdadera mutación de la representación del tiempo y de la historia en la imaginación europea, debido a lo cual “se produce el desplazamiento del pasado, como sede de una para siempre perdida edad dorada, por el futuro como la edad dorada por conquistar o por construir” (1988:12). Emerge, así, una utopía de liberación, una nueva racionalidad histórica como base de la modernidad, cuyos rasgos principales son:
[…] la desacralización de la autoridad en el pensamiento y en la sociedad; de las jerarquías sociales, del prejuicio y del mito fundado en aquel; la libertad de pensar y de conocer; de dudar y de preguntar; de expresar y de comunicar; la libertad individual liberada de individualismo; la idea de la igualdad y de la fraternidad de todos los humanos y de la dignidad de todas las personas (1988:33).
Dicha racionalidad histórica es confrontada por Quijano con aquella ligada a la expansión imperial noreuropea, que —siguiendo a Horkheimer— denomina como racionalidad instrumental. Se trata de aquella racionalidad constituida como expresión del desplazamiento de las primigenias promesas de la modernidad ante el ascenso de la hegemonía imperial inglesa, bajo cuyo manto logra cristalizarse e imponerse, sobre todo desde fines del siglo XVIII y a lo largo del XIX. La versión oscurantista de la ilustración, básicamente nor-europea (Locke, Hume, etc.), se impone de ese modo sobre su versión liberadora, básicamente mediterránea (Voltaire, Rosseau, Diderot, etc.), encarrilando la conciencia europea a las necesidades del poder capitalista ya plenamente constituido. De ese modo, la asociación entre razón y liberación, propia de la racionalidad histórica, es eclipsada por la asociación entre razón y poder, propia de la racionalidad instrumental. Ello implicó una verdadera “metamorfosis de la modernidad” (1988:51), con consecuencias profundas en América Latina, pues la prolongación de la dominación colonial logró revestirse de ropajes liberales, convirtiendo la noción de “modernidad” en una ideología legitimadora de las jerarquías, y la quimera de la “modernización” en un remedo de occidentalización disociado completamente de toda noción de libertad, igualdad o fraternidad, y de la propia experiencia histórica latinoamericana.
Para Quijano, la identidad latinoamericana se halla encerrada en esas encrucijadas, en medio del conflicto entre la seducción occidental y las reverberaciones de su propia historia:
[…] no se trata solo de que leemos libros europeos y vivimos en un mundo por completo diferente. Si sólo así fuera, seríamos apenas “europeos exiliados en estas salvajes pampas”, como se han definido muchos o tendríamos como única aspiración ser admitidos como europeos, o mejor yanquis, como es sin duda el sueño de otros muchos. No podríamos, en consecuencia, dejar de ser todo eso que nunca hemos sido y que no seremos nunca (1988:60)
Ese dilema se relaciona estrechamente con la constitución heterogénea, conflictiva y discontinua de la sociedad y la cultura en América Latina, uno de cuyos rasgos es la inexistencia de un universo intersubjetivo compuesto por “materiales ya plenamente sedimentados(1988:59). De allí que el imaginario, la sensibilidad, la propia elaboración intelectual latinoamericana, muestran lo que Quijano denomina “tensión de la intersubjetividad”: como la cultura está constituida por múltiples elementos que le otorgan su riqueza, variedad y densidad, pero cuyas “contraposiciones abiertas no han terminado de fundirse del todo en nuevos sentidos y consistencias” (1988:59), se trata de un magma de sentidos culturales e históricos en permanente tensión y conflicto, pues:
[la] relación tensional entre el pasado y el presente, la simultaneidad y la secuencia del tiempo de la historia, la nota de dualidad en nuestra sensibilidad, no podrían explicarse por fuera de la historia de la dominación entre Europa y América (1988:63).
Lo específico de la identidad latinoamericana resulta ser la existencia de un complejo y discontinuo proceso de reelaboración de los elementos simbólicos que la constituyen, pues cada vez que las bases del poder logran
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