Odió y temió al militarismo
Enviado por ececc • 4 de Junio de 2013 • 448 Palabras (2 Páginas) • 490 Visitas
nombre no menciona, pero a quien yo llamo Noë ben Joel) es citado con frecuencia en sus cartas a varios
amigos y se sintió muy atraído por el famoso actor judeo-romano Roscio, padre del teatro moderno, sobre
quien se podría escribir otro libro.
Odió y temió al militarismo y fue un hombre pacífico en un mundo que no conoció ni conocería la paz.
Sus relaciones con Pompeyo, el gran soldado, fueron tempestuosas, porque recelaba del militarismo de
Pompeyo, aunque honraba su conservadurismo y procuró su exilio cuando César marchó sobre Roma.
César, aunque era un patricio y un soldado, pertenecía al partido popular y pretendía ser un gran
demócrata que amaba a las masas, pero Cicerón sabía muy bien que las despreciaba. Cicerón, como
hombre de la nueva clase media, se sentía asqueado ante esta engañosa e hipócrita actitud de «mi querido
y joven amigo Julio», quien a su vez pensaba que su propia hipocresía era muy divertida. En cuanto a
Cicerón, jamás fue hipócrita; en todo momento fue un moderado, un hombre de soluciones intermedias,
un creyente en el honor y la decencia intrínsecos del hombre corriente, un hombre que amó la libertad y la
justicia, la piedad y la amabilidad. Era inevitable, por lo tanto, que fuera asesinado. Nunca llegó a los
extremos de deificar o denigrar a los hombres corrientes. Se limitó a aceptarlos, se compadeció de ellos y
luchó por sus derechos y libertades.
La más profunda devoción terrenal de Cicerón fue la Constitución de Roma y especialmente su Ley de
las Doce Tablas. Por ello fue calumniado en un mundo romano que había comenzado a perder el respeto a
ambas, y esto también es cosa familiar para nosotros los americanos. Sin embargo, desconfiaba de la
venalidad de los jueces y siempre luchó contra ellos en los tribunales cuando representaba a clientes. Para
él, el gobierno según la ley era un edicto de Dios basado en las leyes naturales, y el gobierno según los
hombres era lo que más había que temer en una nación. Vivió lo bastante para ver cómo el último
triunfaba en la República romana, dando como resultado la tiranía.
Sus discursos contra Lucio Sergio Catilina podrían ser usados hoy en día por los políticos amantes de
la libertad, porque son extremadamente modernos. Las arengas de Catilina y sus incitaciones al pueblo no
son invenciones de esta autora. Salustio las recopiló y si parecen contemporáneas, no es porque la autora
las haya retocado. De Cicerón se ha dicho que en realidad «fue el primer americano», mientras que por
desgracia Catilina sigue existiendo en varios políticos de nuestro tiempo.
Las historias de la República romana y de Estados Unidos son asombrosamente paral
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