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Odió y temió al militarismo


Enviado por   •  4 de Junio de 2013  •  448 Palabras (2 Páginas)  •  487 Visitas

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nombre no menciona, pero a quien yo llamo Noë ben Joel) es citado con frecuencia en sus cartas a varios

amigos y se sintió muy atraído por el famoso actor judeo-romano Roscio, padre del teatro moderno, sobre

quien se podría escribir otro libro.

Odió y temió al militarismo y fue un hombre pacífico en un mundo que no conoció ni conocería la paz.

Sus relaciones con Pompeyo, el gran soldado, fueron tempestuosas, porque recelaba del militarismo de

Pompeyo, aunque honraba su conservadurismo y procuró su exilio cuando César marchó sobre Roma.

César, aunque era un patricio y un soldado, pertenecía al partido popular y pretendía ser un gran

demócrata que amaba a las masas, pero Cicerón sabía muy bien que las despreciaba. Cicerón, como

hombre de la nueva clase media, se sentía asqueado ante esta engañosa e hipócrita actitud de «mi querido

y joven amigo Julio», quien a su vez pensaba que su propia hipocresía era muy divertida. En cuanto a

Cicerón, jamás fue hipócrita; en todo momento fue un moderado, un hombre de soluciones intermedias,

un creyente en el honor y la decencia intrínsecos del hombre corriente, un hombre que amó la libertad y la

justicia, la piedad y la amabilidad. Era inevitable, por lo tanto, que fuera asesinado. Nunca llegó a los

extremos de deificar o denigrar a los hombres corrientes. Se limitó a aceptarlos, se compadeció de ellos y

luchó por sus derechos y libertades.

La más profunda devoción terrenal de Cicerón fue la Constitución de Roma y especialmente su Ley de

las Doce Tablas. Por ello fue calumniado en un mundo romano que había comenzado a perder el respeto a

ambas, y esto también es cosa familiar para nosotros los americanos. Sin embargo, desconfiaba de la

venalidad de los jueces y siempre luchó contra ellos en los tribunales cuando representaba a clientes. Para

él, el gobierno según la ley era un edicto de Dios basado en las leyes naturales, y el gobierno según los

hombres era lo que más había que temer en una nación. Vivió lo bastante para ver cómo el último

triunfaba en la República romana, dando como resultado la tiranía.

Sus discursos contra Lucio Sergio Catilina podrían ser usados hoy en día por los políticos amantes de

la libertad, porque son extremadamente modernos. Las arengas de Catilina y sus incitaciones al pueblo no

son invenciones de esta autora. Salustio las recopiló y si parecen contemporáneas, no es porque la autora

las haya retocado. De Cicerón se ha dicho que en realidad «fue el primer americano», mientras que por

desgracia Catilina sigue existiendo en varios políticos de nuestro tiempo.

Las historias de la República romana y de Estados Unidos son asombrosamente paral

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