Pais De Uno
Enviado por Cokres151515 • 23 de Noviembre de 2014 • 1.675 Palabras (7 Páginas) • 162 Visitas
MIRAR A MEXICO CON MAS HONESTIDAD
Alguno vez el periodista Julio Scherer García le pidío a Ernesto Zedillo que le hablara de su amor por México. Le sugirío que le hablara del arte, de la geografía, de la historia del país. De sus montañas y sus valles, sus volcanes, sus heroes y sus tardes soleadas. El expresidente no supo que contestar. Hoy es probable que muchos mexicanos tampoco sepan como hacerlo. Hoy el pesimismo recorre el país e infecta a quienes entran en contacto con él.
México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo haber sido y no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. México estrena el vocabulario del desencanto. Se siente en las sobremesas, se comenta en las calles, se escucha en los taxis, se lee en las pintas, se lamenta en las columnas periodísticas, se respira en los lugares donde aplaudimos la transición y ahora padecemos la violencia.
México vive lo que el politólogo Jorge Dominguez, en un artículo en Foreign Affairs, bautizó como la ” fracasomanía “: el pesimismo persistente ante una realidad que parece inamovible. Muchos piensan que la corrupción no puede ser combatida; los políticos no pueden ser propositivos; la sociedad no puede ser movilizada; la población no puede ser educada; los buenos siempre sucumben; los reformadores siempre pierden. La luz al final del tunel solo ilumina el trén a punto de arrollar a quienes no pueden eludir su paso. El país siempre pierde. Los mexicanos siempre se tiran al vacío desde el Castillo de Chapultepec y no logran salir de allí. Por ello es mejor callar. Es mejor ignorar. Es mejor emigrar.
En México, como diría Elias Canetti, los pesimistas son superfluos y la situación actual demuestra por que. Estos son los tiempos de muertos y heridos. De poderes fácticos y reformas postergadas. De pristas robustecidos y panistas divididos. De ciudadanos que quieren vigilar el poder y de partidos que abusan de él. Del sabotaje a a las instituciones electorales y del auto-sabotaje de la izquierda. Todos los días leemos una crónica de catástrofes; una crónica de corruptelas; una crónica de personajes demasiados pequeños para el país que habitan.
México partido entre la ” triste tristeza ” de unos y la precaria tranquilidad de otros. México dividido entre la cabizbaja confusión de unos y la contundente certidumbre de otros. País que alberga a quienes compran en Saks Fifth Avenue e ignoran a quienes piden limosnas en los camellones a unos metros de allí. País que preserva su pasado pero tambien lo habita. Orgulloso de la modernidad que ha alcanzado pero impasible ante los millones que no la comparten. Paraje peleado con si mismo, impulsado por los sueños del futuro y perseguido por los lastres del pasado. El México nuestro. De rascacielos y chozas, BMWs y burros, internet y analfabetismo, murales y marginados, plataformas petroleras y ejidos disecados, riqueza descomunal y pobreza desgarradora. País sublime y desolador.
Habrá muchos que aplaudirán lo logrado en las últimas décadas: La transición electoral, la estabilidad macroeconómica, el Tratado de Libre Comercio, la creación de una clase media que comienza – poco a poco- a crecer, el ingreso per cápita de casi nueve mil dólares, el programa Oportunidades. Logros, sin duda, pero demasiado pequeños ante el tamaño de los retos que el país enfrenta: Democracia. Equidad. Buen Gobierno. Seguridad. Justicia, La posibilidad de un México capaz de soñar en grande.
Ante esos retos surge el imperativo de que los mexicanos evaluen a su país y a si mismo con mas honestidad. Sin las anteojeras de los mitos y los intereses y los lugares comunes que buscan minimizar los problemas. Sin las máscaras que Octavio Paz describío en ” El laberinto de la soledad ” y que contribuyen a nuestro pernicioso “amor a la forma.” En México mostramos una peligrosa inclinación por ordenar superficialmente la realidad en vez de buscar su transformación profunda. México, la nación que no logra encarar sus problemas con la suficiente franqueza y por ello transita de acuerdo en acuerdo, de reforma minimalista en reforma minimalista, de paliativo en paliativo, del laberinto de la soledad al yugo de las bajas expectativas .
L a reverencia al statu quo que tantos mexicanos despliegan contribuye a inhibir el cambio, a embargar el progreso, a coartar la creatividad. Convierte a los hombres y mujeres del país en espectadores, postrados por la devoción deferencial a una narrativa que necesitarán trascender si es que desean avanzar. Esa historia memorizada de tragedias inescapables, conquistas sucesivas, humillaciones repetidas, traiciones apiladas, heroes acribillados. Esa historia oficial, fuente de actitudes que dificultan la conversión de México en otro tipo de país. Actitudes fatalistas, resignadas, conformistas, profundamente enraizadas en la conciencia nacional.
Actitudes compartidas por quienes asocian el cambio con el desastre… Por quienes perciben la estabilidad como lo mas a lo que es posible aspirar. Actitudes desplegadas por los apologistas del pasado que obligan al país a cargar con su fardo. Incapaces de comprender que ” todo eso que elogian es lo que hay que desmontar”, en palabras de Sebastian,
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