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Enviado por   •  14 de Octubre de 2013  •  1.170 Palabras (5 Páginas)  •  277 Visitas

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El 80 por ciento de las prostitutas en Cochabamba comenzaron esa actividad cuando eran menores de edad, una gran parte a los 14 años. La mayoría es del resto del país. Ellas dicen que fueron seducidas con la promesa de que iban a trabajar y estudiar, según la directora de Defensa del Niño Internacional (DNI), Elizabeth Patiño. Aunque no existen datos oficiales, se calcula que en la capital valluna existen unas 3.300 trabajadoras sexuales, de las cuales sólo 300 acuden a un control médico cada mes.

En la actualidad, se estima que al menos el 20 por ciento de las que trabajan en lenocinios legales, clandestinos y en las calles es menor de los 17 años y no conoce casi nada sobre la sexualidad. Las trabajadoras sexuales deben tener una revisión médica en el centro cada semana, pero la mayoría elude esa responsabilidad y pone en riesgo su salud y la de sus clientes.

Los proxenetas, indica Patiño, que generalmente son los dueños de locales de prostitución, cometen también el delito de tráfico de menores porque, con una serie de ofrecimientos, trasladan a las niñas de Santa Cruz, Beni y Pando.

Estas menores están sometidas no sólo a la explotación sexual, sino también a la violencia física y psicológica de quienes administran su vida y cobran las ganancias y de los clientes.

María Eugenia Butrón, del Centro Médico dependiente del Servicio Departamental de Salud (SEDES), señala que las trabajadoras sexuales enferman generalmente de clamidya, triconomas, sífilis y hasta gonorrea y todos los días de su actividad, a pesar del cuidado que puedan tener, arriesgan su vida por la creciente presencia del sida en Cochabamba.

La mayor parte de las menores que caen en la prostitución no pueden salir casi nunca de esa actividad hasta mayores, porque son sometidas por los dueños de los lenocinios.

De acuerdo a los datos del Centro de Salud se calcula que en Cochabamba existen alrededor de 60 lenocinios, pero esa cifra puede duplicarse con los locales clandestinos. Incluso algunos que funcionan como chicherías están dedicados a la prostitución.

La explotación a las menores inclinadas al trabajo sexual es tan alarmante que no sólo son obligadas a ejercer ese oficio, sino también que ganan hasta menos del 50 por ciento de la venta de su cuerpo, el resto se queda con el proxeneta o administrador del local.

La mayoría de estas mujeres están desprotegidas, aunque en los últimos meses los “travestis”, prostitutas libres, es decir que trabajan en las calles y no en locales, y las menores se unieron para protegerse entre sí. Estas últimas se encuentran en la avenida Aroma y en la Terminal de Buses donde ofrecen sus servicios hasta por 20 bolivianos. El peor problema para la mayoría de ellas es que la sociedad las incrimina y juzga y no pueden salir de su situación. Nadie les da trabajo y viven acomplejadas y frustradas porque además son personas de muy baja estima.

Las que tienen hijos generalmente los abandonan en las noches porque no saben dónde dejarlos y hasta en algunos casos los llevan a esperar en las puertas de alojamientos, mientras “hacen cuarto”. Cuando son un grupo de trabajadoras sexuales, dos se dedican al trabajo mientras la otra cuida de los niños. Ellas mismas se organizaron en turnos, con el propósito de no abandonar a sus hijos. Hace un tiempo, las Hermanas Adoratrices instalaron una guardería sólo para la atención de los hijos de las trabajadoras sexuales, pero por varios motivos tuvieron que suspender ese servicio.

La directora de Defensa del

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