AROMAS DE AMOR MARIANO
Enviado por GraCordoba • 14 de Mayo de 2016 • Apuntes • 4.514 Palabras (19 Páginas) • 285 Visitas
AROMAS DE AMOR MARIANO
A 100 años de la inauguración del Camarín y 125 años de la coronación de la Virgen
Por Graciela Córdoba
“Catamarca, las provincias vecinas y puede decirse que toda la República han festejado con el más grande entusiasmo y con las muestras de mayor fervor a la Sma. Virgen del Valle en el 25º aniversario de su solemne coronación”. Así comienza el libro del Pbro. Dr. Rafael Macario que en 1916 reseñara las Bodas de Plata de la Coronación de Nuestra Señora del Valle.
A cien años de aquel portentoso suceso los catamarqueños nos preparamos para vivir nuevamente un acontecimiento que tiene a María en su advocación del Valle como atractivo imán que convoca corazones y huellas. Conmemoramos este año el 125º aniversario de la coronación de nuestra Madre y los 100 años de la inauguración del Camarín de la Virgen del Valle.
Diligencias preliminares
Los preparativos para esta celebración de hace 100 años comenzaron en septiembre de 1915, cuando el obispo diocesano, monseñor Bernabé Piedrabuena, nombró una comisión formada por hombres cercanos al Santuario y le encargó la organización de los homenajes populares. Integraban este grupo selecto entre otros el capellán del Santuario, Pbro. Hugo G. Ziegert, los presbíteros Pedro Martín Oviedo, Alberto Molas Terán y Rafael Macario, los reverendos padres Guardianes de San Francisco, el Rector del Seminario y Superior de los Misioneros Antonio Larrouy, los doctores Enrique Ocampo y Pedro I. Acuña, los señores Félix F. Avellaneda, Ramón Covarrubias Terán, Julio Herrera, Ismael Molina, Agustín Correa, Francisco Sotomayor y Agustín Madueño, el comandante Estanislao Maldones.
Las festividades de 1891 confirmaron la devoción a la Sma. Virgen, y como sus bondades no disminuyeron sino que continuaron prodigándose en abundancia, era necesario, entendía el obispo, congregarse en torno de su trono y festejarla. Y así lo comunicó a su pueblo, instándolo a “conmemorarlo con entusiasmo y magnificencia mayor que sea posible”.[1]
También conformó una asociación de damas para que actuara en colaboración con los caballeros y otra comisión organizadora de la procesión, ya que se esperaba una gran concurrencia. Esta comisión de señoras estuvo conformada por Waldina Cano de Navarro y María B. de Castillo como Presidentas honorarias, Javiera H. de Castellanos como Presidenta efectiva, y entre sus otros miembros figuraron Peregrina G. de Rodríguez, Elisa de la V. de Molina, Carmen C. de Herrera, Carlota O. de Correa, Telma B. de Covarrubias, Tránsito R. de Maldones, Mercedes A. de Acuña, Lastenia M. de Huergo, Dolores H. de la Vega, Ernestina N. de Walter, Emilia A. de Terán, Delia M. de Ocampo, Domitila G. de Avellaneda, entre otras muchas. Todos querían colaborar con tan magníficas festividades.
Catamarca trabajaba afanosamente en este proyecto y las provincias vecinas en las que el culto a la Virgen tiene un antiguo arraigo como Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba y Salta, se aprestaban también a mostrar su devoción. Incluso en Buenos Aires surgió un claro movimiento de fidelidad mariana y con la presidencia de Adelia Harilaos de Olmos se constituyó una comisión para homenajear a nuestra Madre del Valle.
Cartas pastorales y saludos papales
Con fecha 15 de marzo de 1916 Bernabé Piedrabuena da a conocer una Carta Pastoral a los fieles de la diócesis. En ella recuerda la celebración que la Patria se aprestaba a vivir: “Cien años hace que nuestros padres, enardecidos por su fe de cristianos y patriotas, invocando a Dios Soberano Señor de los pueblos y naciones, lanzaron el grito de independencia, proclamando la de nuestro país a la faz de las naciones.”[2]
Y refiriéndose a los sentimientos de sus comprovincianos expresa: “…en nosotros, hijos de Catamarca, se unirán otros, no menos intensos y de profunda ternura, despertados por la Religión al conmemorar el XXV aniversario de la coronación de Nuestra Madre del Valle, bajo cuya protección hemos nacido.”
Para luego conjugar en una síntesis armoniosa estas emociones: “La Religión y la Patria, como dijo el hijo más ilustre de este pueblo, son dos hermanas gemelas que, asidas de las manos atraviesan el mundo, posando sus pies en la tierra, mientras sus cabezas campean en la eternidad. Esos sentimientos, por admirable y gratísima coincidencia, solicitarán todos nuestros entusiasmos, conmoverán profundamente nuestras almas, y arrancarán del corazón y de los labios los cantos jubilosos del amor; y aclamaremos a nuestra madre de la tierra, la Patria, y a nuestra Madre del Cielo María, madre también de nuestra Patria, a la cual ha dispensado su protección verdaderamente maternal, y le ha otorgado los colores de su vestido como los distintivos de su nacionalidad.”
En su Pastoral Mons. Piedrabuena expone los compromisos de honor y gratitud que ligan a los fieles con la Madre. Y expresa que Ella se ha relacionado de manera especial con América Latina y con Argentina, en cuyas provincias se ha manifestado con predilecciones y numerosas muestras de amor. Y Catamarca entre ellas ha recibido su bendición en la imagen aparecida en Choya y que trasladada a Valle Viejo ha sido desde siempre luz que ha guiado y escudo que ha protegido.
Por todo ello el obispo alienta al pueblo catamarqueño: “En la medida de nuestras fuerzas, tomemos parte en el homenaje y fiestas que se preparan, secundando los esfuerzos de la Comisión encargada de ellas; pero que todas esas fiestas, en homenaje de veneración, sea la expresión y exteriorización de los sentimientos del alma, y que el homenaje de piedad y devoción supere en mucho al de esas manifestaciones exteriores de regocijo y afecto.”
El papa Benedicto XV, enterado de las fiestas por el obispo, pocos días antes de empezar las celebraciones, envía una carta confirmando su participación con la designación de un Delegado especial para representarlo. En ella hace referencia al amor de nuestro pueblo por la Virgen, a “la mutua y nunca interrumpida correspondencia entre los catamarqueños y su celestial Patrona, de amor y veneración por una parte y de beneficios casi innumerables por otra.”
Es de imaginarse la alegría de Piedrabuena, que de inmediato comunica a los fieles la buena noticia, haciendo énfasis en la delicadeza del Papa que en medio de las preocupaciones por los estragos de la guerra europea “…vuelve su mirada hacia sus hijos que moramos en este apartado y pequeño pueblo…”
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