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EL HOMBRE FRENTE A LA MUERTE


Enviado por   •  20 de Julio de 2011  •  2.702 Palabras (11 Páginas)  •  1.459 Visitas

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MODULO EL HOMBRE FRENTE A LA MUERTE

La muerte ha sido siempre, y es, para el hombre, un tema de profundas reflexiones y definiciones: biológica, la perspectiva filosófica y religiosa a, la más actual, científica... sin embargo en las sociedades industriales avanzadas cada vez es más difícil el convivir o el aceptar la mera idea de la muerte; como veremos, el concepto y las actitudes hacia la muerte han venido sufriendo una "evolución" en los últimos siglos y, sobre todo, en las últimas décadas de modo que su mismo

Desde el Paleolítico se multiplican las sepulturas y cementerios, dando origen a diferentes rituales funerarios que se convierten en una rica fuente de información sobre las creencias y actitudes ante la muerte de nuestros antepasados.

Las tumbas de mayor antigüedad, que corresponden al hombre de Neanderthal, demuestran que el acto de sepultar a los muertos no indica un mero procedimiento que consiste en cubrir el cadáver para proteger al grupo de su descomposición, sino que señala una actitud ritual: en ocasiones el muerto es colocado en posición fetal, a veces es acostado sobre un lecho de flores, en otros casos se encuentran cubiertos por una capa de ocre; también se han encontrado los restos mortales señalados y protegidos por un cúmulo de piedras, e incluso suelen estar acompañados por ofrendas en forma de alimentos o armas.

El ritual de enterramiento es un comportamiento específicamente humano, en el que intervienen dos elementos: por un lado, el acto de no ignorar la aparición del cadáver, y por otro las construcciones mentales que su presencia suscita. En efecto, desde que el hombre toma conciencia de la finitud de su existencia, el cadáver recibe una atención y tratamiento especial, valiéndose para ello de diferentes técnicas, que tienen el objetivo de contrarrestar los efectos de la tanatomorfosis: embellecimiento, confección de mortajas, embalsamamiento, cremación, necrofagia, momificación, abandono del cadáver en lugares alejados, preparación de tumbas, etc.

El tratamiento que recibe el cadáver cambia según las épocas, lugares y situaciones sociales del difunto, tales como la edad, la clase social a la que pertenecía, o al tipo de muerte de la que fuera víctima; y puede clasificarse según se ejecuten en los cuatro elementos existenciales:

- inhumación (tierra)

- inmersión (agua)

- cremación (fuego)

- exposición (aire)

En el hombre de Neanderthal aparece ya una estructura de pensamiento que señala a la muerte como una sujeción ineludible de todos los seres vivos, evidenciado tanto por la presencia de los muertos en el mundo de los vivos, como por la conciencia de muerte. Dicha conciencia conduce a la construcción de todo un aparato mitológicomítico- mágico cuyo propósito es afrontar la muerte, integrarla a la existencia; en todas las sociedades humanas la conciencia de muerte ha desempeñado un papel primordial en la constitución de la mitología, la religión y la filosofía.

Desde el siglo VI al XII, la muerte estaba domesticada, domada, en tanto se encontraba regulada por un ritual consuetudinario. La muerte ocurrida en circunstancias normales, no tomaba a los individuos por sorpresa, traidoramente, sino que se caracterizaba por dejar tiempo para el aviso. Cuando esto no ocurría desgarraba el orden del mundo en el que cada cual creía; esta muerte súbita o repentina era, según una creencia muy antigua la marca de una maldición. Durante este período los difuntos resultaban familiares; no se vivenciaba como drama personal sino comunitario. Pese a la familiaridad con la muerte, los vecinos temían a los muertos y mantenían los cementerios alejados de sus lugares de residencia, como un modo de evitar que los muertos perturbaran a los vivos. Posteriormente, los muertos dejaron de causar miedo a los vivos, y unos y otros cohabitaron en los mismos lugares. Este paso, de la repugnancia a la nueva familiaridad, se produjo por la fe en la resurrección de los cuerpos, asociada al culto de los antiguos mártires y sus tumbas.

Entre el siglo XII y el final del siglo XV es la época de la muerte de sí, la muerte propia, pues se toma conciencia que la muerte implica el fin y la descomposición, por ello predomina el sentido de la biografía. La conciencia de la finitud genera un amor apasionado por el mundo terrestre y una conciencia que sufre al comprender el fracaso a que cada vida de hombre está condenado. El amor por la vida se tradujo en un apego apasionado por las cosas que resistían el aniquilamiento de la muerte. A partir del siglo XVI, el cementerio abandona el centro de las ciudades, la muerte es a la vez próxima y lejana, ruptura y continuidad.

Desde el siglo XVII la muerte va a ser clericalizada: el velatorio, el duelo y el cortejo se convierten en ceremonias de la iglesia. Se produce con ello un cambio profundo de las actitudes del hombre ante la muerte, puesto que el cuerpo muerto,antiguamente objeto familiar, posee ahora un valor tal que su vista se vuelve insostenible. La disimulación del cuerpo ante las miradas no constituye el rechazo de la individualidad física, sino el rechazo de la muerte carnal del cuerpo. Se vuelve improcedente mostrar durante demasiado tiempo el rostro de los muertos, aunque su presencia resulta necesaria porque ayuda a la conversión de los vivos.

En los siglos XVII y XVIII la muerte va a ser medicalizada, es decir que se aleja del dominio religioso e irrumpe como problema médico. Michel Foucault (1990) señala que en este período se inicia en la sociedad occidental un “despegue” del sistema médico y sanitario como consecuencia, fundamentalmente, de tres procesos. El primero de ellos se refiere al efecto o huella que deja en la especie humana la intervención médica a la que denomina biohistoria: los mecanismos utilizados para lograr la regresión de las enfermedades en especial de las infecto-contagiosas; los cambio en las condiciones socio-económicas; los fenómenos de adaptación y de resistencia del organismo; las medidas de aislamiento, higiene y salubridad; influyeron hondamente en la especie humana ya que ésta no permaneció inmune a tales transformaciones.

El segundo - la medicalización propiamente dicha- señala el momento en el cual el cuerpo humano, pero también su propia existencia y la conducta, se hallan insertos en una red de medicalización cada vez más densa y más amplia, y donde la investigación médica se torna más penetrante y minuciosa; también las instituciones de salud se amplían en gran medida.

El último proceso, que llama economía de la salud, indica la incorporación tanto del mejoramiento de la salud, como de sus servicios y su consumo,

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