El peor Estres como gatillante de enfermedad
Enviado por Daniela Luna Jara • 1 de Junio de 2017 • Ensayo • 1.996 Palabras (8 Páginas) • 379 Visitas
El estrés como sustrato condicionante o gatillante de enfermedad
A estas alturas del año, es común que los estudiantes se encuentren muy atareados y que, al preguntar cómo va el semestre, escuchar de parte de muchos de ellos “aquí estoy, estresado”. O lo mismo sucede con la población más adulta, sobre todo a fin de año. En el último tiempo, el uso del término estrés se ha popularizado sin que la mayoría de las personas tengan claro en qué consiste ¿qué significa realmente estar estresado? ¿qué implica? ¿es algo positivo o negativo? Esto es algo muy difícil de determinar, teniendo en cuenta que cuando nos encontramos en este estado podemos incluso funcionar mejor (“sin presión no se puede trabajar”); o al revés, nos podemos bloquear y quedarnos estancados en un estado emocional determinado, estallar y sentirnos agobiados por la carga de trabajo, liberándolo como llanto, enojo, rabia, perplejidad, irritabilidad, etc.
El estrés (del griego stringere, que significa «apretar» a través de su derivado en inglés stress que significa «fatiga de material») es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada, es decir, corresponde a la respuesta frente a un estímulo determinado. Es un término sumamente ambiguo el cual posee muchos significados y muy poca utilidad para entender cómo el organismo se adapta a las demandas de la vida diaria y a situaciones catastróficas que ocurren de manera fortuita, teniendo en cuenta además que muchas veces depende de la percepción de cada uno. Hasta aquí el estrés puede parecer algo bueno, ya que nos ayuda a afrontar diversas situaciones amenazantes, pero, ¿en qué momento el estrés pasa ser patológico y a generar efectos negativos en nuestra salud? ¿será prudente funcionar “estresado” la mayor parte del tiempo?
El estrés puede generar distintas respuestas en nosotros. Existe una respuesta emocional al estrés, la que puede expresarse por medio de la ansiedad, irritación, ira, preocupación, tristeza, pánico, etc., la cuál será de naturaleza transitoria. El sustrato de esta respuesta emocional al estrés es de naturaleza cognitiva, ya que el estímulo externo deberá ser percibido como estresante. Por lo tanto, esta respuesta va a depender de un proceso de apreciación cognitiva, que determina la forma e intensidad de la reacción emotiva en relación al estímulo. Evidentemente, esta apreciación varía de acuerdo a nuestros rasgos de personalidad, auto-eficacia, experiencia previa con el estímulo estresante y el apoyo social, de ahí que todos reaccionemos distinto frente al mismo estímulo, y que algunos nos estresemos de forma importante con situaciones que para otros no constituyen un estímulo estresante en lo absoluto.
A la vez, el estrés gatilla una respuesta fisiológica, que tiene relación con la reacción ante una situación de emergencia con todo nuestro potencial físico, la superación de esta amenaza y la generación de un proceso de adaptación frente a estas circunstancias. Este proceso es denominado síndrome de adaptación general, y está representado por tres fases definidas: una fase de alarma, en la cual las glándulas adrenales producen adrenalina y cortisol con el propósito de restaurar la homeostasis. Gracias a esto se inicia una segunda fase, denominada fase de resistencia, en la cual la adaptación del organismo llega a un estado ideal. Si el estresor persiste, se inicia una tercera fase, de agotamiento, en la que el organismo abandona el proceso de adaptación y se gatilla una enfermedad. Sumado a esto, los estudios demuestran que la respuesta al estrés es mediada por cuatro sistemas de procesamiento de información, los cuales se encuentran en constante interacción en nosotros: nuestra mente, el sistema nervioso, el sistema endocrino, y el sistema inmune.
Por lo tanto, el estrés que nos hace daño y nos deteriora es el resultado del proceso permanente de comunicación multidireccional a través del cerebro, como percepción de estrés, sistema nervioso autónomo, sistema endocrino, y sistema inmune, los cuales se comunican a través de rutas múltiples de tipo anatómico, hormonal, y de neurotransmisores (campo denominado psiconeuroinmunoendocrinología). Son estos cuatro sistemas los que están organizados para proteger el organismo con el propósito de lograr un equilibrio homeostático ante una situación aguda de estrés. Sin embargo, e irónicamente, son estos mismos sistemas los que contribuyen a crear un desbalance bioquímico durante la experiencia de estrés crónico. Evidentemente, existen distintas situaciones que nos llevan a percibir estrés constantemente, y que nos mantienen en este estado de forma mantenida en el tiempo, por lo que, aparte de todos los sistemas mencionados anteriormente, se hace necesario ahondar en los factores ambientales que desatan esta sensación y que constituyen estresores en nuestra vida diaria, tales como estilos de vida poco saludables, mala alimentación, conductas de riesgo, etc. ya que son importantes en el desarrollo del estrés crónico, y tienen un gran impacto negativo en nuestra salud física y mental. Estos factores ambientales, principalmente sociales, pueden ser componentes personales, laborales/académicos y/o familiares. Esta afectación persistente de nuestra salud propicia el desarrollo de un significativo número de enfermedades de carácter sistémico. De hecho, el estrés es considerado el gatillo de numerosas enfermedades cardiovasculares en individuos susceptibles, como la isquemia cerebral, angina de pecho, infarto, además de asociarse a hipertensión arterial. A su vez, potencia el resto de los factores de riesgo cardiovascular. Tiene relación también con alteraciones endocrinas como la diabetes mellitus, digestivas como el síndrome de intestino irritable y úlceras gástricas, neurológicas en el contexto de cefaleas tensionales, y osteomusculares, con contracturas, artralgias y fibromialgia. Puede generar alteraciones en la relación de pareja debido a trastornos sexuales como disfunción eréctil, anorgasmia y amenorrea en las mujeres. Además, el estrés es un desencadenante en enfermedades psiquiátricas, o puede influir en la aparición de trastornos de la afectividad tales como el trastorno depresivo y el trastorno ansioso; y se podría continuar con muchas más patologías que se encuentran relacionadas con el estrés de tipo crónico.
A este nuevo campo de estudio del estrés percibido se le denomina respuesta comportamental del estrés, y considera nuestro estilo de vida y el medio ambiente en el que nos desenvolvemos. Estas interacciones de nuestra vida diaria pueden corresponder o no a factores mediadores y moduladores en el proceso de cronicidad del estrés percibido. Es decir, existen dos alternativas: nuestro comportamiento puede ayudarnos a adquirir un estilo de vida que favorece la reducción del estrés y poder lograr un buen nivel de calidad de vida, que influirá directamente en nuestro estado de salud actual y futuro. Por otro lado, podemos desarrollar un estilo de vida que contribuya a experimentar un mayor nivel de estrés y desarrollar una norma de conducta caracterizada por fuertes reacciones emocionales que no son fáciles de manejar, y adquisición de conductas peligrosas para nuestra salud como el consumo de tabaco, qué según las personas que lo consumen constituye un agente “desestresante”, excesivo consumo de alcohol como forma de liberación, excesivo consumo de alimentos altos en azúcares y grasas saturadas, en el contexto de momentos de ansiedad, falta de entrenamiento físico y poca conciencia corporal, largas horas de estudio y/o trabajo sin espacio para distracciones, aislamiento social, y falta de actividades relacionadas con la relajación, la recreación y el descanso corporal, no refiriéndose necesariamente al dormir sino también a actividades tales como la meditación, la respiración consciente y el yoga, las cuales tienen un efecto positivo en nuestro cuerpo y en nuestra mente, y ayudan de forma importante en la percepción del estrés.
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