LA AUTORIDAD: SU COMPONENTE PSICOAFECTIVA

LA    AUTORIDAD:

SU COMPONENTE PSICOAFECTIVA

        Antes de exponer algunas ideas, quiero evocar brevemente algunos puntos relativos a las bases psicoafectivas de la Autoridad, tal como pueden entenderse a la luz de la psicología moderna, es decir, del psicoanálisis esencialmente.

        Puesto que se ha definido el amor como la relación del sujeto con sus fuentes de placer, el niño, desde los primeros meses de su vida, amará a la persona que se ocupará de él, es decir, a su madre.   Esta última, en efecto, es quien le proporciona alimento, calor, cuidados, amor –o sea el placer-.   Todo lo agradable que le sucede al lactante y luego al niño pequeño se lo atribuye a la madre, reforzando así el lazo psicoafectivo que existe entre ellos.

        Pero el reverso de esta medalla es que toda frustración, todo descontento es vivido a esta edad por el sujeto como procedente también de la madre y como consentido por ella, a la que considera todopoderosa.   Las inevitables frustraciones y disgustos –inevitables e incluso convenientes en la medida en que, dentro de ciertos límites, sustentan el proceso de maduración- dan lugar a una agresividad reaccional dirigida contra la madre.

        En el universo arcaico y mágico del niño de pecho o del niño de muy corta edad, fantasmas y realidad se confunden.   El ataque imaginario de la madre puede ocasionar su destrucción.   Pero su destrucción supondría el agotamiento de la fuente de la que mana todo placer, representada también por la madre.

        Esto que recibe el nombre de culpabilidad humana no es más que el miedo del sujeto a perder el amor del objeto –la madre, en esta fase precoz-, sea porque este objeto fuera destruido (imaginariamente o no), sea porque, una vez atacado, dicho objeto se vengara apartándose del sujeto, dejándolo solo y sin recursos.   La culpabilidad humana tiene su origen en el temor al abandono.   La cadena completa es ésta: frustración del sujeto ---  agresividad contra el objeto ---  fantasma de destrucción de ese objeto ---  temor al abandono ---  culpabilidad.   El número de eslabones que permanecen inconscientes es variable.

        Agresividad y culpabilidad son, como ya he dicho, en cierta medida inevitables.   Y en un determinado momento y dentro de unos límites, tienen también su utilidad: las pequeñas cantidades de angustia obligan al sujeto a progresar, a abandonar las posiciones psicoafectivas arcaicas respecto al objeto y, a medida que se desarrolla su equipo neurofisiológico y motor en particular, a darse a sí mismo el placer imprescindible para la vida.

        Normalmente, la mayor confianza en sí mismo, la participación en la vida social, el reconocimiento de los obstáculos que debe vencer y el desarrollo del sentido de la realidad permitirán, poco a poco, el abandono de las posiciones de dependencia pasiva respecto al objeto, posiciones que, en sí mismas  están originalmente en relación con la dependencia biológica material y con la existencia de una agresividad culpabilizadora.

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