Adolescencia

Adolescencia

APATIA, IMPULSIVIDAD, VIOLENCIA

Tomaremos estos estados emocionales que, si bien no se dan exclusivamente durante la adolescencia pueden caracterizar algunas de las etapas de esta edad evolutiva y preocupar a los papás.

Primero los definiremos según el diccionario:

Apatía: Impasibilidad del ánimo. Dejadez, indolencia, falta de vigor o energía.

Impulsivo: Dícese del que, llevado de la impresión del momento, habla y procede sin reflexión ni cautela.

Violencia:

Definimos los términos de acuerdo al diccionario, pero aquellos padres que tienen hijos en edades que van de la pubertad a la adolescencia, saben a lo que nos estamos refiriendo.

De pronto pueden estar un día tirados en una cama mirando el techo, sordos a nuestros pedidos de que deben estudiar o colaborar con alguna tarea en la casa y, al día siguiente armar un gran alboroto porque necesitan ese vestido para su fiesta si no se mueren o ese par de patines, o la pelota, etc., etc.

Es muy difícil sacarlos de esos momentos de total apatía como de pararlos cuando su conducta se hace perentoria, todo tiene que ser ya, aquí y ahora.

Si los padres logramos mantener la calma la cosa no pasa a mayores, el mundo del adolescente se desliza entre esos mares de quietud y turbulencia. Donde pueden encerrarse a soñar construyendo el quiénes serán o caer en la desesperación pues sienten que el mañana está muy lejos, que no lo van a alcanzar.

Tienen que vivir rápido y ver todo porque la vida se les acaba. Los grupos son la mejor continencia en esta época. Si bien pueden ser fuente de tensiones o frustraciones, pero son su lugar. Ya que la sensación es que con la pérdida de la niñez no saben cómo acomodarse, este es el lugar que los ayuda a través de la identificación con un igual, a reconocerse.

Debemos preocuparnos si nuestros hijos andan solos, dado que no tienen donde volcar eso que ya no pueden compartir con nosotros. Si el grupo tiene una actividad que lo nuclea, mucho mejor, puede ser el deporte, la música, algún hobbie, el estudio.

Estas fluctuaciones del humor, ese caudal de energía que los acompaña puede terminar en estallidos de violencia, no siempre controlables que pueden ser peligrosos para sí o para los demás.

Los Incas dividían la vida del ser humano en etapas, y en esta, que para nosotros es la adolescencia, lo enviaban a la frontera, a pelearse con los pueblos enemigos, para que pudieran sacar la violencia fuera.

No hace falta ir tan lejos, en todas las épocas las sociedades se han valido de jóvenes para mantener sus guerras.

Siempre están dispuestos a defender a muerte sus ideales. Sin medir las consecuencias pues la vida es aquí, ahora.

Los varones son los más propensos a la violencia física, siempre están listos para dirimir diferencias puñetazos, patadas e incluso situaciones de mayor violencia.

Las mujeres canalizan la violencia de otra manera, usan más la palabra, los insultos, la descalificación del oponente, o las calumnias maliciosas. Algunas de estas situaciones pueden tener consecuencias más graves que una pelea a golpes.

También las situaciones que generan violencia en varones y mujeres son diferentes. Los varones tienen que demostrar siempre que son hombres con la implicancia que ello tiene, como dirían los chicos: probar quién es más fuerte. Tienen que demostrar frente a los demás su valentía y osadía.

En las mujeres la competencia se centra más en la belleza física, en la imagen que muestran al otro y en sus pertenencias. Pero lo que puede llegar a crear una guerra es la competencia por “ese” chico. La literatura está poblada de estos litigios que cobraron vidas adolescentes.

Las chicas se pueden pelear con una amiga evaluando si ella es más amiga de otra que de ella, y hacer planteos increíbles al respecto.

Los chicos tienen amigos pero no evalúan la amistad en el cuantum de si es más o menos amigos, son amigos.

Decíamos que una de las situaciones más importantes para los chicos es atravesar este período en grupos que los sostengan.

Pero hay grupos y grupos. Grupos

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