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COMPORTAMIENTO CISNE NEGRO


Enviado por   •  29 de Mayo de 2013  •  2.062 Palabras (9 Páginas)  •  424 Visitas

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Atender en el consultorio, luego de asistir a la privada de El Cisne Negro, fue una tarea que amenazaba ser más que ardua. Cuando el primer paciente toca el timbre, todavía resonaba en mi cerebro el éxtasis visual que había presenciado unas horas antes. Mi atención flotante estaba en riesgo, se me hacía imposible desconectarme de la locura de Nina, el personaje principal del film, para reconectarme con la realidad cotidiana, que en mi caso es escuchar la película que construye cada paciente de su vida.

Como cinéfilo, fue una experiencia absolutamente placentera, perturbadora, dramática, alienante; como psicoanalista, quedé maravillado de la manera en que se retrata la descompensación de una psicosis cuando se alcanza lo más deseado en la vida. Por tal motivo, sentí la necesidad de no hacer una crítica convencional; en esta misma página ya hay varias, y muy buenas. El deseo apuntaba hacia otro lado, quería transmitir y aportar, por qué no, mi mirada desde mi formación profesional de la salud mental. De esta manera, articular en un solo texto tres pasiones: Cine, Psicoanálisis y Escritura.

Por eso decido renunciar a calificar por primera vez con cinco espectadores a un estreno que me toca cubrir, en pos de articular el film de Darren Aronofsky con otras cuestiones. Labor que no es sencilla, ya que dar cuenta de conceptos psicoanalíticos bastante complejos, como lo son los que aborda la estructura psicótica, a un lector que no sea del ambiente psi, requiere hacer una transposición de nociones teóricas, con el fin de evitar un texto demasiado técnico y enmarañado que resulte chino básico para unos cuantos.

En una excelente crítica realizada por mi colega de A Sala Llena, Rodolfo Weisskirch, él relata que la riqueza de El Cisne Negro se basa en la cantidad de sub lecturas que posibilita el film, por la abundancia de detalles que nos va tirando el director, en esta espectacular puesta en escena. Y el psicoanálisis no queda fuera de esas interpretaciones, ya que se trata de una historia donde la psiquis humana es la verdadera protagonista.

Cine y psicoanálisis son dos ramas culturales que nacieron casi juntas, una de la mano del arte y la otra desde la ciencia, y el mundo ya no fue igual. Ambas se fueron retroalimentando a través de su historia. Las dos tocan, señalan, construyen, recrean algo de la verdad de la subjetividad humana y de lo difícil e insoportable que es, a veces, la existencia. Nada es tal como parece o se cuenta, siempre hay algo más profundo que subyace en cada sujeto mortal o personaje.

Personalmente, el cine muchas veces me sirvió como herramienta para pensar la clínica con pacientes, y la clínica me es de gran utilidad para meditar algunas películas. Freud decía que un analista no puede estar ajeno a las manifestaciones culturales de su época, ya que ellas modelan y describen cierta subjetividad. Pero de todos modos, no se trata de psicoanalizar un texto cinematográfico como si lo estuviéramos recostando en el diván, sólo se trata de aportar, desde el conocimiento y la experiencia de cada quien, ciertos elementos que pueden develar alguna verdad oculta para el espectador.

El Cisne Negro es una obra que permite eso y más, da la posibilidad de múltiples lecturas desde distintos enfoques. Sin ir más lejos, en este mismo medio, Laura Dariomerlo, en su columna semanal, relata en un maravilloso escrito sus vivencias como bailarina y mujer y aporta esa mirada tan singular de la última obra de Aronofsky.

Estamos frente a una película que se mete en lo más enmarañado de la psiquis humana; tanto es así que el pensamiento y la percepción aparecen sumamente alterados. La genialidad del cineasta es que, a medida que avanza el relato, nos hace partícipes a nosotros de esa locura. Sí, enloquecemos, dudamos, sufrimos con ella, hasta tenemos, por momentos, sus mismas certezas. No vemos a una psicótica descompensada, desde afuera, sino que percibimos y pensamos lo mismo que la protagonista. Delirio y realidad van y vienen a través de una delgada línea divisoria. Lo sobrenatural se impone a lo natural y viceversa.

Nina (Natalie Portman) es una frágil y virginal bailarina que maneja la técnica a la perfección pero carece en absoluto de espontaneidad; con unas defensas altamente rígidas, una dedicación obsesiva que ya es patológica, mantiene un vínculo simbiótico con una madre devoradora (Barbara Hershey), comportamientos autopunitivos y algunos trastornos de la alimentación. El director del ballet, Thomas (Vincent Cassel), decide elegir a la protagonista de la nueva versión de El Lago de los Cisnes, pero con la particularidad que ella debe interpretar al cisne blanco y a su antagonista también, el cisne negro, el cual posee todos los rasgos de los que Nina carece. De todos modos, es la elegida, pero Lily (Mila Kunis), una compañera llegada recién de San Francisco, aparece como la mayor amenaza para ella, dueña de una espontaneidad y desenfado que hace peligrar la consagración de Nina.

La película logra retratar como se va dando un desencadenamiento en un sujeto con estructura psicótica, muestra los fenómenos previos que lo anteceden y también, da cuenta que eso absurdo que uno ve en el loco delirante, para él tiene un significado importante y un sentido.

El punto es este: cuando ella obtiene el papel, la presión es tal, que se termina descompensando, el brote psicótico aflora. Alucinaciones visuales y cenestésicas, delirios persecutorios, signos de despersonalización frente al espejo (objeto que aparece simbólicamente en varios fragmentos del film), se exacerban los trastornos autoagresivos y desórdenes alimentarios y ella puede, de alguna manera aunque muy rudimentaria, poner un límite a la demanda materna. De todos modos, uno como espectador no termina de tener en claro hasta dónde es locura y hasta dónde es realidad.

Con este cuadro podríamos pensar que Nina padece de una esquizofrenia paranoide, que es una forma de psicosis. Los psicoanalistas decimos que la estructura psicótica se caracteriza por un agujero en lo simbólico; hay cierto significante que tiene que ver con el padre, que al sujeto le falta, está forcluido. Decir “forcluido” no es lo mismo que decir “reprimido”; lo reprimido

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