Como Enfrentar La Perdida De Un Hijo
Enviado por rochy70 • 23 de Junio de 2013 • 2.328 Palabras (10 Páginas) • 396 Visitas
¿Cómo enfrentar la pérdida de un hijo?
Cristina Ferrer de Fernández
Abrazar el sufrimiento para dejar de sufrir. Es lo que hacen los padres que han experimentado el indescriptible dolor de perder un hijo.
Entender el proceso del duelo ayuda a revalorar la hermosa experiencia de seguir viviendo.
Las lágrimas, sus grandes compañeras, no dejan de caer por su rostro. María quiere contar su pena, pero prefiere mantener el anonimato. Pide que cambiemos los nombres... pero sabe y entiende, que su dolor es compartido por muchas familias que han perdido a uno de sus hijos. Contándola, dice, ella puede ayudar. Y de paso, ayudarse a entender su propio duelo.
Son ya seis meses desde que su pequeña Mariana murió. Ella nació con un problema genético y los doctores dijeron que no iba a vivir más de un año. Pero al mes y medio, dejó de respirar. Estaba en mi cuarto, en mi cama. Me acompañaba la enfermera y mi hija Andrea, de sólo 4 años. María llora al recordar esos primeros momentos de incertidumbre. Su marido no estaba en casa y ella sólo atinó a correr hacia el Hospital Inglés. Allí me explicaron que ya no había nada que hacer. Y me indicaron los pasos a seguir. Sé que fue un poco irracional llevarla ya muerta, pero quise hacer todo por ella hasta el final. Recuerdo vagamente que después, mis papás se llevaron a Andrea a su casa y yo regresé por la pijamita con el que la iban a cremar...
Esa noche apenas durmió, pero quiso ir a la funeraria y acompañar por última vez al pequeño cuerpecito de Mariana. Me entregaron el cofre con sus cenizas y mi esposo lo cargó todo el tiempo. Luego, se ofició la Misa y la depositamos en la cripta familiar, recuerda entre sollozos.
Dolor devastador
María, como muchas madres que pierden a sus hijos, reconoce que en esos momentos no dejaba de preguntarme ¿por qué tengo yo que sufrir este dolor? Cuenta que se sentía muy sola, aunque la acompañaran su esposo y familia. Nada humano te ayuda. Es un dolor tan devastador, que te pulveriza.
Es que sobrevivir a la muerte de un hijo es algo para lo que no estamos preparados. Una pérdida tan fuera del libreto de la vida provoca un verdadero terremoto emocional en los padres.
Hablar de duelo y de sus fases es algo que los especialistas vienen manejando desde hace unas cuatro décadas. Sin embargo, nuestra cultura poco a poco comienza a entender y aceptar lo que este doloroso proceso implica.
Por esto, muchas veces, frente a una situación como la que está viviendo María, los familiares y amigos cercanos quieren ayudar, pero no saben cómo. Frases como tienes que salir adelante por tus hijos o sé valiente y ya no llores, definitivamente no ayudan.
Acompañar, abrazar y escuchar son la mejor medicina, aconsejan padres que han pasado por este dolor. Muchos, hoy se juntan para compartir sus experiencias en grupos de apoyo (ver recuadro).
¿Qué es el duelo?
Los especialistas diferencian. Una pena, es el conjunto de emociones que sentimos al perder una persona, cosa o evento importante en nuestras vidas. El duelo, en cambio, es el proceso por el cual lidiamos con esos sentimientos y emociones después de la pérdida.
Lo importante es entender que un proceso de estas características es individual; ninguno es igual a otro y es diferente el duelo que vive un papá, una mamá, los hijos y los abuelos. En términos generales, un duelo normal puede durar entre 6 meses y tres años. Cuando se sobrepasa este lapso, se habla de un problema patológico y se recomienda acudir a una terapia con un profesional.
De hecho, en todo duelo se pueden distinguir cinco fases, aclara la psicoterapeuta Claudia Tarasco. La primera etapa es la del shock: cuando se recibe la noticia. Se caracteriza por un bloqueo mental y emocional. Literalmente se deambula por la vida y pueden darse episodios de amnesia, de no llorar o de permanecer como sonámbula.
Después de unas tres semanas, se empiezan a experimentar las siguientes fases que no guardan un orden estricto y que pueden repetirse más de una vez. Es decir, después del shock que impacta y aturde, puede pasarse a una etapa de defensa psicológica. Esta fase es un período caracterizado por depresión (que es una tristeza profunda, con cambios hábitos de sueño y de comida); o bien, se puede caer en una racionalización (intentar explicar racionalmente la pérdida y que es la que suele afectar más a los hombres); también, se puede manifestar como una negación de la realidad o proyección del dolor en los demás, pero sin aceptar que es uno el que está sufriendo.
Otra fase es la del enojo-culpa. Aquí aparece la rabia y se buscan culpables: el personal médico, Dios o uno mismo. Abundan los sentimientos de impotencia y los si hubiera... Junto a la ira, aparece el sentimiento de culpa por sentir lo que se está sintiendo. Me da mucha envidia ver a las mamás que trepan a sus hijos en las camionetas cuando voy a buscar a mi hija al kinder. Pero al mismo tiempo, me siento mal de ser tan egoísta, reconoce María.
Al mismo tiempo, antes o después, se vive una fase de aislamiento emocional y social. De hecho, es un lapso de tiempo en el que la persona está como invernando, procesando lo que le ocurrió.
Por último, se llega a la fase de recuperación, también llamada de reorganización. Se da cuando ya se aceptó la pérdida y se puede hablar de ella, aunque siga doliendo.
En busca de un sentido
María confiesa que después de preguntarse mucho tiempo ¿por qué yo?, logró encontrar una respuesta que la dejó más tranquila. Me dije, ¿y por qué no podía pasarme esto a mí, si soy como toda la gente? Ahora, me pregunto ¿para qué este dolor? Y en eso estoy... No niego que siento cierto alivio de saber que Mariana está descansando, que su cuerpecito no era para este mundo, que está en el Cielo... pero todavía me enojo con Dios y me dan ganas de tenerla conmigo, de abrazarla.
En cambio, para Carla Hoffmann, mamá de César, Josephine y Carlota, muertos antes de nacer, algunas preguntas siguen sin respuesta. Ella trabaja como voluntaria de Fundación Esperanza, creada en 1998. Yo creo que el para qué de mi dolor lo respondí con el servicio que presto a la Fundación. Me propuse, como misión de vida, ayudar a otras mamás para que no sufrieran solas el dolor de perder un hijo antes de nacer o recién nacido. Y de cambiar las mentalidades que nos niegan el derecho de sufrir la muerte perinatal. Muchas personas creen que por el hecho de que los bebés viven menos tiempo, es como si no existieran. Y esas vidas sí fueron importantes. Lo que
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