Convivencia aulica
Enviado por octaymora • 24 de Agosto de 2018 • Trabajo • 2.235 Palabras (9 Páginas) • 74 Visitas
Trabajo Práctico Final:
Paso 1: Los invitamos a registrar y reflexionar sobre el clima y las dinámicas que se han producido en el día a día en la clase. ¿Cuál es el clima general de la clase? ¿Cuáles clases son las más/menos fructíferas? ¿Qué calidad de vínculos se generan? Evalúen el contexto para comprender y reflexionar sobre el comportamiento de los estudiantes, previo a la implementación.
Registro: Sala de 5 años:
El clima general de la sala es bastante bullicioso y agitado. El grupo de niños que lo conforma son muy activos, formado por 15 varones y 5 nenas (un alumno en proceso de inclusión que presenta diagnóstico de autismo). Suelen deambular permanentemente, les cuesta respetar pautas de convivencia y de orden.
Es un grupo bastante heterogéneo en comportamientos y actitudes: una de las niñas desafía constantemente y cuestiona desde lo verbal; otra, no se interesa por ninguna de las propuestas, quiere solo jugar en el rincón de la casita; uno de los varones es muy temperamental, le cuesta aceptar o equivocarse, reacciona con enojo cuando no consigue lo que quiere; otro no puede permanecer sentando, tiene la necesidad de molestar al compañero, tocándolo o sacándole algo…… Cada alumno tiene particularidades muy diferentes al otro que contribuyen a que cueste muchísimo lograr un ambiente de trabajo agradable.
La docente permanentemente debe convocarlos, reiterar los hábitos de trabajo y juego, enfocar en normas de respeto y escucha porque se transgreden habitualmente. Se superponen las voces, al no escucharse, cada niño habla más fuerte. Al querer organizarlos para realizar las actividades, la docente debe dedicar gran cantidad de tiempo y representa un desgaste y cansancio para ella porque debe imponerse con su voz y reiterar nuevamente las conductas apropiadas para el desenvolvimiento de la clase.
El niño que presenta autismo, hay momentos de la jornada que permanece tranquilo y otros en los que emite gritos y llora. Si bien hay una maestra de apoyo a la inclusión para este niño, muchas veces se torna difícil de sostenerlo dentro de la sala. Esto también genera que no se puedan llevar adelante la totalidad de las actividades planificadas para el día, en especial, cuando hacen la transición de una rutina a otra, se incrementa el caos.
La relación entre pares en general es buena; los niños tienden a poner de manifiesto luchas corporales como parte del juego sin medir las consecuencias de ellos. Se desenvuelven con autonomía pero responden sólo a la firmeza del límite cuando la docente debe negociar continuamente con ellos para que cumplan con las pequeñas responsabilidades que hacen a la convivencia del grupo.
Disfrutan de las actividades estético-expresivas, de las canciones con movimiento, de los juegos verbales y corporales, sin embargo, llegar a este disfrute es un gran esfuerzo previo de organización.
Ante esta observación, la docente y yo (preceptora) decidimos alejarnos de la escena por unos instantes. Podíamos ver el caos, la alteración de todos los niños, y sin dudas requería una intervención diferente para encauzarlo. Por eso, decidimos replantear la jornada, preguntarnos cómo podíamos reorganizar los espacios, las actividades y los momentos, teniendo en cuenta las características tan diferentes de cada uno de los niños, para que puedan converger y complementarse todos y así generar un clima más armonioso de trabajo diario, sin necesidad de que la docente sienta que tiene que imponerse con su voz o con la reiteración del límite que genera desgaste.
Un desafío para cumplir que nos movilizó a analizar nuestra experiencia docente en acción. La actitud de que se puede cambiar, que podemos brindar a ese grupo de niños oportunidades que sean favorables a su desarrollo integral como personas, fue la llave que nos permitió dar arranque al motor para avanzar hacia un aula saludable.
Paso 2: Elijan una dinámica/intervención que abordamos en el curso e impleméntenla en sus contextos de práctica. Registren lo sucedido y reflexionen sobre el impacto a su alrededor mientras dure la intervención. Les proponemos probar por varios días, para que pueda instalarse un hábito.
-Comenzamos por reorganizar las rutinas como primera medida. Al momento de llegar, decidimos esperarlos en la sala con almohadones dispuestos en ronda, con música instrumental suave de fondo y luz tenue, ambientando nuestra sala de tal manera que pudiera transmitirles una sensación de armonía. A medida que ingresaban a la sala, los niños en vez de irse a los rincones, como lo hacían a diario, se sentaban en la ronda. Los almohadones eran todos del mismo color y tamaño para que no existieran diferencias ni preferencias.
Cuando ya estaban todos dispuestos en la ronda, la docente con voz serena les comenzaba a contar una historia. Elegimos para cada día de la semana un tema que permitiera abordar diferentes valores: amistad, compañerismo, responsabilidad, humildad, respeto, solidaridad, alegría….. Después de la historia narrada, apoyada con imágenes, se abría un intercambio de ideas con los niños, para que cada uno pudiera expresar alguna sensación o idea que le motivara lo escuchado.
Mediante la intervención del docente se iba regulando el intercambio grupal. Cabe destacar que ella siempre mantuvo un tono de voz tan sereno que fue propagándose al resto del grupo; incluso, se observó, que el niño autista, al no percibir el bullicio habitual de la sala, logró permanecer sentado compartiendo la ronda. Así se fueron implementando diferentes recursos para que en esa ronda de intercambio se pudieran establecer la escucha respetuosa y el turno de la palabra: por ejemplo, un ovillo de lana, una pluma, un cascabel, una pelota pequeña, etc. De esta manera quien tenía el objeto en su mano tomaba la palabra y al terminar lo pasaba a otro compañero.
-Otro de los puntos que se decidió abordar fue restablecer las pautas de convivencia en la sala: qué podemos hacer y qué no. Entonces se trabajó con fotografías de niños representando diferentes acciones tanto positivas como negativas en cuánto a los hábitos de orden y respeto. Recordemos que la imagen es muy significativa para ellos porque todavía no saben leer ni escribir. Las que estaban realizadas anteriormente fueron escritas por la docente a partir de la charla con los niños, pero nos dimos cuenta que era muy difícil que las recuerden si no estaban apoyada desde lo icónico. De allí, se logró consensuar con el grupo aquellas que debíamos tener presentes a diario en la sala y se expusieron en un rincón. Asimismo, se hicieron rompecabezas con ellas, para que los niños pudieran también incorporarlas a través del juego.
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