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Descripción de un sueño normal


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2022  •  Ensayo  •  700 Palabras (3 Páginas)  •  54 Visitas

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Melancolía

Nekane. Referencia a la pena y dolor. La última palabra que retumbaba mi cabeza a pie de jaqueca mañanera, era Nekane. No sabía el porqué. Su manifestación era tan penetrante que me dejó segada del significado del sueño. Ayer recuerdo estar en la oscuridad abundante de mi cuarto, aquella oscuridad que despoja la luz apenas vista de la luna, oscuridad que significa soledad. Sólo pensé, nadie alrededor para que me vea, así que puedo observar mi sombra todo lo que quiera, pero cómo observarla cuando nadie es mi luz.  Ten cuidado con los pensamientos vagos de un púber, pues son letales cuando pueden ser el comienzo del odio a aquello que alguna vez pudo ser, pero que, por el insolente crecimiento y trunco propósito de ellos, no fue posible. Ese tipo de pensamientos torturaban a las pocas ganas de vivir, seguido por un eco infinito, fruto de una melodía solitaria que te aseguro es un suicidio para tus oídos discípulos de la vida. Necesito respuestas de hallar, y la respuesta es dormir. Cerré mis ojos a un cierto punto que mis lágrimas no pudieron deslizarse por mis ya rojas mejillas, acto seguido, sólo pensaba en lo bien que se han de sentir mis inseguridades en su propio pedestal que era yo, gritándome que las únicas armas homicidas eran ellas y me estaban matando. A continuación, toqué fondo deseando ser aquel único líquido cuya perpleja estirpe era acreedora de empatizar mi apagada situación, la sangre. Mi benévola adoración hacia ella conquistó mi subconsciente quien rige sin criterio a su pauta, se asemeja a la afinidad entre una madre e un hijo, cuya gran diferencia es el odio, magia de la sangre. Es ahí donde mi confort se constituye en primera fila, viendo cómo la atracción principal te quita tu importancia en su mundo, adorando el vino rojo, que es el mismo en todas partes; estaba allí a pedir de boca chorrando, - ¡Pero que belleza! anhelaba yo. El sueño se desarmaba en un auditorio tiznado escarlata, aspirado de la mórbida obra magistral de Thomas De Quincey: Suspiria. De alguna manera, aun estando aferrada en un pináculo oxidado por sangre, pude sentir las estorbosas presencias de flagelos bajo apariencia satírica detrás del telón, llorando por absolución. Me entusiasmé aspirando la emoción de la víctima estrella, tú. Esta interrupción proclamada por Nekane percudió sobre la ya abatida audiencia, a la cual se incorporaba el odio, el coraje, la tristeza, el ego y yo, su servidora.  En un abrir y cerrar de ojos, la frígida oscuridad deslumbró mi sombra bajo el rayo carmín que disparaba el único reflector de aquella sala, mismo que reveló la sed de ser testigo del Infierno de Dante erizándome la piel y dejándome un escalofrió que, prontamente se expandió entre los oyentes al percatarse de tus conmovedores delirios retumbándose en toda la arquitectura barroca del recinto; inesperadamente el eco del telón deslizado llegó a mis oídos como el sonido de las olas del mar, un acústico adicto culpable de su tentación al indagar en él. La venganza inauguraba a mano del Primer acto: muerte. Nuestro querido intérprete ya en su papel debut, no contaba con la astucia, pero sí con las agallas para quebrantar mi corazón divulgando que era vanidad, no arte. ¿Cómo se atreve a siquiera alzarme la voz en mi propio teatro? Gracias a Cristo, mi estimado público reacciono decepcionado por la Venganza Nekane, obra donde lucro una causa divina torturando almas traidoras que alguna vez me debilitaron, así como tú, donde tomo riendas y atacó a los mojigatos atracados en el escenario donde sólo apestaron tus restos eternos, fruto de tu asquerosa existencia. Venganza Nekane, no puedo ser feliz conscientemente, pero soy feliz inconscientemente.

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