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EL DISFRAZ DE IRINA


Enviado por   •  31 de Agosto de 2014  •  1.111 Palabras (5 Páginas)  •  280 Visitas

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EL DISFRAZ DE IRINA

La mamá de Irina Katrina era bruja. Y su hermana mayor, y su hermana pequeña, y su abuela, y su tatarabuela, y su tataratatarabuela. Vamos, que por si no os habéis dado cuenta, en la familia de Irina Katrina sólo nacían chicas y todas ellas eran brujas…

Bueno, todas, excepto una: Irina Katrina. Irina Katrina no entendía por qué ella era la primera y única no bruja de la larguísima lista de mujeres de su familia. Y tampoco lo entendía el resto de su familia mágica. Su madre decía que no tenía importancia, su abuela decía que quizás se arreglara con el tiempo, su bisabuela la miraba siempre con el ceño fruncido, su tatarabuela la miraba con pena y su tataratatarabuela llevaba años buscando una solución aunque sin demasiado éxito.

Entretanto, Irina, fingía que la cosa no tenía demasiada importancia y aprendió a hacer de todo sin necesidad de recurrir a la magia, incluso cosas que alguien de su edad no sabría, como coser, cocinar, cambiar enchufes, arreglar un grifo y docenas de cosas más. Era su forma de compensar su incapacidad mágica.

Por eso, al llegar carnaval (unas fiestas que le encantaban), Irina cosía su propio disfraz, sin ayuda mágica ni de otro tipo. De la mágica, porque no quería, y de la otra porque no había quien se la diera: su madre no sabía ni cómo coger una aguja, ni tampoco sus hermanas, ni la abuela, ni la bisabuela, ni la tatarabuela y en cuanto a la tataratatarabuela daba igual que supiera porque no tenía manos, ni pies, ni cabeza, ni nada que se pareciera a un cuerpo ya que hacía muchos años que tan sólo era una vaporosa y brillante nube de color malva.

Pero este carnaval la cosa era bien distinta, el colegio había convocado un concurso de disfraces e Irina quería presentarse y, por supuesto, ganarlo, sobre todo desde que se enteró de que una de sus competidoras era su gran rival, la insoportablemente presumida e insufrible cabeza de chorlito, Tatiana Svetlana que, desde muy pequeñas, se había burlado de ella de todas las maneras posibles y hasta de las imposibles.

Irina Katrina se pasó días y más días dándole vueltas a su disfraz pero ninguno la convencía, uno era demasiado normal, el otro era poco original, el de más allá era muy complicado, el de acullá seguro que se le había ocurrido a Tatiana, aquel era feo y ese otro era peor aún, y así iba desechando una idea tras otra hasta que se quedó sin ideas.

Y fue entonces cuando se le ocurrió usar la magia. No la suya, claro, que ya hemos dicho que ella no tenía ni un cuarto de átomo mágico en todo su cuerpo, pero en su casa había libros, libros enormes, antiguos, polvorientos y llenos de conjuros, hechizos, sortilegios y todas esas cosas mágicas. Irina pensó que no tenía más que ir a la biblioteca que habían instalado en el desván, buscar un libro que hablara de transformaciones, seguir las instrucciones y, ¡tachán!, tendría el mejor disfraz de todos y ganaría a la tontaina de Tatiana Svetlana.

Pensado, dicho y hecho, Irina subió a toda prisa las escaleras y fue directamente hacia donde sabía que estaba guardado el Gran Libro de Conjuros, Hechizos y Recetas Mágicas. Era un libro enorme, pesado y polvoriento (daba igual cuanto

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