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El Formato Escolar ¿posibilita O Dificulta La Inclusión Educativa?


Enviado por   •  5 de Abril de 2014  •  2.362 Palabras (10 Páginas)  •  388 Visitas

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TEMA: “El formato escolar: ¿posibilita o dificulta la inclusión educativa?

A través del presente informe de lectura se intenta analizar el formato escolar y establecer si el mismo favorece o dificulta la inclusión educativa.

La escuela es el ambiente artificial creado específicamente para educar; transmitir conocimientos y posibilitar la adquisición de habilidades y aptitudes intelectuales.

Lo que la caracteriza es la forma particular de organizar una serie de actividades a través de los llamados dispositivos o determinantes “duros”. Estos dispositivos separan a los niños de sus familias, los agrupan por edad, en horarios y lugares determinados, para que realicen actividades en común, dirigidas por un adulto y con el fin de formarlos. Organizan la vida cotidiana de sus alumnos y determinan el significado de sus experiencias.

Los dispositivos o determinantes duros de las prácticas escolares son: la obligatoriedad, la gradualidad, la simultaneidad, la determinación de los tiempos, espacios, contenidos y roles y la descontextualización de los aprendizajes.

Se percibe que dicho formato adopta modalidades muy específicas de procesar la niñez y proponer condiciones. El espacio que delimita es entendido como el lugar óptimo, ideal, natural para que el niño alcance el desarrollo y los aprendizajes.

Esta escuela que “encierra”, tiene un rasgo que la identifica y la distingue de toda aquélla institución que no es escuela. Encierra persiguiendo el fin de cuidar, educar, disciplinar, teniendo en cuenta que la disciplina que ejerce como mecanismo, no se dirige solamente a aquél que castiga, sino que se pone al servicio del bien de la sociedad (trata de normalizar, de construir individuos normales).

De esta manera, las prácticas educativas dejan de verse como coercitivas y se transforman en asistencia, afecto, protección, seguridad, abrigo. La escuela es vista entonces como segundo hogar, refugio, comunidad, con una función positiva que es la de homogeneizar una población heterogénea y construir identidad. Se logra lo que Foucault afirma “inclusión por exclusión”: disciplinar, coaccionar, para educar y formar mejor.

Este formato escolar tiene aspectos muy visibles, como su infraestructura y su distribución física, y otros no tan visibles como sus funciones, acciones y creencias que dan sentido a las formas escolares que conocemos y consideramos inobjetables y naturales. No es solamente un espacio físico donde el maestro enseña; es un ser moral, un medio impregnado de determinadas ideas, de ciertos sentimientos, que envuelve tanto a maestros como a alumnos.

En él se estipulan los tiempos y se determina la simultaneidad y la gradualidad. La simultaneidad apunta a homogeneizar: los alumnos aprenden todos a la vez siguiendo una misma actividad, lo que limita las posibilidades de atender a la diversidad de intereses, ritmos y cultura de los alumnos. La gradualidad se dirige a agrupar a los alumnos por niveles homogéneos de adquisición de conocimientos, de modo que, si los alumnos no aprenden o lo hacen parcialmente deben repetir el grado cursado. El alumno debe “madurar” él y nunca se varía el formato.

Además, cada nivel educativo tiene estipulada la edad considerada adecuada para cursarlo, por lo que, alumnos con sobreedad (edad superior a la establecida) en un determinado nivel indican la existencia de un “riesgo educativo”, un ritmo de aprendizaje no esperado, un déficit en las trayectorias educativas de estos alumnos.

Esta escuela es tan habitual para nosotros que creemos que ha existido siempre. Legitimamos sus prácticas (a través del discurso psicológico sobre la eficacia de los dispositivos) y perdemos de vista la perspectiva histórica del sistema. Nuestro desafío es entenderla como un espacio histórico, políticamente construido y atravesado, además, por múltiples variables.

Hoy día, el dispositivo escolar tradicional no puede abarcar todos los desafíos que le imponen las nuevas tecnologías y, en lugar de crear nuevos espacios, trata de adaptar estas tecnologías al formato tradicional sin tener en cuenta las actuales condiciones históricas y sociales. Los avances en las investigaciones y en tecnología han causado variaciones importantes en la producción de conocimiento y en las formas de pensamiento de las nuevas generaciones, lo que podría estar significando cambios profundos en la institución escolar.

Otro factor que influye es el aumento de la masificación social. Nunca hubo tantos alumnos en las escuelas. La escolarización es una tendencia irreversible y masiva en las sociedades actuales. Las escuelas se han convertido en espacios multiculturales donde se enmascaran y naturalizan procesos de discriminación y desigualdad; donde se construyen prejuicios, estereotipos y estigmas y se niega la diferencia.

Y nunca hubo tantos pobres, nuevos pobres, pobres estructurales; lo que indica que hay nuevos problemas dentro de las escuelas, nuevas categorías sociales que antes estaban excluidas y hoy están dentro.

El conjunto pobres-exclusión produce una conmoción en las instituciones y la crisis de muchos dispositivos, lo que lleva a replantear agudamente el tema de las condiciones del aprendizaje. Los docentes ingresan a estos espacios prácticamente sin herramientas para enseñar.

La educación está atravesando una crisis que origina mucho malestar en las instituciones. Malestar que se traduce en sufrimiento por una situación que no puede ser elaborada, que tiene dificultades para ser cambiada. Cada vez hay más diferencias entre los grupos sociales: entre los pocos que tienen mucho y los que menos tienen y que ni siquiera son escuchados. Ya no hay justicia, lo público está desvalorizado, la educación devaluada y la sociedad en riesgo. Hay que redefinir las escuelas, resignificarlas, deben recuperar su especificidad y su complejidad y el desafío que esta complejidad impone. Se debería dejar de lado la obsesión por la utilidad escolar, pensada en términos de mercado y en su lugar pensar a la educación como un espacio de construcción de las libertades públicas, como el espacio en el que se le da la palabra a quienes no tienen parte.

Debemos desnaturalizar nuestra mirada sobre la escolarización y sobre aquella idea que supone que los sujetos son poseedores de condiciones normales o naturales para aprender; dejar de considerar a los procesos de desarrollo como naturales y uniformes, como si todos los niños alcanzaran el mismo nivel (y si algunos no lo logran es porque algo no funciona bien en su naturaleza). Se deben analizar las reales condiciones de partida que poseen los alumnos para el aprendizaje y las expectativas que la escuela tiene con respecto a estas condiciones.

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