El Libro Negro Del Psicoanalisis
Enviado por renombrado • 21 de Agosto de 2013 • 5.069 Palabras (21 Páginas) • 399 Visitas
El libro negro del psicoanalisis
Expertos internacionales investigaron a Freud y su método, y el resultado es lapidario. Un gran relato de época en vías de extinción.
El psicoanálisis se hizo marginal
Francia es, con la Argentina, el país más freudiano del mundo.
En estos dos países se admite comúnmente que todo lapsus es "revelador", que los sueños inevitablemente develan "deseos inconfesables" o que todo psicólogo es forzosamente un "psicoanalista".
En Francia, cuando los alumnos preparan sus exámenes finales del bachillerato, y a lo largo de toda la formación de maestros y profesores, las ideas de Freud -el complejo de Edipo, el desarrollo afectivo de un niño que atraviesa los estadios oral, anal y fálico- son enseñadas como verdades incuestionables. Incluso quienes nunca oyeron hablar de Freud emplean cotidianamente a diestra y siniestra abundantes conceptos freudianos ("hay que elaborar el duelo", "reprimir", "establecer transferencia", "una mujer muy castradora", etc.).
Los psicoanalistas ocupan una posición dominante en el universo de la salud mental. De trece mil psiquiatras, el setenta por ciento practica psicoanálisis o alguna terapia de inspiración psicoanalítica. Sin contar a los psicólogos y psicoterapeutas que afirman con orgullo obedecer a esta doctrina.
Los freudianos están sólidamente instalados en hospitales y universidades. En los medios de comunicación se les prodigan generalmente los calificativos de "expertos" o "especialistas". El psicoanálisis goza así de un prestigio evidente.
Sin embargo, son muy pocos los que saben que esta situación es única en el mundo.
En el extranjero, el psicoanálisis se ha hecho marginal. (...) En los Países Bajos, la nación donde se consume menos cantidad de ansiolíticos, el psicoanálisis es casi inexistente en tanto terapia.
En Estados Unidos, sólo cinco mil personas se psicoanalizan: en relación con los 295 millones de norteamericanos, la cifra se revela hoy un poco marginal.
A la célebre Sociedad Psicoanalítica de Nueva York cada día le cuesta más reclutar candidatos. El Myers, el manual que sirve de referencia a los estudiantes de Psicología allende el océano, consagra apenas once páginas a las teorías freudianas, de las 740 con las que cuenta.
¿Tendrán razón Francia y la Argentina, solas, en contra del resto del mundo?
Freud y la cocaína
Por Han Israëls. Historiador de la psicología. Autor de "El caso Freud. Histeria y cocaína".
En 1884 Freud, que entonces tenía 28 años, comenzó sus experiencias con la cocaína, una sustancia relativamente mal conocida en aquella época. Freud quería descubrir algo. Intenta así utilizar la cocaína como medio de liberarse de la morfinomanía: había leído en una revista norteamericana que eso era posible. Lleva a cabo la experiencia con Ernst von Fleischl-Marxow, un colega y amigo que se había vuelto morfinómano luego de una penosa operación quirúrgica.
Si se da crédito a las publicaciones de Freud, la desintoxicación de la morfina fue un acierto total. En 1884, escribe que el morfinómano en cuestión -del que evidentemente no proporciona el nombre- había logrado de inmediato, gracias a la cocaína, abstenerse de la morfina sin padecer síntomas de abstinencia importantes y que además, diez días más tarde, había dejado de tomar cocaína. En 1887 afirmó que era posible curar la morfinomanía por la cocaína y que él había participado directamente en la cura de este tipo, que había sido un éxito total.
Pero en su correspondencia privada, Freud cuenta, ofreciendo detalles, una historia muy distinta. (...) En mayo de 1885, un año después del comienzo del tratamiento, Freud anota en una carta a Martha que Fleischl sólo sobrevivía con ayuda de cocaína y de morfina, y que había utilizado grandes cantidades de cocaína durante los últimos meses. El consumo había sido tal que le había provocado una intoxicación crónica cuyas consecuencias eran un grave insomnio y una suerte de deliriums tremens. Se sentía tan mal que prometía suicidarse luego de la muerte de sus padres.
(...) La lección de esta historia es la siguiente: en sus publicaciones, Freud no tuvo ningún escrúpulo en presentar una terapia desastrosa como un éxito resonante. Un investigador que comunica sus resultados de este modo no merece ser tomado con seriedad. Sólo se puede calificar de estafador.
Los pacientes imaginarios
Por Mikkel Borch-Jacobsen. Filósofo. Autor de siete libros sobre psiquiatría e historia del psicoanálisis.
Una de las razones por las cuales ha sido necesario tanto tiempo para hacerse una idea más precisa de la eficacia de los análisis practicados por Freud es que evidentemente no se conocía la identidad real de sus pacientes. Protegido por el secreto médico, Freud podía entonces permitirse escribir lo que fuera, y sólo muy progresivamente se hizo camino la verdad, a medida que los historiadores lograban identificar a las personas que se ocultaban detrás de los nombres pintorescos de "Elisabeth von R.", del "Hombre de los Lobos" o del "Pequeño Hans". (..) El balance resulta poco convincente.
Señorita Anna O.: Sabemos ya que Bertha Pappenheim no se había curado en absoluto de ningún síntoma histérico por la "cura por la palabra" de Breuer, contrariamente a las aseveraciones repetidas por Freud. Se comprende, en estas condiciones, que ella haya sido más que escéptica en relación con el psicoanálisis: según el testimonio de Dora Edinger, "Bertha Pappenheim no habló nunca de ese período de su vida y se oponía con vehemencia a toda sugerencia de un tratamiento psicoanalítico para las personas que tenía a su cargo, ante la gran sorpresa de la gente que trabajaba con ella".
Cecilia M.: Su verdadero nombre era Anna von Lieben, nacida baronesa de Tedesco. Esta paciente muy importante (y muy rica) que Freud llamaba su "Maestra" (Lehrmeisterin) sufría también múltiples síntomas y excentricidades. Era además morfinómana. Según Peter J. Swales, que fue el primero en identificarla públicamente, su tratamiento con Freud, que duró de 1887 a 1893, no produjo ninguna mejoría en su estado, sino al contrario. Su hija declaró más tarde a Kurt Eissler -que la entrevistó para los Archivos Freud- que la familia detestaba cordialmente a Freud ("todos lo odiábamos") y que la paciente misma se interesaba mucho menos por la cura catártica que por las dosis de morfina que su doctor le administraba con liberalidad: "Vamos, lo único que esperaba
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