El Tele-pobre Como Abyecto
Enviado por marcocaballero • 11 de Febrero de 2013 • 5.686 Palabras (23 Páginas) • 607 Visitas
El tele-pobre como abyecto: El caso del show de Laura Bozzo
Rocío Silva Santisteban | Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
www.hemisphericinstitute.org
Una trabajadora del hogar en el Perú o en otros países de América Latina no solo gana un sueldo miserable por debajo del mínimo vital y tiene apenas una jornada de descanso de ocho horas reconocida por ley (ergo, se permite a su vez un trabajo seguido de 16 horas), además, en algunas casas, almuerza y cena en espacios diferenciados de los patrones e incluso usa cubiertos, platos y servilletas marcados y separados, como si se tratara de una persona con una enfermedad contagiosa. Hay un sentido común racista, soterrado en el tejido social peruano, que adscribe a los seres humanos vistos como “inferiores” una cierta condición de impureza contaminante. Esta doble moral se puso en juego durante los inicios de la república cuando se requerían “amas de leche” o nodrizas que en su mayoría eran indígenas o mulatas. Las amas de leche, que al parecer se pusieron de moda por la influencia alemana de los colonos de Pozuzo, daban de lactar a los hijos de los patrones pero sólo los tocaban a través de tules: la piel era contaminante pero la leche no.1 Absurdas sofisticaciones de nuestro racismo criollo.
La idea de la abyección de los otros contaminantes como la “nodriza morena sana y sin vicios” se ha mantenido durante toda nuestra historia republicana. Las relaciones autoritarias que se establecieron durante la colonia se arraigaron de manera tan profunda que organizaron un extraño tipo de miedo ante la democratización que corría junto con las ideas de la independencia. Para los héroes de la independencia la modernidad avanzaba también en sus ideales de igualdad y los propios criollos convertidos en peruanos sentían miedo ante una sociedad que se abría a la equidad entre todos, incluyendo por supuesto, al salvaje no-civilizado que era el indio. Es entonces que se organiza una sociedad republicana pero de costumbres sociales virreinales con dos tipos de ciudadanos: los de pleno derecho, criollos que votaban en las elecciones y que además podían ser representantes, y los otros, los que eran libres e iguales entre ellos, pero subordinados ante los “verdaderos” ciudadanos y tutelados por éstos.
Hoy en día algunos grupos de peruanos piensan en el otro indígena o subalterno en general como un sujeto-vertedero para permitir el ejercicio de la violencia y así evitar una reflexión sobre la condición del otro como ser humano. Esta idea del otro contaminante se refuerza y a su vez se organiza de manera mucho más sofisticada a través de las representaciones de los pobres que presentan los medios de comunicación en el Perú especialmente, pero también en otros espacios de América Latina en su conjunto, incluyendo los canales hispanos de Estados Unidos. Si los indígenas o mestizos que protagonizaron el conflicto armado interno peruano eran invisibilizados en la televisión, por el contrario, aquellos que están en las ciudades como inmigrantes empobrecidos y que conforman las filas de los trabajadores y trabajadoras del hogar, por ejemplo, deben de ser organizados como seres “desechables” cuya sola presencia confunde, perturba, por el poder contaminante que emanan sus cuerpos.
El objetivo de este ensayo es analizar las representaciones del pobre-abyecto y contaminante que organizaron y han venido consolidando desde 1996 a la fecha los diferentes programas de televisión que ha conducido la peruana Laura Bozzo. Asimismo, se analizará cómo estos modelos de pobres mediáticos se imponían en el imaginario nacional de tal manera que no solo las otras clases sociales los asumían como tales, sino incluso, los propios pobladores de los sectores D y E —esto es, los propios pobres y pobres extremos— descreían de su realidad para adjudicarse como representación de ellos mismos estas imágenes abyectas. Esta idea del “tele-pobre” como ser contaminado y contaminante, como esencia del “hombre muladar” (Corbin 145), tiene como finalidad adscribirle a los pobres la calidad de “seres socorridos y plausibles de ser tutelados” como correlato mediático de los tipos sociales necesarios para los programas sociales que deben paliar las transformaciones del modelo económico neoliberal del Consenso de Washington.2 Los tele-pobres entonces son la continuación del estereotipo del “salvaje semi-civilizado”, del pongo, del siervo andino semi-esclavizado, que no puede tomar decisiones propias y por lo tanto posee una condición de ciudadanía de segunda clase o incluso no tiene ninguna.
El indígena invisible
Lamentablemente esta forma de entender las diferencias entre connacionales ha seguido fija y a finales del siglo XX ha tenido consecuencias nefastas. La mayoría de víctimas del conflicto armado interno que vivió el Perú entre los años 1980 – 2000 fueron quechuahablantes monolingües o bilingües según lo reporta la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR):
La violencia (…) no golpeó de manera similar a todos los peruanos sino que impactó desigualmente en diferentes espacios geográficos y diferentes estratos de la población […] Como es sabido, la exclusión social y pobreza en el Perú tienen un rostro rural y campesino. Fue precisamente en estas zonas y en esta población que se produjo la mayor cantidad de víctimas, no solo a escala nacional sino también dentro de los mismos departamentos más afectados por la violencia […] son las distancias culturales entre las víctimas y el resto del país las que aparecen como las más dramáticas. Mientras que, de acuerdo con el censo de 1993, sólo para un quinto del país el quechua u otras lenguas nativas era su idioma materno, esa proporción supera el 75% entre los muertos y desaparecidos reportados por la CVR” (Hatun Willakuy 18, 22–23).
La separación mental entre república de indios y república de españoles se ha seguido manteniendo de manera mucho más sofistica y reforzada durante los últimos años de la historia peruana; esto queda claro con los índices de desaparecidos, asesinados y mujeres violadas que forman parte de la primera. No sólo los representantes del Estado se arrogaron la calidad de tutores de los indígenas sino también los propios miembros de los movimientos subversivos que los calificaban como “masa” o “mesnadas” según estén a favor o en contra de su propio proyecto.3
A su vez lo más dramático de esta separación es la invisibilización, no sólo de la situación de los quechuahablantes sino incluso de los propios indígenas. Como el personaje de la novela de Manuel Scorza, Garabombo, el invisible, los indígenas no son “vistos” y son totalmente mimetizados con el paisaje, con aquel escenario del
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