El Varón víctima De Violencia Familiar
Enviado por alepsicon • 10 de Junio de 2012 • 3.060 Palabras (13 Páginas) • 775 Visitas
EL VARÓN VÍCTIMA DE VIOLENCIA FAMILIAR
Alejandra Palacios Banchero *
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Y Ahora…
¿Quién podrá
defendernos?
El varón víctima de violencia familiar.
Alejandra Palacios Banchero
alepsicon@yahoo.com
“Soy victima diariamente de la violencia familiar que mi mujer ejerce sobre mi. Violencia psicológica y alguna que otra violencia física menor. Pero por lo pronto pasa del amor, la tensión, la violencia y la amenaza de irse y llevarse mis hijas para luego decirme que no puede vivir sin mí… Me he sentido muy mal que Ud. asuma que la MUJER es la victima siempre de la violencia familiar… su libro tiene conceptos muy útiles e interesantes que lamentablemente tuve que traducir para entender que cuando decía por ejemplo: “vives día a día preocupadA y angustiadA por lo que paso ayer” debería decir “vives día a día preocupadO y angustiadO por lo que paso ayer... Quisiera separarme de mi mujer y seguir siendo el padre de mis hijas. Pero no lo hago por temor a que la sociedad PREJUICIOSA en la que vivimos le de la tenencia total de mis hijas a esta agresora y castigue a la victima que soy en lugar de protegerlo… debo seguir en esa casa sufriendo la violencia familiar para asegurarme estar al lado de mis hijas ya que es muy probable que la sociedad NUNCA me crea del maltrato diario que sufro, porque los HOMBRES no podemos ser victimas. Somos a criterio de muchos VICTIMARIOS…”
(Comentario de un lector sobre el libro digital “Ante el abuso y el maltrato, siento dolor y angustia” A. Palacios, 2007).
No se puede pasar por alto el dolor, la amargura e impotencia que refleja el comentario de este lector varón. Es un grito de protesta y una solicitud de ayuda, ante la presunción generalizada de que las mujeres son siempre las víctimas y los hombres siempre los agresores dentro del fenómeno de la violencia familiar.
La idea de que el varón podría ser víctima de abuso y violencia doméstica, es tan increíble para la mayoría de las personas, que muchos hombres ni siquiera intentan divulgar su condición. Si se da a conocer la situación, más de uno lo comenta como una novedad o con cinismo y burla, tanto por sus pares como por los que investigan los acontecimientos.
Aún en nuestros días, los mitos y prejuicios prevalecen dentro de la sociedad. Se siguen adjudicando características y roles que tanto el hombre como la mujer deben desempeñar dentro de las relaciones de pareja: la mujer es el “sexo débil” --dada a la ternura y la emocionalidad, es vulnerable y necesitada de amparo y protección. El hombre es el “sexo fuerte”, el “macho” -- enérgico, valiente, competitivo, callado, invulnerable a la ternura y la emocionalidad, proveedor y protector del más débil.
Sin embargo, el hombre también puede ser agredido física, psicológica, emocional, económica y hasta sexualmente.
Esta problemática que sí existe --aunque no en el mismo porcentaje alarmante de la víctima mujer--, no es nueva, pero en los últimos años se está haciendo más evidente. Sin embargo aún no se ha logrado precisar en su real magnitud; y su intervención, como fenómeno social, ha sido limitada consciente o inconscientemente, por ribetes culturales, religiosos, políticos, económicos. Es además, desconocida por legisladores y por la sociedad en su conjunto. La realidad es que en la práctica, no se le considera como violencia, se minimiza o se ridiculiza.
¡Hombre maltratado
por la mujer…
es causa de risa!
Observamos una escena en la que el marido maltrata a la mujer: sentimos indignación, nos incomoda, lo desaprobamos y criticamos. Observamos otra escena en donde la mujer es la que maltrata al marido: nos causa gracia, nos reímos y lo aprobamos porque pensamos que el “débil” está venciendo al “fuerte”. Sin embargo, no nos damos cuenta de que en ambas escenas, se está ejerciendo violencia. Ejemplo de ello lo tenemos en innumerables programas cómicos, en publicidad y hasta en las comiquitas en varios medios de comunicación.
Los factores comunes para que el varón víctima no se separe o haga la denuncia, son culturales, sociales e individuales y están en estrecha relación con las causas que originan este fenómeno.
Los estereotipos rígidos del varón, con lo que se espera de él como “macho” o el temor a las burlas, hacen que trate de esconder el problema. En ese “esquema social” de proveedor, jefe de familia y protector, una denuncia de agresión significaría trastocar los roles establecidos, donde se supone que el varón es el que “lleva los pantalones” y en ultimo de los casos el que maltrata es el. Para muchos es inadmisible reconocer ante sí mismo y ante los demás, la caída de su superioridad. No denuncian porque el maltrato de sus esposas o hijos es un duro golpe a su autoestima.
Hay sentimientos comunes en el hombre maltratado: soledad, sufrimiento, vergüenza, pobre autoestima, culpa, inhibición, propensión a la humillación o temor a tomar una decisión. .
La soledad que sienten es el denominador común. Callan, sufren en silencio pues no hablan sobre su situación ni con el familiar más cercano ni el amigo de confianza. Su respuesta ante la violencia es quedarse callado y aceptar el hecho con resignación o huir momentáneamente de la situación.
No es frecuente que un hombre exprese sus sentimientos y debilidades y le diga a alguien que está siendo maltratado. “No está bien” ver a los hombres lloriqueando o quejándose. Se le ha educado para que reprima sus emociones y se comporte como “todo un hombrecito” desde pequeño. Debe ser capaz entonces, de soportar y controlar el maltrato si es que se reconoce, pues no existe creencia de que la mujer violenta pudiera entrañar peligros potenciales, a pesar de los casos que se reseñan en la prensa mundial.
La violencia, provenga del hombre o de la mujer, tiene el mismo origen: poder y control sobre la relación. Las motivaciones sin embargo pueden ser algo distintas — esposa, concubina, amante, pareja ocasional, madre — la violencia puede surgir con el fin de mantener control sobre la relación y la vida de la pareja, obtener algún tipo de beneficio social o económico, cuando se rompe la relación, cuando uno de los dos tiene una relación extramarital o cuando la relación extramarital pretende la formalidad de la relación.
Algunos varones piensan
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