El amor en Freud
Enviado por Karen Tunante • 16 de Octubre de 2019 • Trabajo • 5.930 Palabras (24 Páginas) • 244 Visitas
El amor en Freud
La ciencia no ha sido la única institución, ni el único tipo de saber que ha intentado acuñar una teoría explicativa sobre la experiencia amorosa, la poesía, la filosofía e incluso la religión han aportado también múltiples versiones explicativas en un intento por asir un amor que por definición es además de indomable, siempre problemático.
Existe un relativo consenso en la ciudad psicoanalítica respecto que Freud invento un nuevo tipo de amor en la serie que históricamente respecto de esta experiencia venia consolidándose, y que Allouch cita en extenso al referirse al amor platónico, al amor pascal, al amor romántico, al amor cortes, etc., y en esa serie aparece el amor freudiano como un amor genuino, inédito en la serie pero no el ultimo de la misma.
la teoría del amor en Freud coloca por primera vez en la historia el deseo sexual, el erotismo como el punto nuclear de las relaciones entre hombres y mujeres; acentuando la dimensión fantasmagórica, articulándola al complejo de Edipo.
En otro punto tenemos que la relación amorosa esta sobre determinada por la sexualidad infantil cifrada en el complejo de Edipo como determinante de la elección de objeto de deseo sexual.
Tenemos los siguientes elementos que son fundamentales para entender la teoría del amor en Freud:
El Edipo como matriz determinante del amor
Freud a partir de su autoanálisis concluyo que había una ley universal que era la única verdaderamente sostenible, dado que había llegado a la conclusión de que sus neuróticas le mentían, esa verdad indiscutible era la presencia inconsciente de las marcas del Edipo que se constituye en un vector indiscutible en el continuo devenir de la relación amorosa que a su ves tiene tres características; primero es de carácter inconsciente, es decir, la elección de objeto constituye una mezcla de condiciones conscientes con inconscientes donde priman las segundas; segundo, la sexualidad infantil experimentada en el Edipo va a tener consecuencias, va atener “las mas serias consecuencias para la vida adulta”; y tercero, el Edipo se constituye en la matriz genésica de la elección de objeto amoroso, entiéndase erótico.
Es bastante conocido que en consistencia con la experiencia del complejo de Edipo, es decir, en la particular forma la manera como se vivenció la primera explosión de la sexualidad en la infancia, en la compleja dinámica en la relación con la fi- guras parentales en la que la madre se constituye en el primer objeto de deseo y el padre en un interdictor del mismo, y van a constituirse en huellas imborrables que se silenciaran en la fase de latencia y reavivaran en la adolescencia, dejando como saldo que el hombre frecuentemente se dirija a una mujer en la que espera encontrar a su madre y la mujer se dirigirá a un hombre en el que espera encontrar a su padre. Freud nos lo plantea claramente así: “El hecho de que el primer enamo- ramiento serio del joven, como es tan frecuente se dirija a una mujer madura, y el de la muchacha a un hombre mayor, dotado de autoridad, es un claro eco de esta fase del desarrollo: pueden revivirles, en efecto la imagen de la madre y del padre. Quizá la elección de objeto, en general, se produce mediante un apuntalamiento, mas libre, en estos modelos. El varón persigue, ante todo, la imagen némica de la madre, tal como gobierna en él desde el principio de su infancia”(Freud, 1905). Tres elementos están aquí puestos en juego por Freud, uno los padres como modelo; dos, la deferencia sexual en la elección de objeto, tres la repetición como lógica del inconsciente. Esta ultima en particular aparece como un elemento que esta en relación no solo con el complejo de Edipo sino con su saldo: el complejo de castración, lo que nos permite concluir que el amor freudiano tiene como estigma que es procedente de una falta (la de la madre como objeto primero por siempre perdido), que se intenta recuperar ahora en la elección de un partenaire en la que no se advierte el fracaso –dimensión estructural del amor– y que lleva al sujeto a la repetición como un efecto de la castración – de la que no se quiere saber nada– en el caso del neurótico esto es reprimida, nunca superada.
La comprensión del enclave edipico va a marcar otra cualidad del amor freudiano: la fantasmagórica, es decir, que la elección de objeto esta en estricta correspondencia con un fantasma, con la fantasía primordial – mi papa me pega, mi papa me ama– , es decir, que la elección de objeto se fundamenta en un deseo primordial inconsciente. Freud (1912) lo demarca así: “recordaremos, ante todo, que la acción conjunta de la disposición congénita y las influencias experimentadas durante los años infantiles determina, en cada individuo, la modalidad especial de su vida erótica, fijando los fines de la misma, las condiciones que el sujeto habrá de exigir en ella y los instin- tos (pulsión) que en ella se habrá de satisfacer”. Tres elementos mas que subrayar alrededor de esta cita: el carácter particular individual de la modalidad especial de la vida erótica escogida, es decir, la imposibilidad de universalización del deseo, queno de su lógica; la determinación de las condiciones que el sujeto habrá de exigir al otro que se constituya en su objeto de deseo; y tercero, la dimensión histórica de las determinaciones. En suma, en relación al amor en Freud se pueden reconocer tres cosas: tiene raigambre histórica, es particular en cada sujeto y tiene condiciones usualmente inconscientes. En particular esta última idea rompe con el ideal del amor como un amor incondicional. Y nos coloca acerca del reconocimiento de la dimensión narcisística, egocéntrica del amor.
La veta narcisística del amor
“No te enamoraste de mi, sino de ti cuando estas conmigo” es el reclamo del ena- morado ficcionado por Ricardo Arjona quien dirigiéndose a su partenaire le reclama que finalmente ha advertido que él no ha sido tanto el objeto de amor en sí, como usado para beneficio exclusivo de su partenaire. La veta religiosa del amor como incondicional y como deseo de bien al otro por si mismo es incompatible con el descubrimiento, no poco escandaloso, de Freud, al plantearnos que el amor es en primera instancia un deseo profundo de ser amado, es decir, que es posible que el propio yo se constituya en objeto de deseo y sobre el recaiga una potente catexia libidinal que autocentra al sujeto y lo obliga inconscientemente a demandar ser amado. Esa dimensión egocéntrica del amor no era fácilmente reconocible sino hasta Freud, pues seguía imperando el ideal moral de un amor como siempre dirigido al otro para su bien, en ningún caso como un amor así mismo, pero Freud nos va a advertir sobre la posibilidad de que uno mismo se constituya en objeto de amor e identificando efectos diferenciales sobre el hombre y la mujer como consecuencia del narcisismo, y nos indica que “Los seres humanos se descomponen tajantemente en dos grupos según que su elección de objeto responsa a uno de los dos tipos, el narcisista o el del apuntalamiento; mas bien, promovemos esta hipótesis: todo ser humano tiene abierto frente así ambos caminos para elección de objeto, pudiendo preferir uno o el otro. Decimos que tiene dos objetos sexuales originarios: el mismo y la mujer que lo crio, y presuponemos entonces en todo ser humano que eventual- mente, puede expresarse de manera dominante en su elección de objeto” (Freud, 1915). Nótese aquí que Freud hace referencia a “la mujer que lo crió” insistiendo en el carácter determinante de la figura materna, es decir, no del personaje mamá, sino de quien cumplió con la función nutricia, y adicionalmente insiste que el deseo es originalmente narcisista al ser en principio autoerotico, pues un primer Objeto sexual es uno mismo y otro de erotismo centrado en el mismo agenciado por el otro materno Ambas tienen como propósito de satisfacción el propio sujeto. Pero adicionalmente enfatiza las diferencias en la elección de objeto sexual de acuerdo con el genero indicándonos que: “la comparación entre hombre y mujer muestra, después, que en su relación con el tipo de elección de objeto presentan diferencias fundamentales, aunque no, desde luego regulares. El pleno amor de objeto según el tipo del apuntalamiento es en verdad característico del hombre (con el desarrollo puberal, por la conformación de los órganos sexuales femeninos hasta entonces latentes, parece sobrevenirle un acrecimiento del narcisismo originaria) tales mujeres solo se aman en rigor, así mismas, con intensidad pareja al hombre que las ama” (Freud, 1915), pero quizás advirtiendo las posibles mal interpretaciones de su palabra no deja de aclarar: “nada mas lejos de mi, en esta pintura de la vida amorosa femenina, que la tendencia a menospreciar a la mujer” (Freud, 1915).
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