El trastorno antisocial de la personalidad es un aspecto directamente relacionado con los actos delincuenciales
Enviado por Mariana Slait Lambraño • 27 de Abril de 2022 • Trabajo • 1.952 Palabras (8 Páginas) • 71 Visitas
Ensayo
Mariana Slait Lambraño
Estudiante
Paola Andrea Osorio Villa
Docente
Curso Psicopatología
Facultad de Psicología y Ciencias Sociales
Universidad Católica Luis Amigó
Medellín
2021
El trastorno antisocial de la personalidad es un aspecto directamente relacionado con los actos delincuenciales.
El trastorno antisocial de la personalidad (TAP) es catalogado como una alteración de la salud mental, ya que se considera como una incapacidad para adaptarse a las normas sociales establecidas con persistentes emociones de irritabilidad y ausencia de culpa y empatía entre sus iguales. Este afecta diferentes áreas de la vida humana que repercuten en la sociedad y en sí mismos, áreas que desde la infancia influyen en el desarrollo del TAP y se siguen presentando en el transcurso de su ciclo vital, dando paso a la creación de personas con conductas, emociones y pensamientos disfuncionales: terroristas y pandilleros. Son personas antisociales que deben ser tratadas desde un ámbito médico (psiquiátrico) y psicológico, para lograr una amortiguación de los síntomas y características agresivas, para el bien propio y común de su contexto. Diversos aspectos influyen en el trastorno antisocial en cuanto al desarrollo en sociedad de las personas que lo padecen, factores tales como, lo biológico, ambiental, conductual, afectivo, cognitivo, social y judicial, influyendo también en relación con los actos delincuenciales que se dan de forma reiterativa.
La salud mental puede tener varias alteraciones, como, por ejemplo, "un trastorno de la personalidad (TP) el cual es definido por el DSM-IV-TR (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) como un patrón rígido de experiencia interna y de conducta que se desvía marcadamente de las expectativas culturales del individuo, es persistente e inflexible, tiene su inicio en la adolescencia o en la adultez temprana, es estable a través del tiempo y conlleva malestar o deterioro." (Holguín Mendoza & Palacios, 2014) con base en este ensayo del trastorno antisocial de la personalidad (TAP), "El TAP consiste en una incapacidad para adaptarse a las normas sociales que habitualmente rigen numerosos aspectos de la conducta de las personas en la adolescencia y la edad adulta. Los pacientes con TAP característicamente muestran fácilmente irritabilidad y sentimientos agresivos hacia los demás, los cuales se expresan en el contexto de la amenaza o la intimidación." (Holguín Mendoza & Palacios, 2014). Es acertado afirmar, en esta línea de argumentos, que el TPA influye enormemente en el aspecto social, pues la persona que padece de este se verá afectada en todos los niveles y aspectos de la vida, un claro ejemplo de este y por considerarse el más común en la sociedad, es la conducta antisocial que realizan algunos organizaciones o terroristas, estas personas con conductas antisociales, desde la dimensión social, puede tener orígenes en un ambiente adverso, maltrato en su infancia y abuso del alcohol y drogas durante la adolescencia; mientras que desde la dimensión afectiva la disfuncionalidad familiar y el apego deficiente, mayormente por parte de la madre, suelen ser detonadores para despertar el TAP, sumado con la incapacidad de comprender las emociones de los demás, la falta de culpa y la ausencia del sentimiento de culpabilidad. Desde la neuropsicología diversos autores plantean que en las personas con TAP hay una disfunción en el lóbulo frontal, por lo tanto, existe alteración en las funciones ejecutivas que permiten el desarrollo de habilidades mentales superiores requeridas para dar solución a problemas complejos. Ligado a esto, también hay una disfunción de la cognición social, Botero et al (2015) indica que, “es un proceso cognitivo por medio del cual se puede interpretar, predecir y percibir adecuadamente los signos sociales, y responder de una manera adecuada”. Dicha situación conlleva a pensar que estas personas carecen de la capacidad tanto cognitiva como emocional para desenvolverse en la sociedad sin transgredir las normas sociales o morales.
Asimismo, la dimensión conductual presenta evidencia para identificar a una persona con características antisociales; que reinciden en los actos desde la infancia, durante la adolescencia y la adultez, siendo los más comunes el robo, vandalismo, los trastornos de conducta, la impulsividad, la resistencia a la autoridad, acciones agresivas tanto psicológicas como físicas entre iguales, deserción escolar, huida de casa y crueldad hacia los animales. Por consiguiente, es pertinente identificar la incidencia del trastorno antisocial en los actos delincuenciales.
Entre otras cosas el ambiente influye en el comportamiento de las personas, un ambiente con tensiones y amenazas pueden incitar a actuar o provocar conductas antisociales. Es decir, una persona que tiene a un padre adoptivo con TAP, tiene más de tres veces la probabilidad para desarrollar el trastorno. Sin embargo, el gen incide también en la formación del trastorno. En contraste, al ejemplo anterior, una persona cuyo padre biológico tiene registros de conductas delictivas o agresivas tiene cuatro veces más probabilidad de presentar conductas agresivas que una persona que no tenga ese historial biológico. Así, se considera un factor clave y fuerte en la varianza del TAP. Por lo tanto, el aspecto neurológico es un factor que pocos profesionales han incursionado, pero un estudio afirma que "...las lesiones de la corteza frontal se asocian con agresividad impulsiva, o por lo menos con rasgos agresivos." (Holguín Mendoza & Palacios, 2014) Dando, entonces, otro factor para tener en cuenta para el estudio, tratamiento, detección, comprensión y análisis de la salud mental desde el trastorno antisocial de la personalidad (TAP). Se observa ahora, en un punto objetivo donde se vivencia de manera muy real y constante el TAP: los grupos terroristas. Donde sus ideales y propósitos van en busca de personas que fácilmente puedan ser seducidos por sus creencias y se unan a ellas. Con respecto al terrorismo siempre se ha intentado buscar patrones o conductas que puedan dar un adelanto o un análisis de forma rápida y deductiva para reconocer con facilidad el perfil estructurado de un terrorista. Sin embargo, por medio de varias investigaciones se ha encontrado que más allá de su contexto, su historia o su conducta en general coinciden específicamente en sus rasgos de personalidad. En síntesis, los rasgos y mecanismos psicopatológicos que son comunes de encontrar en los estudios de personalidad de los terroristas, los situarían en el grupo B del Eje II del DSM-IV: trastorno limítrofe de personalidad (F60.3) con elementos de los subtipos antisocial (F60-2) y 3Medwave narcisístico (F60.8) del mismo grupo y Paranoide-Fanático (F60.0) del Grupo A (González, 2006). En el terrorismo pueden encontrarse algunos factores de riesgo, facilitando a quienes reclutan a los jóvenes para hacerlos parte de esta organización. Según González (2006), existen tres factores importantes que originan, fomentan y facilitan la violencia:
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