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Fundamentos De La Etica


Enviado por   •  10 de Mayo de 2015  •  5.292 Palabras (22 Páginas)  •  175 Visitas

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vida y muerte son dos conceptos fundamentales en el proceso salud – enfermedad. Muchas personas sanan al considerar que aun tienen mucho que realizar en la vida, otras aunque no se recuperan totalmente, viven mucho más de los pronósticos médicos cuando sienten que le quedan metas por alcanzar. Por otra parte, el temor a la muerte, considerada como la pérdida de todo, puede precipitar la aparición y desarrollo de la enfermedad.

¿Qué es la vida? Cuando se realiza esta pregunta a los pacientes, se encuentran respuestas bien interesantes. Hay quienes la describen como un abismo sin salida, otros como una bendición de Dios y hay quienes aun están buscando una respuesta. Lo cierto es que la vida es diferente para cada persona, ya que la concepción que se tiene de ella depende de su cultura, sus experiencias y de la realidad que percibe bajo el prisma de su personalidad.

¿Qué es la muerte? ¿Es principio o final? Por lo general, la vemos como el fin de todo, la pérdida de nuestros bienes, de nuestra profesión, de nuestros seres queridos, de nuestra integridad física. Pero hay que tener en cuenta que también puede ser el comienzo de la paz, de la sanación, de la libertad. A veces el enfrentarse a la muerte suele ser el catalizador que permite a las personas “despertar” y comenzar a luchar por lo que realmente quieren. Cuando uno siente las alas de la muerte cerca, lo más probable es que reanime sus ansias de vivir.

La vida misma, ya no como concepto sino como realidad nos obliga a meditar sobre ella. Sucede por ejemplo cuando conocemos de la muerte inesperada de un amigo o conocido contemporáneo a nosotros, es entonces que nos preguntamos qué estamos haciendo con nuestra vida, qué sentido tiene, cuáles son las metas que aun no hemos alcanzado.

A través de mi propia experiencia, he constatado que existen ciertos factores que atentan contra la valoración positiva que se tiene de la vida, algunos de ellos son:

• No aprender de los errores que cometemos: La vida tiene una fuerza misteriosa que nos está enseñando siempre cual es el camino más conveniente para nosotros, pero muchas veces no vemos estos mensajes como señales que nos guían y cuando fracasamos, culpamos a la vida por lo sucedido. Sin embargo, cuando estamos atentos a dichas señales, comenzamos a sentir un profundo amor hacia la vida, comparado al amor que siente el discípulo hacia el maestro. La vida es ante todo una escuela a la que venimos a adquirir los conocimientos necesarios para nuestra evolución. Quien no se esfuerza por asimilar los contenidos, corre el riesgo de repetir continuamente las lecciones y no pasar hacia un grado evolutivo superior.

• La falta de fe y de esperanza: El pesimismo es una de las actitudes negativas que más nos impiden realizar nuestros sueños y disfrutar de la vida. Para lograr nuestros anhelos y desarrollar todo nuestro potencial, debemos confiar en la sabiduría del universo, de lo contrario estaremos siempre limitados. Quien navega por los mares de la vida sin esperanza, puede quedar naufragando eternamente en el llanto de su alma, sin ver la otra cara del mundo donde es posible sonreír y continuar el curso hacia la ascensión.

• No saber disfrutar de lo que se hace ni de lo que se tiene. El valor de la vida se manifiesta en el presente, en el aquí y ahora, en las cosas que tenemos, en la labor que realizamos, en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Muchos se sienten infelices por no tener lo que desean. Desde este punto de vista, las personas se pueden clasificar en cuatro grupos:

• Los que tienen y no se conforman con lo que tienen: (Los avariciosos)

• Los que tienen y no disfrutan lo que tienen (Los amargados)

• Los que no tienen y critican a los que tienen (Envidiosos)

Por último se encuentran los que disfrutan lo que tienen y se alegran de lo que tienen los demás (Los sabios)

• No tener objetivos ni aspiraciones: (Encontrar un sentido a la vida) ¿A qué venimos al mundo? Responder a esta pregunta nos muestra la tarea que debemos realizar. Siempre hay una meta que alcanzar, una ilusión que nos mueve hacia delante. No importa cuan lejos estemos de ella, lo que tiene valor es el esfuerzos que se hagan para llegar a donde queremos. Siempre tenemos un papel que desempeñar en esta gran obra del universo. Debemos recordar que la vida recobra su sentido cuando descubrimos que somos necesarios, pero sólo se ilumina cuando admitimos que somos imprescindibles.

Son éstas algunas de las razones por las que debemos conservar un criterio sobre la vida que nos acerque a ella, que nos permita disfrutar el presente con tal intensidad que nos olvidemos de todas preocupaciones del pasado y de las incertidumbres del futuro. De esta forma la salud será restablecida cuando sobrevenga la enfermedad, será mantenida pese a las contrariedades del destino, resucitará cuando la muerte aparezca en el camino.

a muerte

La muerte es un fenómeno natural, universal y único. Es natural en el sentido de que, si no median causas antinaturales (asesinato, etc), se produce siempre como consecuencia de accidentes, enfermedades y/o envejecimiento ocasionados en la relación con el medio ambiente o con procesos de desgaste fisiológico. Es universal, porque, mediando una u otra circunstancia, todos los hombres han muerto y morirán. Es único porque el propio concepto de muerte (término de la vida) entraña la irreversibilidad y a cada persona le acontece una sola vez.

De lo anterior se deriva que si la muerte es un fenómeno natural y universal, está en manos de los profesionales de la salud poner los medios a su alcance para evitarla, pero siempre habrá un último momento en el que, pese a todos sus esfuerzos, llegará de forma inexorable. El fracaso del ejercicio profesional no es por tanto la muerte misma, sino la negligencia en sus diversas formas y grados.

Nadie puede dar lo que no tiene. La muerte es la continuación de la vida y ha de ser objeto de reflexión durante la misma. Una vez integrada naturalmente dentro de los parámetros existenciales del profesional no representa una situación incómoda y marginada en el quehacer cotidiano, sino un aspecto más del mismo.

Cualquier momento único en la vida de una persona es importante por el hecho de ser único; en el caso de la muerte es especialmente importante (que no es sinónimo de agradable, placentero o gratificante) por ser además el último. Bajo este prisma se han de analizar frases como "a mí tampoco me gustaría enterarme" o "yo personalmente estoy seguro que lo pasará muy mal", frecuentemente pronunciadas por familiares o amigos, sanos, alejados del epicentro de la enfermedad.

Pese a vivir en una cultura en la que la eliminación de los incómodos llega a ser considerada

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