Juegos Que No Son Juegos
Enviado por ursi • 1 de Julio de 2014 • 808 Palabras (4 Páginas) • 268 Visitas
Juegos que parecen pero no son
Una inquieta profesora levanta la mano y pregunta: cómo saber cuál es el límite que tenemos como educadoras de párvulo cuando los padres de una niña de 3 años nos señalan, sin ningún pudor, que se bañan desnudos juntos con ella.
Una inquieta entrenadora pregunta hasta dónde llega su responsabilidad moral –de consciencia- cuando el entrenador que exhibía prácticas poco profesionales y sospechosas de abuso sexual a sus alumnas de 12 años, sigue en contacto con algunas de ellas a pesar de ya no seguir ejerciendo labor alguna en términos profesionales con esas personas.
Una mamá, dichosa, consiente que el tío venga a buscar al sobrino varias tardes, lo lleve a sus actividades, lo ayude a hacer tareas, le regale costosos juguetes y comparta su cama en la tarde, adentro de la cama, debajo de las sábanas, mientras juegan o ven televisión.
Esa mamá no entiende por qué el hermano mayor sospecha, por qué considera extraña esa preferencia de este tío al que ha visto en numerosas oportunidades jactarse, frente a los sobrinos mayores, de su colección de pornografía.
Una mamá se ríe cuando, frente a sus narices, el primo mayor besa en la boca a su prima menor señalando a viva voz que son pololos y pidiéndole a la pequeña que lo confirme. Como si fuera un chiste.
Un papá se detiene, por primera vez, a mirar con otros ojos sus reacciones jocosas cuando su pequeña de 4 años contaba orgullosa que su papá era su pololo.
Un papá deja la práctica de besar en la boca a su hija una vez que al verlos, el garzón pregunta si son pareja.
¿Cuál es la delgada línea que separa una conducta cualquiera, inofensiva, de un abuso, con nefastas consecuencia en quien lo vive como víctima?
¿Cuándo un “juego de niños” deja de ser juego y se convierte en franco maltrato o abuso?
¿Quién define dónde está esa línea?
Cuando nos paramos en la vereda del abuso sexual infantil, siempre, SIEMPRE, S I E M P R E la responsabilidad es del adulto. En esta vereda, dejar en el niño, en su voz la responsabilidad de delimitar esa línea, de nombrarla, de enunciarla, fijarla y peor aún de defenderla es no entender nada de nada. Como es no entender nada de nada –cosa que dicho sea de paso, nos sucede frecuentemente- creer que porque pongo una cámara web en la casa, en el auto, en la reja, dentro del jardín infantil, dentro de la sala de clases, etc., el delito va a dejar de ocurrir. Sólo cambia de lugar. Serán malos los malos, los delincuentes, pero de ahí a que sean ingenuos, idiotas o despistados, no pues, todo lo contrario en muchas ocasiones. Sobre todo en las ocasiones del abuso sexual. Que pongamos una cámara hace que el abuso cambie de lugar, sólo eso, como cambia de parroquia algún prelado que ha sido acusado en la suya, o de ciudad el profesor en cuestionamientos o de jardín infantil los padres que sintieron
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