La Aparicion De Las Normas

LA APARICIÓN DE LAS NORMAS

Los niños llegan a conocer las normas durante la segunda mitad del segundo año. Llevándose a niños de 14 a 19 meses de edad a una sala de juegos de laboratorio en la que había muchos juguetes, algunos rotos o manchados, ninguno de los niños menores, pero más de la mitad de los mayores, mostraron clara preocupación con los juguetes dañados. Señalaban que algo estaba mal diciendo “mira” o “malo”. El niño de 2 años no reacciona de esta manera, sino solo a hechos que pueden haberse producido por actos o sucesos que el niño clasifique como malos.

El niño que reacciona emotivamente a la falta de un botón de una camisa supone que el botón de menos no es una propiedad esencial de la camisa y que algún suceso ha provocado esa alteración. La desaprobación de los adultos produce un estado de inseguridad que se asocia a la idea de la mala acción.

Además, los niños de dos años reaccionan con interés, y a veces con ansiedad, a dibujos de personas con la cara o cuerpo deformados.

Una segunda base para las normas procede de la capacidad de empatía por otro. La mayoría de los niños de dos años han experimentado la molestia de que les peguen, azoten o golpeen. Cuando el niño sea capaz de inferir que otros han experimentado la molestia en las mismas situaciones, consideraran violaciones de normas los actos que hagan daño a otro.

La base del llanto y la protesta es la combinación de la conciencia de una norma de ejecución que cumplir con la incapacidad de cumplirla. Sin embargo los niños que cumple con una norma que se ha impuesto a sí mismos muestra signos de alegría: el niño de dos años suele sonreír espontáneamente después de haber empleado varios minutos en formar una torre de seis cubos o de terminar un rompecabezas difícil. El niño no mira a nadie cuando sonríe: es una reacción íntima que refleja el conocimiento de haber cumplido una norma que se impuso. Si un adulto trata de llevarse el rompecabezas antes de estar terminado es probable que el niño se oponga.

A diferencia de las normas sobre la destrucción o las manos sucias, la norma sobre el dominio no es consecuencia clara de la instrucción ni de una previa asociación al dolor o a la comodidad, sino que parece ser un proceso tan interno como el hambre o el andar.

El niño aprende a diagnosticar la ira del padre por el ceño, el gesto, la acción y la voz y puede creer que, si él es capaz de diagnosticar la ira en el otro, el padre también ha de ser capaz de diagnosticar la ira en el. Como el niño de tres años puede empatizar con los sentimientos de otro, comprende que la persona que le disgusta en secreto se sentirá apenada al descubrirlo. Así, los pensamientos hostiles pueden dañar a otro y, por tanto, son malos.

Considerarse malo no es grato, por lo que el niño será movido a evitar reconocerlo. De ahí que la posibilidad de clasificarse como malo sea una causa de inhibición a la violación de las normas.

Los padres de diversas culturas reconocen que, a los tres años, los niños conocen las normas sobre la conducta prohibida y se espera que, a los siete años, las refrenen.

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