La Autobiografía Y El Yo
Enviado por glatorres • 17 de Agosto de 2014 • 1.576 Palabras (7 Páginas) • 199 Visitas
Para ilustrar la psicología cultural, se utiliza el concepto del “Yo”. Antiguamente existía la concepción de un “Yo” directamente observable por medio de la introspección y la retrospección inmediata, pero luego se habré paso hacía la concepción de un “Yo” conceptual creado por la reflexión, tal como creamos otros conceptos. Luego surgen otras dudas, respecto del “Yo”, preocupaciones de carácter transaccional, es decir una relación entre un hablante y “Otro”, si fuera así, entonces el “yo” se hace dependiente del diálogo, concebido tanto para el receptor de nuestro discurso como para fines intrapsíquicos.
Pero los psicólogos han querido estudiar, para definir cosas tan fundamentales como la idea del “yo”, e spor esto que para partir con el entendimiento acerca del “yo”, comienzan con el estudio acerca del concepto de aprendizaje, intentando demostrar como este concepto terminó por ser absorbido por una cultura más amplia de ideas cuando llegó a ser definido como el estudio de la adquisición del conocimiento.
Por una parte tenemos la teoría de Tolman, que asimila el aprendizaje como la construcción de un mapa, un mapa cognitivo que representaba el mundo de las posibles relaciones medios-fines. Por otro lado Hull desarrolló una teoría que trataba los efectos acumulativos del refuerzo que fortalecía las respuestas a los estímulos. La de Tolman era una teoría de “habitación con mapa”, en tanto que la de Hull era una teoría de “tablero de interrupciones”.
Cuando confirmamos nuestra teoría mediante observaciones, diseñamos procedimientos que favorezcan la plausibilidad de la teoría, entonces el refuerzo no es más que la confirmación de una hipótesis.
Finalmente, la teoría del aprendizaje murió, pero ya habían en marcha otros dos movimientos históricos, la revolución cognitiva y el nuevo contextualismo transaccional. La revolución cognitiva se limitó a absorber el concepto de aprendizaje dentro del concepto más amplio, como es el de adquisición del conocimiento. Antes de esa revolución, las teorías de la personalidad se habían concentrado casi exclusivamente sobre la motivación, el afecto y sus transformaciones. Pero, con el advenimiento de la revolución cognitiva, el interés de la teoría de la personalidad también cambió a aspectos más cognitivos; por ejemplo, qué tipo de “contructos personales” usaba la gente para dar sentido a su mundo y a sí mismos. El nuevo contextualismo transaccional, se trataba de la idea de que la acción humana no podía explicarse por completo ni de forma adecuada en la dirección de dentro hacia afuera, es decir, refiriéndonos sólo a factores intrapsíquicos: disposiciones, rasgos, capacidades de aprendizaje, motivos, o cualquier otra cosa semejante. Para poder ser explicada, la acción humana necesitaba estar situada, ser concebida como un continuo con un mundo cultural. Las realidades que la gente construía eran realidades sociales, negociadas con otros, distribuidas entre ellos. El mundo social en que que vivíamos no estaba, por así decir, ni en la cabeza ni en el exterior de algún primitivo modo positivista. Y tanto la gente como el “Yo” formaban parte de ese mundo social.
El conocimiento de una persona no se encuentra simplemente en su cabeza, en un solo de persona, sino también en las anotaciones que uno ha tomado de acuerdo a nuestra relación con el exterior. La meta de todas estas concepciones, es que intenta localizar el “yo” en una situación histórico-cultural. Es evidente que el “yo” debía ser considerado como una construcción que posee del exterior, tanto como del interior al exterior, como del exterior al interior, como de la cultura a la mente y la mente de la cultura.
En otro estudio, se pudo demostrar cómo la autoestima y el auto concepto de las personas cambiaban abruptamente en reacción a los tipos de gente entre los que se encontraban, y cambiaban más aún en respuesta a las observaciones positivas o negativas que la gente hacía sobre ellos. Aunque se les pidiese simplemente que desempeñasen un determinado papel público en un grupo, su autoimagen solía cambiar de forma congruente con ese papel. Pero hay dos generalidades que hay que tomar en cuenta antes de interpretar resultados como estos; la primera es la reflexividad humana, que es nuestra capacidad de volvernos al pasado y alterar el presente en función de él, o de alterar el pasado en función del presente, ya que ni el pasado ni el presente permanecen fijos al enfrentarse a esta reflexividad. El segundo universal es nuestra deslumbrante capacidad intelectual para imaginar alternativas (otras formas de ser u actuar), de manera que aunque en un sentido puede que seamos criaturas de la historia, en otro también somos agentes autónomos. Entonces el “yo” es, como cualquier otro aspecto de la naturaleza humana, un guardián de la permanencia. Por lo tanto, el “yo” utilizando
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