La Cultura Humana
Enviado por carlosalbrey • 17 de Mayo de 2012 • 2.613 Palabras (11 Páginas) • 671 Visitas
EL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN, Sigmund Freud
“La cultura humana -entendiendo por tal todo aquello en que la vida humana ha superado sus condiciones zoológicas y se distingue de la vida de los animales, y desdeñando establecer entre los conceptos de cultura y civilización separación alguna; la cultura humana, repetimos, muestra, como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por un lado, comprende todo el saber y el poder conquistados por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la Naturaleza y extraer los bienes naturales con que satisfacer las necesidades humanas, y por otro, todas las organizaciones necesarias para regular las relaciones de los hombres entre sí y muy especialmente la distribución de los bienes naturales alcanzables.”
De esta manera Sigmund Freud delimita el alcance de su ensayo, el análisis de la cultura humana, elemento que distingue al animal del humano, que poco a poco irá conduciendo hacia el tema de fondo: el papel de la religión como generadora de preceptos culturales y normas, a la que crítica e intenta condicionar como un producto más del ser humano, y como él, evolutiva y cambiante.
En esta aproximación al tema limita a la civilización, sinónimo de cultura, en torno al conocimiento necesario para explicar a la naturaleza, en un intento vano por controlarla, y el necesario para producir, como medio de alcanzar la satisfacción de las necesidades elementales del hombre. Tema en el cual se irá moviendo el psicólogo. Así pues, párrafos adelante Freud dice: “…cada individuo es virtualmente un enemigo de la civilización, a pesar de tener que reconocer su general interés humano. Se da, en efecto, el hecho singular de que los hombres, no obstante serles imposible existir en el aislamiento, sienten como un peso intolerable los sacrificios que la civilización les impone para hacer posible la vida en común… Experimentamos así la impresión de que la civilización es algo que fue impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y de coerción.”
De esta manera el autor señala los valores culturales como normas impuestas por una minoría ansiosa de poder a una mayoría perezosa e ignorante. Dando la justificación necesaria a la imposición de medidas opresivas, la forma elemental en que en el capítulo II señala a la religión. Expresándolo de manera directa, sin ningún tipo de eufemismo o contemplación: “…las masas son perezosas e ignorantes, no admiten gustosas la renuncia al instinto, siendo inútiles cuantos argumentos se aduzcan para convencerlas de lo inevitable de tal renuncia, y sus individuos se apoyan unos a otros en la tolerancia de su desenfreno. ..El hecho de que sólo mediante cierta coerción puedan ser mantenidas las instituciones culturales es imputable a dos circunstancias ampliamente difundidas entre los hombres: la falta de amor al trabajo y la ineficacia de los argumentos contra las pasiones”. Los hombres son una especie que ha necesitado, según el autor, la presencia de sus líderes para que los muevan porque son inoperantes sin la presión externa.
No obstante, al concluir el capítulo I, otras ideas son importantes en este ensayo. Freud también ilustra de manera positiva a los opresores, dueños del poder, que mantienen las dos condiciones, déspotas y ejemplares. No se alejan de la figura despótica pero se convierten en hombres ejemplares, líderes que luchan por preservar la cultura. Personajes que en un futuro deben crear nuevas estrategias para imponer las normas culturales, ajenas ya a la imposición por la amenaza de castigo, sea este humano o divino, y es la educación el camino propuesto. Según el psicólogo: “Nuevas generaciones, educadas con amor y en la más alta estimación del pensamiento, que hayan experimentado desde muy temprano los beneficios de la cultura, adoptarán también una distinta actitud ante ella, la considerarán como su más preciado patrimonio y estarán dispuestas a realizar todos aquellos sacrificios necesarios para su perduración, tanto en trabajo como en renuncia a la satisfacción de los instintos. Harán innecesaria la coerción y se diferenciarán muy poco de sus conductores.”
Adentrándose más en el análisis de la cultura en el capítulo II, Sigmund Freud habla así: “ Una de las características de nuestra evolución consiste en la transformación paulatina de la coerción externa en coerción interna por la acción de una especial instancia psíquica del hombre, el superyó, que va acogiendo la coerción externa entre sus mandamientos. En todo niño podemos observar el proceso de esta transformación, que es la que hace de él un ser moral y social. Este robustecimiento del superyó es uno de los factores culturales psicológicos más valiosos. Aquellos individuos en los cuales ha tenido efecto cesan de ser adversarios de la civilización y se convierten en sus más firmes substratos. Cuanto mayor sea su número en un sector de cultura, más segura se hallará ésta y antes podrá prescindir de los medios externos de coerción.”
De esta manera reseña el ideal futuro de la civilización humana, adquirir por la razón e interiorizar en el individuo las normas culturales, que permitirá omitir la presión ejercida por quienes ostentan el poder y serán los individuos de manera autónoma los que harán propias tales normas, sometiéndose de manera libre a ellas, defendiéndolas a cualquier precio.
Poco después Freud ataca el problema de fondo, la religión como medio especial, primitivo, de coerción e imposición de normas culturales. Es en el capítulo III cuando busca las causas y el origen de la religión, cualquiera sea esta, que en términos generales debe cumplir entre sus funciones: “…espantar los terrores de la Naturaleza, conciliar al hombre con la crueldad del destino, especialmente tal y como se manifiesta en la muerte, y compensarle de los dolores y las privaciones que la vida civilizada en común le impone.”
La naturaleza se somete entonces a la voluntad de los dioses, al igual que los hombres. Aunque con el avance del conocimiento humano esta se independice en cierta medida de la voluntad divina, quien fue su regulador y creador, para que finalmente su objetivo, el de los dioses y la religión, se concentre en la moral, que son las normas por las que se rige la cultura humana. Y dice Freud “A estos preceptos mismos se les atribuye un origen divino, situándolos por encima de la sociedad humana y extendiéndolos al suceder natural y universal.”
Continúa Freud: ”Su contenido, sintéticamente enunciado, es el siguiente: la vida en este mundo sirve a un fin más alto, nada fácil de adivinar desde luego, pero que significa seguramente un perfeccionamiento del ser humano. El
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