La Educación Para La Ciudadanía Como Educación En Valores
Enviado por valentinmillan • 11 de Octubre de 2012 • 5.800 Palabras (24 Páginas) • 656 Visitas
La educación para la ciudadanía como educación en valores
1. LA EDUCACIÓN EN VALORES UN RETO EDUCATIVO ACTUAL
La educación en valores no sólo es función del sistema educativo. Se hace en la familia, en las asociaciones políticas y culturales, en las comunidades religiosas, en los movimientos y asociaciones juveniles, en los medios de comunicación social, etc. Pero lo cierto es que el sistema educativo no puede desentenderse hoy de la formación de buenos ciudadanos, y por ello de la educación en actitudes positivas a unos valores que promueven la autonomía personal, la pluralidad y la convivencia democrática.
En la educación para la ciudadanía, desde la educación en valores, se trata de hacer viva y real una ética cívica de mínimos que comprenda los valores básicos que toda persona debe tener ya que, de lo contrario, manifiesta un déficit de humanidad, y que en toda sociedad tienen que estar presentes porque su ausencia impide el respeto a la dignidad humana y vulnera el ejercicio de los derechos humanos. Es obvio que en la actualidad los padres y los profesores no tienen el poder y la influencia para transformar en moral una sociedad inmoral; es ingenuo pensar así. Pero también es cierto que los padres, el sistema escolar y cada uno de los profesores son corresponsables en la construcción de una sociedad más humana y más justa, y a ello tienen que comprometerse con ánimo renovado y con tesón.
En la convivencia familiar los padres y en la tutoría y en el aula los profesores pueden generar acciones para que los alumnos clarifiquen sus valores o para que desarrollen su juicio moral, o para que estén dispuestos a dialogar con los demás cuando con ellos tengan un conflicto de intereses, buscando entre todos la norma más justa para resolver el conflicto, o para que efectivamente sus actos sean coherentes con sus juicios sobre lo que debe ser hecho. Si se consigue que algunos alcancen cualesquiera de esas metas, entonces todos los esfuerzos de padres y profesores se verán compensados, pues no podemos olvidar que desde las personas concretas han de ser cambiadas las anónimas estructuras sociales.
Pero, ¿qué entendemos por valores y por actitudes? Hemos de afirmar, en primer lugar, que los valores no son ficciones, objetos de la imaginación, pertenecientes, por tanto, al mundo de la fantasía. Pertenecen, ciertamente, al mundo de lo real. Son realidades enraizadas en nuestra cultura. Desde ellos pensamos, actuamos, decidimos y damos explicación y coherencia a nuestra vida. Real no es sólo lo empíricamente observable, medible o cuantificable. Hay otras realidades que sin ser materiales no dejan de ser reales y existentes. Así la cultura, los ideales, el amor y el odio, la solidaridad y la insolidaridad, la justicia y la injusticia.
En esta misma línea el profesor Escámez (1998) sostiene que los valores son cualidades reales de las personas, cosas, instituciones y sistemas. «Cualidades reales como la veracidad en una persona o en un periódico, la belleza en un cuadro o en un paisaje, la eficacia en una universidad o en una empresa, la imparcialidad en un juez o en un sistema judicial. Son cualidades reales, y por eso nos atraen, las preferimos, y exigimos su presencia cuando no están o se manifiestan las cualidades contrarias. Son cualidades reales, aunque inmateriales, como también son reales, aunque inmateriales, los problemas, las teorías científicas, los números o la temática de una novela».
El término valor significa todo aquello que es capaz de romper nuestra indiferencia; aquello que responde a nuestras tendencias e inclinaciones; y lo que destaca por su perfección o dignidad. Los valores y los sistemas de valores son siempre dinámicos y plurales, con la misma dinamicidad y pluralidad que el hombre concreto y real a quien hacen referencia. Los valores los entendemos como formas ideales de vida, como creencias básicas que en última instancia explican la conducta de un individuo y de una sociedad. Realidades inmateriales, pero tan reales como el aire que respiramos. Sin ellos no podría entenderse la multiplicidad de culturas en sus costumbres, tradiciones e instituciones, como distintas formas de realización personal y colectiva.
Entendemos pues los valores como cualidades que nosotros ponemos en las cosas y, además, como creencias básicas a través de las cuales interpretamos el mundo y damos significado a los acontecimientos y a nuestra propia existencia.
A nuestro juicio, los valores son el punto de partida y el resultado de un proceso prioritario de interpretación significativa de la realidad; son el origen del sistema articulado y armónico de los motivos, criterios y normas, modelos y proyectos personales de vida; son, en definitiva, las premisas inspiradoras, los polos de referencia unificadores de la conducta madura a la que tiende la educación. Por su parte las actitudes, en cuanto disposiciones relativamente estables a realizar determinadas conductas, expresan los distintos modos de situarse el individuo ante los valores de la realidad y de la vida. Una actitud es un sistema estable de percepciones y evaluaciones, de sentimientos y emociones, de tendencias a la acción, organizado en relación a una situación significativa o a un objeto propuesto. Las actitudes se derivan, de alguna manera, de los valores e inspiran, dinamizan y orientan la conducta, comunicándole precisamente dirección, sentido, tensión y fuerza. Y tienden a que el educando realice todo esto de modo autónomo (capacidad de decidir y escoger la conducta, sin depender necesariamente de las circunstancias del momento); coherente y constante (capacidad de mantener en la conducta una dirección y un sentido constante de cara a los objetivos fijados); oportuno (capacidad de evaluar, decidir y reaccionar con economía de tiempo y medios, evitando la indecisión y la insignificancia operativa); fácil (capacidad de aprovechar la aportación de los recursos internos en la dirección deseada, con rapidez y coherencia). Constituyen, por así decirlo, la «vía operativa» de plasmación de los valores en una determinada conducta.
El paso a la acción desde los valores no se produce de modo directo, sino a través de la mediación que proviene del desarrollo de actitudes fundamentales y derivadas. Estas constituyen el momento del paso de la consideración de los valores al desarrollo de modelos privilegiados de conducta. Tales actitudes están constituidas y sostenidas por percepciones orientadas, por evaluaciones y reacciones afectivas, por opciones racionales y por conatos volitivos fijados en modelos precisos de conducta.
¿Por qué educar en valores? Los valores juegan un papel central en el dinamismo de la personalidad como metas de autorrealización personal, como ideales que regulan los comportamientos individuales o colectivos, como
...