La Psicologia De Las Humanidades
Enviado por vvencidos • 4 de Mayo de 2013 • 12.631 Palabras (51 Páginas) • 390 Visitas
Contribución de las Humanidades Médicas
a la formación del médico
Prof. Diego Gracia
INTRODUCCIÓN
No creo equivocarme si comienzo diciendo que el humanismo tiene mala prensa. Y que
no sólo la tiene entre sus críticos sino también entre sus defensores y adeptos. Cuando
hoy calificamos a alguien de humanista, nunca sabemos si le estamos alabando o criticando.
Tan ambiguo es el término. Mi tesis es que las tremendas dificultades que todos
tenemos en defender las humanidades, se deben a que el propio término humanismo
produce en nosotros un cierto rechazo, o, al menos, una velada sospecha. No deja de ser
sorprendente que un término con tanta tradición, sea tan impreciso y resulte tan confuso.
Es algo que merece un cierto análisis, pues si no somos capaces de aclarar el propio
término, mal podemos decir con claridad de qué estamos hablando.
TRES VERSIONES DEL HUMANISMO
¿A qué se debe tanta confusión? ¿Por qué suscita el humanismo tantas prevenciones?
¿Por qué nunca sabemos a ciencia cierta de qué hablamos al utilizar esa palabra? Mi respuesta
es que ello se debe, principalmente, a que el término humanismo no es unívoco
sino multívoco; más me atrevería a decir, equívoco. Se han dado en la historia, al menos,
tres versiones del humanismo, que hoy coexisten para confusión de todos. Estas tres
concepciones las voy a denominar la “versión teológica” del humanismo, la “versión positivista”
del humanismo y la “versión clásica” del humanismo. No creo violentar los hechos
si digo que la primera corresponde básicamente al pasado, la segunda al presente y la
tercera, al menos eso es lo que yo espero, al futuro. Las expondré sucesivamente.
El pasado: la versión teológica del humanismo
Digo teológica, no religiosa. Esta distinción tiene su importancia. No todas las religiones
han generado una teología. Más cabe decir, y es que sólo algunas lo han hecho. En principio,
aquellas que estuvieron en directo contacto con el lógos griego, esto es, las religiones
mediterráneas del libro, la judía, la cristiana y la musulmana. De las tres, la teología
que más se ha desarrollado, la teología por antonomasia, es la cristiana, razón por la
cual podemos tomarla como modelo.
La teología es la aplicación del lógos griego al Theós, es decir, a Dios y a su revelación
respectiva, sea ésta la que fuere. Tal simbiosis no carece de consecuencias para ambos
términos, la teoría del lógos y la idea del Theós. Aquí nos interesa sobre todo la primera
de ellas, la teoría del lógos. Y es que la teología es, por más vueltas que le demos al
HUMANITAS Humanidades Médicas, Tema de mes on-line No 1, marzo 2006 1
asunto, la afirmación de que la razón humana no es autosuficiente para dirigir la propia
vida y, en consecuencia, que el ser humano no es inteligible separado de Dios. Dicho en
otros términos, la teología es siempre y necesariamente una corrección radical de la filosofía,
entendida ésta como autonomía de la razón y autonomía del ser humano. Frente a
autonomía, teonomía.
Esto permite entender algo fundamental, y es por qué durante el periodo en que la teología
dominó completamente la vida europea, la Edad Media, no existieron las humanidades
en cuanto tales, sino sólo una versión teológica o versión “a lo divino” de ellas. Es
el saber humanístico clásico, pero en versión teológica, o puestas al servicio de lo que
cabe llamar las divinidades. Éste es el sentido que tiene el humanismo hasta que se produce
el proceso de secularización en los siglos modernos. Piénsese, por ejemplo, en la
música, en la poesía y, en general, en las bellas artes.
Hay otra dimensión de lo que hoy llamamos humanidades que conviene resaltar. Piénsese
ahora no tanto en las bellas artes cuanto en la filosofía, por ejemplo, en la ética, en
la reflexión sobre los deberes del ser humano. La tesis básica que va a defender el humanismo
teológico es que los deberes morales no puede definirlos la razón humana sola
sin la asistencia divina y, por tanto, sin ayuda de la teología. Sin teología no hay humanismo.
Tal es la tesis básica de toda esta corriente.
Pero sería un error pensar que la versión teológica del humanismo desaparece con el
proceso de secularización operado durante los siglos modernos. Nada más alejado de la
realidad. A lo que da lugar la secularización es a un cambio de estrategia del humanismo
teológico, que ahora se transforma en una especie de nueva pedagogía teológica. En el
ámbito protestante, el humanismo fue el resultado de la disolución de la teología en ética
y filantropía.1 Tal es lo que sucedió en Alemania en el siglo XVIII y lo que alcanzó su expresión
máxima en la teología liberal de la segunda mitad del siglo XIX. No es un azar
que el término Humanismus lo introdujera en el vocabulario alemán Niethammer, un contemporáneo
y compañero de Hölderling y Hegel. En el ámbito católico, el humanismo fue
visto como la nueva vía o el nuevo rostro de la evangelización. Partiendo del análisis de
la debilidad de la razón humana, se intentó llegar a la necesidad de Dios y de la revelación.
Tal es, por ejemplo, lo que denominó Jacques Maritain “humanismo integral.”
Esta primera versión del humanismo, la teológica, es la que ha dado lugar a un furibundo
rechazo y a la aparición, sobre todo en el siglo XX, del llamado “antihumanismo.”
La tesis básica de todo este movimiento es que el humanismo moderno es una mezcla de
filantropismo y doctrinarismo propios de la mentalidad teológica. Esto es lo que representa
entre nosotros el libro de Félix Duque, Contra el humanismo. Y es también lo que
hizo escribir a Gianni Vattimo hace algunos años esto: “La muerte de Dios, que es cuando
menos la culminación y la conclusión de la metafísica, es también la crisis del humanismo.”
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Una última observación. Hay religiones sin teología. En nuestra cultura occidental religión
y teología han llegado a identificarse de tal manera, que ya no resulta concebible
una sin otra. Pero esto ni ha sido siempre así, ni mucho menos es necesariamente así.
No sólo hay muchas religiones sin teología, sino que habría que preguntarse si ello no
tiene ventajas indudables, como la de evitar la excesiva intromisión
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