La relación entre la memoria y la atención

La atención, etimológicamente, significa «tender hacia».

Los medios de comunicación social están sometiendo al individuo continua-mente a estímulos de toda clase e intensidad. Es función del organismo atender, es decir, percibir lo que le rodea. Y aunque este fenómeno depende en gran parte de factores externos, también los factores internos y subjetivos son determinantes.

Poper pensó que en relación con el término atención, debían considerarse tres aspectos: a) Selección de la información; b) Esfuerzo (sin él no podría darse la atención), y c) Alerta: necesidad de estar en disposición de recibir la información.

Luria define, la atención como «el proceso selectivo de la información necesaria, la consolidación de los programas de acción elegibles y el mantenimiento de un control permanente sobre el curso de los mismos». Destaca, al igual que Poper, la importancia de la selección y de la consolidación o afianzamiento (con ayuda del esfuerzo).

Se ha comprobado que la atención influye, en gran medida, dentro de los procesos psicológicos. Esta facultad está también en la base de todo aprendizaje.

Para que se dé necesita de la concentración, pues sin ella es imposible el conocimiento. Cuanto mayor sea ésta, más intenso y productivo será el aprendizaje y, más en concreto, el estudio.

Pero ¿qué relación tiene con la percepción y la memoria?

Respecto de la relación entre la memoria y la atención se puede decir que la memoria necesita de ella. Sin un mínimo grado de la primera no será posible la retención de ideas ni imágenes necesarias para poder archivarse en la memoria.

De poco sirve que los sentidos reciban sensaciones si el sujeto no fija su atención. Es de todos conocidos que se recuerda bien aquello a lo que se presta atención de una manera especial, pero se olvida lo que no ha sido previamente atendido.

Crook dijo que «la atención es la madre de la memoria y el interés es el padre de la atención».

Queda claro, por tanto, que para que la memoria pueda grabar la información de una manera duradera no puede prescindir de la atención. Ni la atención ni la memoria son funciones de la inteligencia, pero intervienen en su desarrollo.

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