La tensión psicológica y afectiva que genera la eutanasia en la familia
Enviado por Cinthia Cornejo • 26 de Septiembre de 2019 • Ensayo • 2.905 Palabras (12 Páginas) • 150 Visitas
La tensión psicológica y afectiva que genera la eutanasia en la familia
Cornejo Mera, Cinthia Adela
La muerte es un castigo para algunos,
para otros un regalo y para muchos, un favor.
Séneca (filósofo romano)
A veces, la muerte natural tarda en llegar, simplemente, porque todavía no es el momento. “Nadie muere en su víspera”, reza un viejo adagio. La vida, para la mayoría de la gente, se ha tornado en una sucesión de deberes, que los fuerza a vivir de una manera cada vez más acelerada y superficial, en todos los órdenes de la existencia; se acostumbran a exigir definiciones y soluciones rápidas, porque no pueden esperar el proceso natural de los hechos, como es el caso de la eutanasia; más que una solución, es un problema que generará repercusiones negativas diversas. Considero que en una familia donde se decide aplicar la eutanasia a un enfermo terminal, la tensión psicológica y afectiva que se genera, puede ser una fuente generadora de mayores problemas e inestabilidades emocionales; debido a que su aplicación, conlleva graves consecuencias éticas y sociales.
Para entender mejor esta problemática, recurramos a la etimología del vocablo eutanasia. Esta, deriva del griego euthanasía, que significa buena muerte, es decir, muerte sin sufrimiento físico. Dicho de otro modo, es la terminación intencional de la vida de un paciente, sin perspectiva de cura, generalmente a petición suya. En otros casos, la familia es quien decide practicarla, atribuyéndose el derecho a decidir qué es bueno o malo para el paciente, sin tomar en cuenta su opinión ni su decisión al respecto.
Si bien es cierto, para que la familia se vea envuelta en esta encrucijada, una persona debe encontrarse en un estado que no le permita tomar decisiones; tal es el caso de Krzysztof Jackiewicz, un hombre de 40 años que pasó los últimos 24 años de su vida en estado vegetativo, tras sufrir una importante pérdida de masa encefálica. Fue su madre quien tomó la decisión de solicitar su muerte ante la justicia de su país: “Permitid a mi hijo una muerte digna" (El Universal, 2009). Este caso, causó mucha polémica en Polonia.
Al respecto, nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Podemos considerar situaciones como esta, motivo suficiente para atribuirse tal grado de responsabilidad, más aún, sin conocer los efectos que esta determinación pueda ocasionar? ¿Cómo afecta la eutanasia a la familia, desde el punto psicológico y afectivo?
Aunque la muerte asistida no dura más de 15 minutos, la etapa de preparación con la familia es una experiencia traumática. Es un asunto que se analiza desde un enfoque multidisciplinario, principalmente a la luz de la filosofía, la medicina, el derecho, la religión y la cultura; porque quien decide practicarla o ayuda a que se la practique, puede actuar creyendo que beneficia al paciente, pero, obviamente, su acción no puede ser del todo buena, pues está adoptándose el derecho de decidir qué es bueno o malo para el otro; convirtiéndose en un asunto de mucho estrés, tanto antes como después de efectuarlo. Por ello, es recomendable que la familia tenga asesoría y acompañamiento de un tanatólogo, psicólogo, consejero o terapeuta, a partir del instante en el que el paciente les hace saber su deseo de morir o ellos se vean en la necesidad de decidir al respecto (Pérez y Merino, 2009).
Cabe destacar que, a lo largo de la historia, la eutanasia ha sido utilizada como excusa para concretar la eliminación de grupos sociales; el nazismo promovía la eutanasia de los minusválidos o discapacitados por considerarlos inferiores, con el argumento de ser un acto compasivo. Frente a esta situación, existen personas que apoyan la eutanasia, pero siempre que sea consentida voluntariamente por el enfermo. No es el caso, sin embargo, de pacientes en coma que no pueden pronunciarse de ninguna manera, ni a favor ni en contra de la eutanasia; así como también ocurre en el caso de los recién nacidos (Colmenares, 2007).
La posibilidad de que los familiares decidan practicar o no la eutanasia, dependiendo del paciente, hacen que las relaciones familiares manifiesten un sentimiento de inseguridad, confrontación, miedo y culpabilidad. Una muerte no natural, puede provocar reacciones fuertes de dolor en la familia o duelo traumático, debido a que estos se involucran en el curso de la enfermedad y en el proceso de muerte. Sin embargo, existen opiniones en contra, que manifiestan las ventajas de la eutanasia frente a la muerte repentina. Esto nos lleva a analizar la diferencia de los efectos psicológicos y afectivos en los familiares de las personas que mueren de manera repentina, con relación a los que mueren por eutanasia.
Según algunos expertos, en los casos de muerte repentina, la familia experimenta más enojo, vive un duelo anormal y prolongado; es más difícil de enfrentar que la muerte por eutanasia, debido a que los familiares estarían mejor preparados para la forma y fecha de la muerte, a diferencia de como sucede con la muerte repentina. En el caso de la eutanasia, los familiares y amigos pueden involucrarse en el curso de la enfermedad y en el proceso de muerte, es decir, cuando un paciente en etapa terminal solicita la eutanasia, o los familiares directos han decidido su muerte sin sufrimiento, los miembros de la familia, así como los amigos tienen oportunidad de hablar abiertamente acerca del tema, arreglar asuntos inconclusos, pedir disculpas por lo hecho o decir lo no hablado hasta el momento, contribuyendo al entendimiento y facilitando la aceptación.
Investigadores holandeses sobre la eutanasia y sus efectos en el entorno familiar, han descubierto que las familias que han perdido a un ser querido por eutanasia, muestran mucho mayor respeto y aceptación por la decisión del paciente, que si hubiera muerto de manera natural. La familia se muestra más comprensiva hacia el dolor de quien se encuentra en la fase terminal de una enfermedad; por tanto, no interpreta la eutanasia como un acto de rabia y rechazo dirigido a ellos. La familia de pacientes con cáncer que murieron por eutanasia, muestra menos síntomas de duelo y trauma emocional, a pesar de la depresión por la pérdida, manifiestan mayor bienestar. Estos hechos marcan una diferencia con respecto a la eutanasia y la muerte repentina en el que no hay ninguna de las condiciones anteriores, que faciliten el duelo (Pérez y Merino, 2009).
La eutanasia despierta todo tipo de debates éticos. Sus defensores aseguran que evita el sufrimiento de la persona y que rechaza la prolongación artificial de la vida que lleva a situaciones que son indignas para el paciente. Los detractores, en cambio, consideran que nadie tiene derecho a decidir cuándo termina la vida del prójimo. Uno de los casos internacionales más conocidos sobre la eutanasia fue la del español Ramón Sampedro que a los 25 años quedó tetrapléjico por culpa de una mala caída desde una roca al mar. En una cama vivió desde entonces y siempre pidió morir dignamente. Él necesitaba ayuda para conseguir dicha muerte e ideó un plan que le llevó a conseguir su objetivo, sin que ninguna de las personas que le habían ayudado incurriera en delito. El 12 de enero de 1998, los forenses encontraron restos de cianuro en su cadáver. La noticia saltó a los medios. Los 11 amigos sonrieron, también Ramona Maneiro (Moncha), el hombre al que había amado durante los últimos dos años descansaba en paz. Su historia tambaleó los pilares de numerosas conciencias, hizo correr ríos de tinta, incluso traspasó fronteras al ser llevada al cine. Su figura no se ha olvidado en España y otras partes del mundo, aún significa todo un ícono para quienes defienden la eutanasia o el suicidio asistido, dos conceptos con diferentes matices, cuyos límites a veces se confunden, aunque persigan un mismo fin: el derecho a poder elegir la muerte llegado el momento.
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