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Las Mentiras De Mark Twain


Enviado por   •  14 de Abril de 2013  •  2.418 Palabras (10 Páginas)  •  587 Visitas

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Mark Twain y la Mentira

Una de las tesis que Twain sostiene en la obra se puede desarrollar de esta manera: Huck es un muchacho a medio socializar. Está en el escalón más bajo en que puede estar un blanco en la sociedad norteamericana del momento -por debajo sólo están los negros-. Esa marginación ha tenido un aspecto positivo: Huck ha vivido alejado de gran parte de los mecanismos sociales. Su bondad natural o, si se prefiere, su inocencia, se ve pervertida por el contacto con la sociedad. En ésta reina el mal, pero hay un pequeño detalle: la sociedad llama virtudes a sus vicios; educación a la perversión; proclama que todos los hombres son iguales pero no cree que los negros sean personas; habla del amor fraterno, pero, para algunos, los demás deben ser primos lejanos, etc.

Esta distancia entre lo que se dice y lo que realmente se hace es lo que Twain llamó, en otro escrito, la Conspiración Universal de la Mentira de la Afirmación Silenciosa. Esta teoría de Twain viene a decir lo siguiente: cuando algo malo sucede, los buenos siempre estarán mirando hacia otra parte. Esto permite mantener en pie la buena conciencia de los hombres. Twain escribió

La conspiración universal de la mentira de la afirmación silenciosa está presente siempre y en todas partes y trabaja siempre en interés de una estupidez o de una falsedad, jamás en interés de algo noble o respetable. Y parece tener el aspecto de la más tímida y ramplona de todas las mentiras. Durante siglos y siglos ha trabajado en favor de despotismos, aristocracias y esclavitudes militares, esclavitudes religiosas, y a todas ha mantenido con vida; las mantiene con vida todavía, aquí, allá y acullá, por todas partes del globo; y seguirá manteniéndolas vivas hasta que la mentira de la afirmación por el silencio se retire del negocio... la afirmación silenciosa de que nada sucede de lo que los hombres justos e inteligentes sean conscientes y a lo que por deber hayan de poner fin.

Para Twain hay dos clases de mentiras o, mejor, la Mentira se manifiesta de dos formas. La primera es la que todos conocemos: decimos que lo blanco es negro, por ejemplo. El efecto de estas mentiras es muy variable, dependiendo del objetivo que ésta busque. La segunda forma, la de la Afirmación Silenciosa, es mucho más peligrosa porque ya no se trata de decir que lo blanco es negro, sino de vivir como si lo blanco fuera realmente negro. De la primera forma engañamos a los otros; de la segunda nos engañamos nosotros mismos, esto es, vivimos en el engaño. La importancia del primer tipo de mentiras respecto a las segundas pasa a ser relativa. Las mentiras que podamos decir apenas son nada en comparación con las que podamos vivir. Y es que la Mentira de la Afirmación Silenciosa afecta a la raíz de la propia sociedad y se da desde los orígenes del Hombre.

Cuando Twain hace que su mirada recorra los caminos de la Historia encuentra que ésta se encuentra llena de maldades e injusticias, de arbitrariedades y hechos atroces. Los hombres de todas las épocas han encontrado, en su momento, justificaciones para todas ellas. La Mentira de la Afirmación Silenciosa permite que la injusticia reine en todo momento porque todos los hombres viven ignorando la verdad o, más exactamente, queriendo ignorar la verdad. La forma más efectiva y habitual de transmitir las mentiras es la educación. En 1908 escribe

Los colegios y universidades tienen dos grandes funciones: conferir y ocultar conocimientos valiosos. Los conocimientos teológicos que ocultan no pueden considerarse con justicia menos valiosos que los que revelan. Es como si se dudase de que cuando un hombre está comprando un cesto de fresas pueda servirle de algo saber que la mitad inferior está podrida.

El claro rechazo que algunos de los personajes infantiles de Twain suelen sentir por la escuela -Huck, como ejemplo más claro- es el reflejo de esa idea del autor norteamericano: el proceso educativo tiene como finalidad enajenar las bases naturales y sustituirlas por otras sociales. Así se explica el núcleo moral del Huckleberry: el conflicto de conciencia que se le plantea al protagonista cuando entiende que su deber es entregar a Jim, el esclavo negro fugado, mientras que su corazón, todavía no demasiado pervertido por los falsos valores sociales, le indica que éste es su único amigo. Huck decide lanzarse a los abismos infernales y condenarse, creyendo hacer el mal, esto es, no denunciando a Jim. A Huck le han enseñado que robar cosas es malo. También le han enseñado que un negro se encuentra entre las cosas, que es una propiedad. Huck está ocultando un objeto robado cuando ampara a Jim en su huida. La parte superior de las fresas del cesto ocultan las fresas podridas del fondo. En otro de sus escritos, Twain indica: Raras veces, muy, muy raras veces, puede un hombre imponerse a su educación. Es un lastre demasiado pesado. Huck tiene ya asimilados los falsos valores sociales cuando decide condenarse por proteger a Jim. El hecho de sentirse culpable lo demuestra.

Las mentiras son la base de la sociedad; de hecho, ésta funciona gracias a la mentira, ya que todo el mundo se ha acostumbrado a ellas. En el mismo texto en que habla de la Mentira de la Afirmación Silenciosa, Twain hace el siguiente relato, caracterizado por su ironía:

Según entiendo, lo que deseas es información sobre "mi primera mentira y cómo salí de ella". Nací en 1835. Mi edad es avanzada ya y mi memoria no es tan buena como lo fue. Si me hubieras preguntado por mi primera verdad, me hubiera resultado a mí más fácil y hubiera sido más amable de tu parte, porque eso sí lo recuerdo bastante bien. La recuerdo como si hubiese sido la semana pasada. La familia cree que fue la semana antepasada, pero esto es adulación y probablemente encubre algún proyecto egoísta

No recuerdo mi primera mentira. Queda demasiado lejos. Pero recuerdo muy bien la segunda. Tenía yo entonces nueve días y había caído en la cuenta de que si un alfiler me pinchaba y yo hacía propaganda de ello de la forma corriente, me acariciaban cariñosamente, me mecían, se compadecían de mí y además me daban una ración extra entre las comidas. Era cuestión de humana naturaleza querer conseguir tales riquezas y yo me dejé llevar. Mentí sobre el alfiler..., haciendo propaganda de uno cuando no lo había. Tú mismo lo hubieras hecho, George Washington lo hizo; cualquiera lo hubiera hecho. [...] Hasta 1867, todos los niños civilizados nacidos en el mundo eran unos mentirosos -incluido George-. Pero llegó el imperdible y bloqueó totalmente el juego, ¿pero vale para algo tal reforma? No porque es una reforma por la fuerza y no tiene en sí virtud alguna; meramente pone fin a esa forma de mentir; no destruye la disposición a mentir.

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