Las Realidades Que No Nos Pertenecen

Hay una inclinación del hombre a creer que todas las realidades le pertenecen. El hombre usa todos sus criterios estéticos, morales y éticos para poder tener una opinión sobre cualquier acontecimiento de la vida. Querer estar presente en cada acto de la vida es una necesidad lógica del hombre de poder controlar, aceptar o rechazar un acto humano. Los avances en las ciencias del hombre nos han traído una tesis fundamental para poder pensar la singularidad de cada uno de nosotros, esta tesis dice: “La realidad no existe, hay que construirla”. Esto quiere decir que no existe una realidad única, que no existe una realidad a la cual hay que adaptarse todos y cada uno de nosotros, que la realidad como entidad exterior no existe sino que es necesario que cada uno de nosotros la vayamos construyendo con nuestras palabras y así irla significando con la forma particular y singular de cada historia personal. La realidad no existe, lo que existe son realidades. Cada uno crea y significa su propia realidad con toda la intención de su historia. Esto quiere decir que hay realidades que no nos pertenecen. Por ejemplo, en la historia de la constitución de una pareja encontramos que hay una exigencia de unir dos realidades diferentes. Unir dos realidades diferentes implica una conflictiva de malentendido, un sentimiento de soledad porque el compañero no se conecta a nuestra realidad cuando lo necesitamos y una perdida de la realidad propia por la creación de una realidad con la pareja. Hay realidades que no nos pertenecen, que nos son ajenas y que nunca podremos ocupar como protagonistas. Esas realidades son las de las otras personas. No podemos saber sobre la forma en que cada uno de los otros vive y significa su realidad, todo intento de saberlo esta condenado a que se convierta en una admiración, en una sentencia, en un juicio, en una crítica o en una intervención que queremos que se acerque a nuestra propia realidad para poder adaptarla de acuerdo a nuestros propios criterios. Los hombres creemos que sabemos de la vida y la juzgamos a cada instante tratando de decirle al otro lo que tiene que hacer de acuerdo a nuestra realidad. No hay forma más antiética de proceder cuando le decimos al otro qué es lo que tiene que hacer, ya que lo hacemos utilizando nuestra forma moral de hacer nuestra realidad. Extendemos nuestra realidad sin respetar las diferencias fundamentales que existen entre los seres humanos. No existe la realidad como una abstracción, cada uno tiene su realidad y la significa de diferente manera. Saber esto nos coloca en un posición de poder intervenir de una forma diferente con la realidad de que cada uno de nuestros semejantes, ya que saber que la realidad de uno es diferente a la del otro nos permite encontrar una fuente de intervenciones encaminadas al respeto de la realidad del otro. ¿Cómo es esto? Esto quiere decir que cada vez que hacemos un comentario sobre la vida de otro, ya sea la pareja, el padre, la madre,

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