MENTALIZACION. PARENTAL MENTALIZING
luciavicente28 de Abril de 2014
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1. MENTALIZACION
¿A QUÉ NOS REFERIMOS AL HABLAR DE MENTALIZACIÓN?
Nos referimos a la mentalizamos como un proceso en que le otorgamos sentido a nuestros estados mentales y a los de otros y de esta forma tratamos a otros como personas y no como objetos. En el ámbito de la psicoterapia esta capacidad podrá ser usada para entender al paciente y empatizar con él. Por tanto, una cosa es el desarrollo o no de esta capacidad cognitiva y otra es su pragmática, su uso en las interacciones sociales.
La mentalización supone interpretar la conducta de uno mismo y de otros en términos de estados mentales intencionales, tales como deseos, sentimientos y creencias. Los estados mentales intencionales son acerca de algo. La intencionalidad divide marcadamente los seres mentales de los objetos físicos (Allen, 2003; Gomez & Nuñez).
La capacidad de mentalización es un logro del desarrollo que tiene lugar en el contexto de un vínculo afectivo seguro. Las investigaciones iníciales de Fonagy y colaboradores mostraron que madres, evaluadas antes del nacimiento de sus hijos, con un apego seguro, eran más capaces de generar un ambiente para sus bebés que, a su vez, permitía tener bebés con un apego seguro (Fonagy, Steele, Moran, Steele, & Higgitt, 1991). Este hallazgo inicial les permitió reformular las concepciones sobre la seguridad del apego y plantearon que cualquier noción de procesos internos inherentes a la seguridad del apego debe incluir la capacidad cognitiva de las madres o cuidadores de poder pensar acerca de sentimientos y su relación con las conductas de su bebé (Fonagy, Gergely, Jurist & Target, 2002). Estos mecanismos cognitivos para procesar la experiencia intersubjetiva e interpersonal fueron ubicados dentro del amplio concepto de mentalización y ligados nociones de teoría de la mente y su papel en el desarrollo mental del infante (Premack & Woodruff, 1978; Stern, 1985.
Fonagy y sus colegas sugieren que la capacidad de la madre para contener en su mente complejos estados mentales, le permite, a su vez, mantener en mente la experiencia afectiva y emocional de su bebé, para así comprender el comportamiento de su hijo a la luz de estados mentales como emociones, sentimientos e intenciones (Fonagy & Target, 1997; Fonagy, et al., 2002). En síntesis, la línea de investigación de Fonagy y sus colaboradores propone que el apego estimula las capacidades para la representación mental. Por tanto, en ausencia de vínculos afectivos seguros que logren estimular la capacidad mentalizadora en los niños, estos, tendrán dificultad para discernir sus propios estados mentales o los estados mentales de los demás (Allen, 2001; Fonagy, 2003).
La mentalización es por tanto, un proceso mental, que debe diferenciarse de los contenidos con los que trabaja (pensamientos, sentimientos, etc.) (Fonagy, 1999; et al., 2003; Allen, Fonagy, Bateman, 2008).
El tema de la mentalización posee tal amplitud, que se torna imposible una síntesis adecuada del mismo actualmente. Por el momento el concepto de mentalización es entendido, en la obra de Fonagy et. al., de tres maneras diferentes, que es importante destacar:
1. COMO PROCESO TRANSFORMADOR.
Partiendo de Freud, quien entiende los procesos mentales como provenientes de la ligadura de las energías pulsionales somáticas, Fonagy y colaboradores suscriben las siguientes palabras de Lecours y Bouchard: “…proponemos explicar la mentalización como una referencia a una clase general de operaciones mentales, incluyendo la representación y la simbolización, que conducen específicamente a una transformación y elaboración de experiencias afectivo-impulsivas en fenómenos y estructuras mentales crecientemente organizados” (1997, p. 858). Debemos destacar que, en este sentido, la mentalización consiste en un proceso transformador que implica a afectos y pensamientos y que supone un creciente refinamiento de las emociones e impulsos, en la medida en que se articulan, se hacen más complejas, se diferencian y/o se organizan en un sentido progresivo.
2. COMO PROCESO COGNITIVO/IMAGINATIVO/ATENCIONAL.
Ésta es la acepción más habitual del término en los diversos trabajos sobre el tema de la mentalización. Engloba una serie de operaciones mentales incluidas en el término mentalizar, tales como: la dirección deliberada de la atención, el recordar, el interpretar, el dar sentido, el empatizar, el imaginar, el reflexionar sobre las emociones, etc.
Entre estas operaciones cabe incluir las actividades metacognitivas, que toman como objeto a los propios procesos y contenidos mentales. La posición metacognitiva favorece la comprensión del funcionamiento de la propia mente, la reevaluación de los automatismos interpretativos y atribucionales que recaen sobre el otro y sobre el propio “self”, asi como la regulación emocional (Main, 1991; Allen, Fonagy, Bateman, 2008).
3. COMO PROCESO REGULADOR.
“El pensar antes de actuar impulsivamente es, por tanto, paradigmático del mentalizar” (Allen,Fonagy,Bateman,2008,p.8).
Fonagy y colaboradores entienden que el pensar acerca de las consecuencias de los propios actos, el estado mental del otro hacia el que se dirigen, la emoción de la que surgen, etc. permite regular la propia acción, aportandole una forma determinada, dándole curso, difiriéndola, definiendola , etc. (Allen, 2005).
MENTALIZACION IMPLICITA Y EXPLICITA
Es importante distinguir entre los niveles explícitos e implícitos de la capacidad de mentalización (Perner, 1994). Mentalizamos explícitamente cuando pensamos reflexivamente acerca de las acciones de los otros y de nosotros mismos. Es un proceso relativamente consciente, reflexivo, deliberado y no inmediato. Por el contrario, mentalizamos implícitamente cuando interactuamos intuitiva e irreflexivamente. Es un proceso inconsciente, procedural e inmediato (Allen & Fonagy, 2002).
1. MENTALIZACIÓN IMPLÍCITA
La mentalización implícita es no reflexiva ni automática.
Por ejemplo, el empatizar de manera espontanea implica cierto grado de reflejo de las expresiones faciales y posturas del otro, de un modo directo y no deliberado.
También el tomar y ceder el turno en una conversación rápida y el tener en cuenta la perspectiva del otro “(sabemos lo que conoce y mientras hablamos lo tomamos en cuenta),” sin pensar para ello explícitamente (Barker y Givon, 2005).
Mentalizar explícitamente no suplanta la mentalización implícita. No somos conscientes de nuestra mentalización implícita la mayor parte del tiempo, mentalizamos implícitamente siempre que estamos comprometidos emocionalmente en interacciones con otros. En general, cualquiera sea el contenido del diálogo, gran parte de la mentalización implícita es no verbal. Las expresiones faciales, los gestos y posturas, son todas expresiones de lo que Allen & Fonagy (2002) llaman "responsividad sensible".
2. MENTALIZACIÓN EXPLÍCITA
Por su parte, la la mentalización explícita es simbólica, deliberada y reflexiva; el lenguaje es el medio electivo para ella. Suele tomar la forma de narraciones y tiene que ver con mucho de lo que proponemos en la terapia,
por ejemplo, poner los sentimientos en palabras, tomar conciencia del modo en que funciona la propia mente, identificar una secuencia de pensamientos y reflexionar sobre ellos, etc...
La mentalización explícita implica un mayor nivel de conciencia que la mentalización implícita y una focalización deliberada de la atención.
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Podría decirse, conociendo lo anterior, que la diferencia entre lo explícito y lo implícito se establece entre lo consciente y lo inconsciente. De todos modos, es difícil trazar una separación entre ambas, ya que al mentalizar, vamos y venimos de una a la otra, de lo implícito a lo explícito y viceversa.
2. PARENTAL MENTALIZING
¿A QUÉ NOS REFERIMOS AL HABLAR DE PARENTAL MENTALIZING?
El “Parental Mentalizing”, es la capacidad inconsciente de los padres de apreciar los estados mentales del niño y el rol que éste tiene en su propio proceso de aprendizaje. De acuerdo con las teorías relativas a este tema, los niños llegan a entender que sus propias acciones están motivadas por sus estados mentales y deseos. Las capacidades del niño para desarrollar su propia capacidad de mentalización depende de la competencia de mentalización parental, que permite a los padres “crear un mundo para el niño en el cual él consiga experimentar por sí mismo sentimientos, esperanzas, pensamientos…” (Target & Fonagy, 1996, p.461).
Por consecuente, esto implica tomar la perspectiva del niño y tratarlo como un agente psicológico cuya acción se motiva por el estado mental, al tiempo que se reconoce la separación de la mente con la realidad. (Koren-Karie, Dolev, Sher, & Etzion-Carasso, 2002; Shap & Fonagy, 2008; Slade, 2002).
Los niños suelen interiorizar dicha representación en sí mismos como seres intencionales, asumiendo que el comportamiento está influenciado por las ideas y que la comprensión de los sentimientos y pensamientos determinan sus acciones; de este modo, debe tomar conciencia de que los otros tienen la capacidad para responder a sus estados mentales. Sin embargo, el desarrollo socioemocional del niño puede convertirse en un peligro en el momento que los padres no le proporcionen representaciones de su mundo y de la mente interna, o bien si éstos ignoran su angustia o distorsionan dicha representación. (Fonagy et. al., 2002).
3. PARENTAL
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