PRESION DE LOS PADRES A LOS HIJOS
Enviado por edomar • 21 de Mayo de 2014 • 1.297 Palabras (6 Páginas) • 388 Visitas
Consecuencias de la presión de los padres a los hijos
A menudo se critica la laxitud de los padres, pero educar no es tarea fácil, y si unos pecan por defecto, otros lo hacen por exceso y piden a sus hijos que sean obedientes, educados, inteligentes, ¡perfectos! ¿Conviene exigir tanto?
Si el niño saca un ocho en el examen le instan a esforzarse para que la próxima vez sea un nueve. Y si logra el nueve, le reclaman un diez. Recuerdan constantemente que hay que recoger el baño después de cada ducha, que hay que doblar la ropa limpia y poner la sucia en el saco de lavar, que hay que obedecer y acudir a la primera cuando le llaman… Hay que, hay que…
Son pocos los padres que no desean grandes cosas para sus hijos. Pero entre desearlas y fijarlas como objetivo hay un trecho. Y ese es el que suelen recorrer los padres convencidos de que sus hijos rendirán más si ellos son muy exigentes, si en lugar de felicitarles por lo ya conseguido remarcan lo que aún tienen pendiente. Puede parecer que en una sociedad en constante lamento sobre la falta de cultura del esfuerzo, sobre la falta de límites y de tolerancia a la frustración con que crecen las nuevas generaciones, este tipo de padres exigentes son una especie en extinción. Sin embargo, psicólogos y pedagogos aseguran que no es así, que son muchas las familias que presionan a los hijos, especialmente en el ámbito académico, y que este exceso de exigencia está detrás de muchos de los problemas que llegan a sus consultas.
“Hoy los padres quieren hijos bien formados, competitivos, con buenas notas, y muchos exigen altos rendimientos sin tener en cuenta si sus hijos pueden o no alcanzar ciertas metas o sin preocuparse de si los chavales comparten los mismos intereses o cómo se sienten”, indica Isabel Menéndez Benavente, psicóloga especializada en niños y adolescentes. Su colega Gonzalo Hervás, profesor de Psicología en la Universidad Complutense, enfatiza que, aunque algunos donde más aprieten sea en el ámbito académico, la mayoría de padres exigentes suelen serlo en todo: en el orden, en las tareas de casa, en los horarios, en el deporte, en las actividades de ocio… porque tienen la exigencia y el deseo de perfección como valor de su filosofía familiar. Quizá porque, como apunta Tiberio Feliz, profesor de la facultad de Educación de la UNED, “la exigencia es una forma de ser”.
Y ¿qué ocurre cuando se pide demasiado? Todo depende de las capacidades, de los intereses y del carácter del niño. Si puede y quiere alcanzar las elevadas metas que le marcan, es posible que tenga un rendimiento óptimo y acabe desarrollando una personalidad exigente y perfeccionista, como la de sus progenitores. Si los objetivos le resultan inalcanzables o no le gustan, se frustrará, se bloqueará o se rebelará. En todo caso, lo normal es que acabe siendo una persona insegura, dependiente, con baja autoestima, predispuesta a la ansiedad y con poca emotividad y espontaneidad. ¿Por qué?
De entrada, porque los padres exigentes con frecuencia aplican un estilo educativo autoritario, se muestran intransigentes y tratan de controlar todo lo que hacen sus hijos para que respondan a sus objetivos. “Los padres democráticos pueden ser exigentes, pero si están acostumbrados a llegar a acuerdos, la exigencia se verá compensada y rebajada mediante la discusión y consenso con los hijos, de forma que es más difícil que caigan en el exceso”, reflexiona Tiberio Feliz. Y explica que cuando los padres se pasan de exigencia, cuando presionan para que el hijo responda a su proyecto y están permanentemente encima de él diciéndole lo que ha o no ha de hacer, se provoca dependencia. “De pequeños pueden resultar muy obedientes y ordenados, pero son niños con poco criterio y poco autónomos, y eso puede dar problemas cuando sean adolescentes
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