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PROTOCOLO EN LA CAMA


Enviado por   •  18 de Abril de 2014  •  2.613 Palabras (11 Páginas)  •  197 Visitas

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Poliamor: mucho más que polisexo / Sexo con Esther

Sus defensores no creen en el amor exclusivo, sino en la posibilidad de querer a más de una persona.

El amor entre muchos o, como dicen algunos sabiondos, el poliamor no salió ayer del clóset, como se cree. De hecho, el concepto ha venido abriéndose camino desde los años 20, cuando empezaron a referenciarse técnicamente las tradiciones de etnias y culturas en las cuales el amor y las relaciones, incluidas las sexuales, desbordan el ámbito de la pareja y permean a varios.

Poliamor es el neologismo que define la relación íntima, amorosa, sexual y duradera entre varias personas de manera simultánea. La infidelidad no cabe aquí, pues los involucrados no solamente están enterados, sino que asumen la situación y dan su pleno consentimiento.

No cualquiera está llamado a convertirse en un poliamoroso. Meterse en ese baile plantea un reto enorme a la estructura emocional tradicional, pues les exige a todos los miembros de la comparsa amatoria estar en su sitio, sin exigencias ni reproches.

Para Janet Hardy, coautora de The Ethical Slut, pionero en el tema, “el poliamor es un gran cambio en cómo se ve la intimidad y el sexo como fines en sí mismos, y no como un paso previo al matrimonio”. Como esta experta cita en su libro, “creemos que está bien tener sexo con todo el mundo a quien amas y creemos en amar a todo el mundo”.

En este punto saltan las dudas, porque si ya es difícil sostener un proyecto vital, sólido y emocional con una sola persona, imagínense con varias. También surgen las preguntas más obvias: ¿en serio es posible que alguien ame a más de una persona? ¿Será el poliamor un vestido elegante para la promiscuidad?

Difícil responder a eso. Algunos psicólogos manifiestan que este tutti fruti se basa más en el amor que en el sexo, y aseguran que como en el amor lo que se persigue es el bienestar del ser amado, eso incluye permitirle ampliar su vida amorosa, sentimental y sexual. Suena bonito, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.

De los celos al consenso

Otros magos de las emociones conciben el poliamor como una relación consensuada y abierta en la que todo es permitido; sin ser experta, yo podría calificarlo de un amor más socializado, con contratos muy claros y en donde el engaño tiene que desterrarse en estampida, porque la frustración sería total.

Aquí empieza lo difícil, porque algunos psiquiatras manifiestan casi como un epígrafe que se puede querer a dos personas a la vez, pero no estar enamorado de esas dos al mismo tiempo. Una de ellas es Pilar Varela, profesora de psicología de la Universidad Complutense de Madrid y autora del libro Amor puro y duro. De acuerdo con Varela, el enamoramiento es un arrebato que saca de orden la vida, “es absolutamente exclusivo, solo cabe estar enamorado de uno”.

Por supuesto, en la otra orilla están quienes defienden desde la práctica el poliamor y lo ponen en un pedestal de respeto construido sobre bases más sentimentales que morales, anclado en decisiones autónomas, equitativas y honestas. Mejor dicho, no le falta el sustento sociológico.

Para muestra está la creación en Washington, en 1996, de la Polyamory Society, que se proyecta hacia sus miembros con acuerdos de relación y contratos de convivencia. Incluso hablan de polifamilias y también existen perfiles en la red social Facebook que promueven reglas y normas para defender esta práctica.

La cuestión política

El tema es tan interesante que las discusiones sobre el poliamor conllevan posturas políticas que vale la pena revisar, pues su práctica se relaciona con las libertades e involucra la materialización de situaciones que la hagan posible más allá de la cama y toquen el hogar, la calle, los espacios de decisión política e incluso la génesis de políticas públicas, porque estamos hablando de una concepción distinta de organización familiar y social.

Por eso no se puede mirar al poliamor por encima del hombro ni a la ligera. Claro que habrá algunos que lo asumirán como una moda y hasta lo usarán para justificar las ganas de pasear por otras camas. Nada de eso. El poliamor tiene reglas claras, como la polifidelidad a las relaciones que se mantienen, una permanente comunicación y negociación, y una norma tácita en estos contextos: la capacidad de las personas de ser felices cuando el otro lo es y de liberarse de los sentimientos posesivos, lo que ubica al poliamor en el lado opuesto a los celos. Para muchos otros, sin embargo, los celos son connaturales al ser humano.

En ese orden de ideas, ni lo defiendo ni lo ataco, y reitero que en la sexualidad y en las relaciones, cada persona es distinta y cada manifestación, cuando está estructurada sobre la autonomía, la libre capacidad para decidir y el respeto, es válida. Así las cosas, la monogamia y el poliamor son valiosos siempre que estén mediados por manifestaciones humanas honestas. Yo prefiero la primera. Hasta luego.

ESTHER BALAC

Para EL TIEMPO

Las canas no son un blindaje contra el VIH / Sexo con Esther

Es urgente entender que la responsabilidad en la cama debe mantenerse hasta el último polvo.

Para el 2015 –sí, señores, para el año que viene– más de la mitad de los estadounidenses con VIH (sida) tendrán 50 años o más.

Y eso no se debe solo a que los portadores de este virus, que de momento tiene la capacidad de vivir agazapado de por vida en el organismo humano, envejecen.

Resulta que muchos de ellos cargan con la enfermedad, por la pura y física pereza de usar un condón.

Aunque cuesta entender de dónde sacaron la idea, resulta que los cincuentones, sesentones y demás andan convencidos de que las canas les otorgan cierto blindaje contra las enfermedades de transmisión sexual.

No de otro modo se explica el hecho de que estos males estén creciendo entre esta población. Y digo males porque los estudios muestran que no solo el sida acecha el catre de los más maduros. Basta decir que los magos de los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades de Estados Unidos advirtieron que el porcentaje de mayores de 55 años con sífilis y clamidia creció un 45 por ciento en ese país entre el 2005 y el 2009. Que llamen a la Cruz Roja, la Organización Mundial de la Salud, a los Cuerpos de Paz, a los Cascos Azules, porque ese es un verdadero problema de salud pública con el que el mundo no contaba. (Lea también: El 'VIH azul', un fenómeno poco conocido).

Los expertos, que los hay hasta para esto, se han apresurado a echarles la culpa a los medicamentos para la disfunción eréctil, que han prolongado la actividad bajo las sábanas de muchos aletargados de la cintura para abajo.

Reitero que siempre he considerado que la actividad

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