PSICOLOGIA
Enviado por cipi • 22 de Octubre de 2012 • 1.057 Palabras (5 Páginas) • 292 Visitas
La identidad psicológica individual de todos los seres humanos está influida por la
identidad nacional, étnica y cultural. Esto tiene gran calado a la hora de comprender
las reacciones sociales cuyo objetivo, muchas veces no declarado abiertamente, es la
venganza. Los sentimientos de indignidad o de humillación al grupo al que uno pertenece son siempre vivenciados, en mayor o menor grado, como heridas al amor propio personal y familiar, lo que suele suscitar rencores históricos, como el “odio eterno a los romanos” jurado por Aníbal. Las nuevas generaciones se sienten entonces
compelidas a vengar a unos padres que no pudieron negociar psicológicamente sus
propias pérdidas ni sus sentimientos de pasividad. Además, los hijos pueden sentirse obligados inconscientemente a imitar trayectorias vitales de sus predecesores con
el fin de negar la muerte e intentar solucionar duelos familiares intolerables.
Añadamos que las “políticas de impunidad” y las leyes de “punto final” dificultan la
elaboración de los duelos resultantes de las afrentas sufridas en el pasado.
La venganza, que frecuentemente preferimos conceptuar como justicia, constituye
una defensa psicológica contra los sentimientos de impotencia y vergüenza. Además,
al centrar sus objetivos en represalias “justas”, el vengador convierte su agresividad
distónica en racionalizada o sintónica. Así, dice Irwin C. Rosen (2007, p. 603):
“La obsesión por la venganza acaba negando los sentimientos de indefensión
y, con desproporción creciente, el sujeto obtiene de forma maníaca un poder
virtualmente ilimitado. Un ‘ojo por ojo’ pronto se convierte en una vida por un
ojo, una familia por una vida, una tribu por una familia y una nación por una
tribu”.
LA VIOLENCIA
Vamik Volkan (1988), experto en psicología de las relaciones internacionales, acuñó La actuación violenta de las masas, como cualquier otra acción humana (hasta aquella basada en delirios paranoicos), siempre contiene algún núcleo de verdad y se halla siempre fundamentada en motivaciones psicológicamente comprensibles, aunque sean inconscientes. Han existido revueltas, revoluciones o guerras por motivos de supervivencia, por codicia, por cuestiones de honor, por razones de justicia, etcétera.
La percepción de la indignidad e injusticia social es asunto muy relativo. Como se ha dicho, estos sentimientos (o resentimientos) no suelen producirse si las desigualdades sociales se toman como inevitables.
Un denominador común de todos los fenómenos de masas es la existencia de criterios afectivos marcados de inclusión y exclusión, esto es, de amor o aceptación poco discriminada para los que acatan las leyes del grupo y, por otra parte, de odio o intolerancia hacia aquéllos que no pertenecen a él. Esto es aplicable tanto a nacionalismos y religiones como a las pandillas de barrio o a los seguidores de un equipo de fútbol. El comportamiento de estos grupos humanos ha llevado a Erikson (1966) a hablar de “pseudoespecies”. Dicha característica debe comprenderse desde la perspectiva de la regresión narcisista al estadio de desarrollo mental denominado ‘preambivalente’, en el que el niño percibe a las personas de su alrededor como totalmente buenas o malas. En el ser humano persiste siempre, en mayor o menor grado, el potencial de un retorno al estadio
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