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Proceso De La Informacion

cocopelon5 de Octubre de 2012

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Cuando se habla de Educación muy rara vez se le considera como el proceso de perfeccionamiento del ser humano; por el contrario, casi siempre se le relaciona con un cúmulo de conocimientos, hoy llamados contenidos, que el educando debe adquirir como parte de la información que necesita para desenvolverse en un mundo cambiante, o dentro de un grupo social determinado.

Antes, la concepción ortodoxa consideraba que la educación era un proceso de formación integral, que pone de relieve la formación moral y cívica, es decir; la adquisición de reglas de urbanidad, unido a una práctica de valores morales: “debemos enseñar a nuestros jóvenes a ser buenos ciudadanos”.

Actualmente, nos encontramos frente a un nuevo paradigma educativo, en el cual, el alumno es el protagonista de su propio aprendizaje, constructor de sus saberes y autor de su propio destino, pero al igual que la escuela ortodoxa, debe basar sus experiencias en la práctica de valores y de normas de convivencia, pero ¿Qué diferencia habría entonces entre educación y domesticación?

Para muchos, “domesticar” equivale a amaestrar, adquirir una conducta a fuerza de la repetición de acciones similares y consecutivas. Félix De Saint Exúpery, en su magistral obra: “El principito”, establece un concepto bastante romántico del término, a través del personaje del zorro dialogando con el pequeño hombrecito: “domesticar es crear vínculos”; en conclusión, ¿Es la educación un proceso de domesticación?

A diario oímos a las personas quejándose de la pérdida de valores, de la sociedad decadente en la que vivimos, con jóvenes que no respetan a los mayores, de la falta de honradez, decencia y pudor; y es frecuente observar a los mayores suspirar profundamente, añorando tiempos pasados en los cuales los valores “tenían valor”. Hoy los maestros se esfuerzan y ponen mucho empeño en rescatar los valores e infundir la práctica de ellos. Así, en las aulas pueden apreciarse largas listas de valores y otras tantas de normas de convivencia. El mismo Estado, a través de los medios de comunicación, lanza campañas publicitarias de “revaloración de los valores”, pero parece que nadie ha pensado, que en vez de pretender que la Educación sea el proceso de adoctrinamiento en reglas y normas de convivencia, aprendidas y practicadas por inercia; se convierta en el proceso orientado al perfeccionamiento del ser humano, con el cual, lo otro estaría resuelto.

El perfeccionamiento del ser humano significa educar sus facultades superiores: la inteligencia, la voluntad y la libertad, a través de hábitos buenos.

Un hábito es la repetición de un acto, pero no se trata de una repetición automática o por inercia, sino de una repetición pensada, en la cual han intervenido las facultades cognitivas e intelectivas y que además supone una determinación. Así los hábitos buenos dan lugar a las virtudes y por el contrario, los hábitos malos se convierten en vicios. Pero, formar hábitos buenos y virtudes, no tendría ninguna diferencia a dar normas de convivencia para practicarlas y no servirían si antes no llevamos a nuestros alumnos a hacer un recorrido al interior del hombre, para conocer cómo está estructurado y cómo funciona cada una de sus facultades.

Es preciso que nuestros alumnos conozcan la estructura de la personalidad del ser humano; que aprendan a diferenciar las facultades inferiores de las superiores y que sepan que las últimas han sido diseñadas por nuestro creador, para dominar a las primeras y no a la inversa. Nuestros jóvenes deben saber que dentro de nosotros hay un principio de inmanencia por el cual, cada acción del ser humano (buena o mala) regresa sobre sí mismo y al volver va configurando nuestro carácter.

Así, las personas que actúan incorrectamente o que gustan aprovecharse

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