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Psicologia De Las Hermanas Papin


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2013  •  1.543 Palabras (7 Páginas)  •  380 Visitas

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LAS CUESTIONES TEÓRICAS DEL CRIMEN DE LAS HERMANAS PAPIN

Antes de embarcarme en la teorización de este caso, quisiera disipar la ilusión que sería considerar el crimen de las hermanas Papin como una respuesta a un contexto social, pues algunos lo redujeron al desenlace trágico de un conflicto entre patrones y empleados. Digo que ésta es una ilusión teniendo en cuenta una cantidad de cuestiones de puro sentido común que el doble homicidio plantea. La primera y más importante es la siguiente: ¿por qué alguien masacraría a sus patrones por meros desacuerdos? Sobre todo cuando sabemos que Christine y Léa, según lo afirmaron en el tribunal, nunca antes habían tenido empleadores tan correctos como la familia Lancelin. Luego, suponiendo que haya habido un conflicto, ¿por qué tanta violencia y ensañamiento? Evidentemente, hay que buscar en otra parte las causas de este impulso homicida.

Pero, veamos qué caracteriza la locura de a dos y luego cómo se contagia un sujeto la locura de otro sujeto, y cómo ese contagio llega hasta el punto de unirlos, como pareja psicológica, en un mismo delirio. Veremos que:

— la locura de a dos se funda en el fenómeno inductivo debido a un vínculo particular entre las dos protagonistas;

— el contagio se produce si se dan ciertas condiciones;

— un individuo equilibrado no se dejaría arrastrar al delirio de un alienado. Asimismo, no hay muchas probabilidades de que un alienado se vea contaminado por las ideas delirantes de otro alienado, pues cada uno está encerrado en su propio delirio.

Condiciones de un delirio de a dos

De modo que es necesario que se den condiciones muy particulares para engendrar este fenómeno.

¿Cuáles son esas condiciones?

— Debe darse el encuentro de dos sujetos: un sujeto activo, portador de un delirio que le

impone al otro sujeto, sobre el cual ejerce una influencia cierta. Este último, receptivo, inclinado a la docilidad, se dejará ganar gradualmente por la locura del otro. Con la mayor frecuencia se trata de dos miembros de una misma familia, hermano y hermana, madre e hija o, en la situación que nos ocupa, dos hermanas. Esta posibilidad existe igualmente entre marido y mujer.

— Además de esta primera condición, para que se dé el delirio común, es necesario que esos dos individuos vivan durante un largo período en un mismo ambiente y cultiven los mismos intereses, tengan las mismas aprensiones y las mismas esperanzas y que sean impermeables a las influencias exteriores. Sobre una base de confianza mutua, los dos actores comparten sus aspiraciones y sus pesares que llegarán a transformarse en un bien común, del que hablarán en los mismos términos y que estarán en condiciones de reformular de manera casi idéntica. De modo que este trabajo se desarrolla progresivamente en el tiempo y simultáneamente en los dos espíritus hasta el punto de convertirlos en espíritus siameses.

— La tercera condición necesaria para que se instaure una locura de a dos tiene que ver con el carácter verosímil del delirio; cuanto menos brutal parezca, tanto más fácil será de comunicar. Un loco alucinado al extremo, perseguido hasta el exceso, implacable en sus reivindicaciones y sus afirmaciones, tiene poca probabilidad de arrastrar a otro, por frágil que éste sea, hacia su propia locura.

En otras palabras, el contagio es tanto más fácil cuanto más se mantiene el delirio dentro de límites aceptables. Sólo esta condición permite que las convicciones de uno se implanten en la razón del otro.

En resumen, el que llamaremos “el débil”, en este caso Léa, sólo consiente en este juego de la locura de a dos si la historia le interesa personalmente y si su inteligencia no se rebela. Las hermanas Papin participación en sucesos que, en parte, tienen nexos con la realidad, le permite dar el paso que conduce de un juicio que falla al delirio. Es conveniente precisar que, en la mayor parte de los casos, “el débil” suele estar menos afectado por esta locura que su compañero. A menudo, basta con separar a los dos protagonistas para que el segundo, liberado del influjo delirante del compañero, se recupere y hasta llegue a criticar sus anteriores divagaciones. Léa se encontraba en esta situación: su personalidad estaba siendo absolutamente aniquilada por la de Christine, auténtica psicótica, que ejercía sobre su hermana una influencia desmesurada.

Este análisis fenomenológico, hecho ya hace mucho tiempo, fue particularmente profundizado por Laségue a mediados del siglo XIX y tuvo gran importancia pues puso un poco de orden en un cuadro que hasta entonces

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